La persona presa o secuestrada por un largo período puede establecer un vínculo emocional dependiente  con su opresor no violento. Es el efecto postraumático denominado síndrome de Estocolmo porque su historial más notorio  fue detectado y nombrado en Suecia (1973). Se  repite con frecuencia hasta hoy  en diversos lugares del planeta. Son dramas personalizados.

Cuando esta conducta paradójica pasa al plano de la pública negociación política, en esta era digitalizada de la fotografía y video instantáneos  y de archivos, se detecta de inmediato su propósito y provoca diversas reacciones de rechazo en la sociedad  en un país que luchó por su independencia ,ejerció constitucionales derechos y deberes democráticos por décadas  y los protagonistas del pacto con los opresores actúan por su cuenta sin consultar esa medida a las víctimas sobrevivientes de una criminal dictadura.. Hacen borrón y cuenta nueva .Estrechan con vigor las  manos  de victimarios manchadas con sangre inocente indeleble, violadores de leyes consagradas  que  persisten en actos delictivos como violar la vigente Constitución, encarcelar, torturar, asesinar, suicidar, hambrear, despoblar, saquear el tesoro nacional y, en conjunto, desaparecer al adversario. Sabiendo que el totalitarismo nunca entrega el poder sino por la fuerza militar, ese gesto equivale al besagarras de un Mussolini, Hitler, Stalin, Fidel Castro, Che  Guevara. Por su naturaleza mienten, son oportunistas y jamás cumplen acuerdos firmados.

Que esa conducta obedezca a presiones de cualquier imperio a la moda, o por auténtico impulso libertario, por negociados debajo de mesas empresariales y bufetes de abogados, por ignorancia o desesperación, no importa, es un delito que daña la integridad jurídica de la nación, su raíz genética, lesiona en profundo a sus colectivos cuerpos y almas.

Tras conocer a posteriori los resultados del hecho casi secreto desde noticieros, rumores, escenarios previos inconsultos, certezas que otorgan testigos anónimos, declaraciones escritas y verbales de la llamada Plataforma Unitaria formada por los fracasados partiditos políticos ya cubazolanos, sin doctrina, solo de habituales candidatos electoralistas, reunidos en Panamá, listos para regresar al México de AMLO, determinación inducida al parecer por un Estados Unidos de Norteamérica necesitado de su petróleo para cubrir urgencias internas y foráneas, redescubrió a su rico “patio trasero” quizá demasiado tarde ya invadido por terroristas fundadores de Cocazuela, ya dueños de 18 estados de los 20 que formaban a Venezuela.

Si así fuera, es un grave error de la administración Biden, por quienes voté como venezolana con ciudadanía estadounidense luego de diez años diaspóricos. Un privilegio que me honra porque admiro a este gran país cuya Constitución es modelo para todo sitio aspirante a la libertad bajo estrictos controles legales, pero que día a día debe luchar contra pecados ancestrales como el racismo de la supremacía  blanca fascista, mayormente militante  y simpatizante del conservador Partido Republicano que el anticonstitucional  trumpismo divide para destruir, sin ética ni tregua. Quién sabe si esta conducta que en apariencia solo se limita a recuperar la deuda estatal castrochavista con Chevron sea una estrategia, un globo de ensayo, en el mientras tanto. Son muchas  las contradicciones de ambos sectores y actores. La confusión impide confiar, manifestar criterios y hacer reclamos firmes. Es lo que hay hasta el momento. Caos que históricamente favorece al totalitarismo en cualquiera de sus caretas.

Para restaurar las ruinas jurídicas de Venezuela hace falta en primer lugar un poder militar no militarista ni dependiente de Moscú-La Habana, obediente de la Constitución original a diario violada. Fue lo que el estadista Rómulo Betancourt en su tiempo detectó luego de conocer al monstruo comunista en su entraña misma. La genocida guerra de Putin reabre las heridas no cicatrizadas y muestra verdades a los  millennials de todas las edades físicas y mentales, hasta qué punto la imperfecta perfectible democracia capitalista liberal es por ahora la única opción de sobrevivencia frente al populista  fascio a la diestra y siniesta en su intento de sabotear un evento libertario como ha sido la Cumbre de unas Américas que ya no son las geográficas tres, son dos ideológicas. La democrática  casi en extinción y la tiránica “socialista” en rápido ascenso porque pueblos ignorantes y manipulados la eligen.

La libertaria, mientras se pueda, lucha  desde adentro y afuera, bien lejos del citado  síndrome sueco rebautizado como revolución caribeña, crimen transnacional tropicalizado que hace alianza oportunista, financiera y emocional, con los verdugos de turno.

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