El año pasado por estas fechas, con motivo de cumplirse un año más del Caracazo, esa inolvidable apoteosis del saqueo y del desenfreno de las Fuerzas Armadas disparando primero a diestra y siniestra, sin averiguar después; la asamblea nacional electa en 2020 —en comicios cuestionados bajo sospecha de fraude por la oposición democrática, Estados Unidos y la Unión Europea— «rindió tributo al aguerrido pueblo que se levantó contra las medidas económicas del gobierno adeco auspiciadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI)». Tal vez el homenaje a los caídos no era inmerecido, pero se basó en una falacia.

El Caracazo —bautizado en la neolengua chavista y con mayúsculas «Rebelión Popular Antiliberal»— fue, en principio, un motín contra las abusivas alzas de los pasajes del transporte público, derivados del aumento de la gasolina estipulado en el programa de ajustes económicos o gran viraje de la segunda presidencia de CAP. Esa chispa de rebeldía avivó las llamas de una reacción espontánea aprovechada por agitadores de oficio vinculados a grupúsculos ultraizquierdistas para desestabilizar a la recién instalada administración. Hay hipótesis que vinculan lo acaecido el 27 de febrero de 1989 con la presencia de Fidel Castro en el acto de investidura presidencial, celebrado a todo dar o meter en el teatro Teresa Carreño, pero dado los esfuerzos de CAP para reinsertar a Cuba y a su mandatario en la comunidad latinoamericana, no como un sembrador de guerrillas a la manera del Che, sino por su condición de jefe de Estado, pone en duda la validez de tal tesis.

Se han escrito millones de palabras sobre ese punto de quiebre de la cuarta república, y no tiene caso repetirlas en este espacio. Procede, sí, dejar claramente establecido que, hoy por hoy, la calidad de vida en Venezuela es infinitamente inferior a la de 34 años atrás y es solo cuestión de tiempo el estallido de esa olla de presión. Cuando ello suceda, y sucederá de no producirse un cambio en la conducción del país, el régimen encabezado por la diarquía Padrino-Maduro se vendrá abajo como un castillo de naipes. Y no habrá burbujas ni pax de bodegones que impidan el bis.


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