En otro intento por limpiar su imagen en el mundo, Arabia Saudita apela a la herramienta del “blanqueo deportivo” pero el heredero del reino no logra librarse de la sombra del periodista Jamal Khashoggi, que desde ultratumba lo acosa y se opone a sus designios.

Hatice Cengiz, la novia del periodista saudí asesinado en 2018 en el consulado de su país en Estambul, escribió recientemente a la Premier League para pedirle que impida la compra del Newcastle por un consorcio del que forma parte el príncipe heredero de la corona saudí, Mohammed bin Salman, en una operación que supera las 300 millones de libras.

En una carta a la investigadora académica, el presidente de la Premier League, Richard Masters, le respondió que toman en total consideración sus palabras. De hecho, la compra del club inglés se encuentra estancada desde hace semanas, con organizaciones como Amnistía Internacional pidiendo a la autoridad deportiva que investigue los registros de Arabia Saudita antes de dar el visto bueno a la operación, en manos del empresario Mike Ashley.

La polémica descorre de nuevo el telón del escalofriante asesinato del periodista. Khashoggi, de 59 años de edad, que huyó de Arabia Saudita en 2017 y criticó en sus artículos al represivo y autocrático gobierno de su país –sobre todo al príncipe heredero, Mohammed bin Salman–, algo que no le perdonaría la multimillonaria monarquía absoluta de la nación petrolera.

El columnista de The Washington Post, que estaba a punto de casarse con la turca Hatice Cengiz, acudió el 2 de octubre de 2018 a una cita en el Consulado de Arabia Saudita en Estambul para retirar documentos personales con ese fin. Pero allí lo esperaba un escuadrón de la muerte que viajó del reino para asesinarlo. Lo torturaron, le cortaron el cuello y lo descuartizaron con una motosierra, según la inteligencia turca, que grabó todo. Tras 17 días de inexplicable silencio, su país dijo que murió en una pelea en la sede diplomática de la capital turca y que había 18 detenidos por la causa, versión que de acuerdo con el periodista Bob Woodward se parece a las mentiras oficiales del caso Watergate. Según la ONU, había “evidencia creíble” para investigar la responsabilidad del príncipe.

El terremoto político que ocasionó en el mundo ese crimen horrendo –con la petición de Alemania, por ejemplo, para que la Unión Europea suspendiera la venta de armas a Arabia Saudita– tiene ahora una poderosa réplica, en momentos en que este país trata de limpiar su imagen exterior “porque sabe que en materia de derechos humanos está en el punto de mira”, como señala Amnistía Internacional.

Esa organización recuerda que una de las herramientas que el régimen saudita ha usado para ello es el “blanqueo deportivo”, organizando eventos internacionales de gran resonancia como la Supercopa de fútbol de España o de Italia, con los que desviar la atención mediática de su historial de derechos humanos.

“Ahora quieren ir un paso más allá”, denuncia. “En los últimos meses se está discutiendo la posibilidad de que el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita, un fondo que controla el príncipe heredero Mohammed bin Salman, compre el Newcastle United, un club histórico de la liga inglesa”.

Amnistía internacional reitera la advertencia que repite desde hace mucho tiempo, en el sentido de que Arabia Saudita no puede utilizar el deporte para maquillar su imagen y ocultar el historial del país en materia de derechos humanos. “La afición del Newcastle y de la Premier League tiene derecho a saber que en Arabia Saudita hay una represión generalizada de los derechos humanos, especialmente los de las mujeres”.

Ahora mismo Loujain al-Hathloul está detenida desde mayo de 2018 por exigir la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Las mujeres en esa nación del Medio Oriente no pueden casarse, estudiar o trabajar sin la autorización de un familiar varón. Loujain protestó contra esto y podría ser condenada por “terrorismo”.

Pero el recuerdo del periodista Jamal Khashoggi, sometido a suplicio de incomparable crueldad por enemigos de la verdad, se levanta como un muro frente a la pretensión del príncipe Mohammed bin Salman, a quien le envió un mensaje desde el más allá.

 


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