María Kolésnikova
María Kolesnikova, Svetlana Tikhanovskaya y Veronika Tsepkalo lideran la oposición a Lukashenko

El Kremlin tiembla cuando las antiguas colonias soviéticas trazan caminos de democracia, como sucediera en los países bálticos, en Ucrania, y ahora con su vecino Bielorrusia, pone sus barbas en remojo porque Lukashenko es el gobernante que más tiempo ha permanecido en el poder en Europa: 26 años. Ha sido el único mandatario que ha presidido este país desde que se formó como nación independiente.

Así, también, fue el único miembro del Partido Comunista de la antigua república soviética que votó en contra de la disolución de la URSS y que, pese a que el comunismo cayó, mantuvo muchas estructuras y monumentos del pasado de la URSS. Es, pues, un fiel representante de la escuela estalinista de la que Vladimir Putin fue gendarme como funcionario de segunda de la policía soviética KGB.

El dictador Lukashenko creyó tener todo atado y bien atado cuando orquestó una elección presidencial fraudulenta, como es costumbre en las dictaduras, adjudicándose 83% de los votos y otorgándole un pírrico 9% a su contrincante, subestimando que se produjera una rebelión popular que ha tomado a Minsk, la capital, como centro de múltiples manifestaciones que exigen la renuncia inmediata del tirano.

En efecto, tres mujeres lideran la protesta acompañadas de la población: María Kolesnikova, Svetlana Tikhanovskaya y Veronika Tsepkalo, que se unieron en una campaña para desafiar al dictador y vaya que lo han logrado, al generarse múltiples manifestaciones de hasta 250.000 asistentes en todo el país. Incluso, hubo una huelga general de trabajadores que exigían la dimisión de Lukashenko y la convocatoria a unas elecciones presidenciales libres.

Ante las versiones del Kremlin y de los estalinistas del planeta representados en el Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla, el castrismo y el madurismo, quienes versionan una nueva incursión del Occidente y del imperialismo norteamericano, la posición de la candidata presidencial Svetlana Tikhanovskaya es contundente al manifestar: “Se trata de la dignidad de los bielorrusos, de la autodeterminación y de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos; no se trata de geopolítica, sino de democracia».

Adicionalmente, declara desde Vilnius, la capital lituana donde encontró refugio, que lo que se puede ver en las calles de su país es una revolución pacífica, pero no una lucha entre fuerzas pro o antirrusas, ni tampoco un forcejeo por el acercamiento hacia la UE: «Una nación se esfuerza por elegir libremente a sus líderes y decidir su propio destino».

En realidad, Bielorrusia nunca logró despegar económicamente tras el colapso soviético en 1990, estando gran parte de la industria manufacturera bajo el control de empresas estatales, entre tanto se instauró un régimen criminal censor de la prensa controlado por el gobierno, la policía y el ejército, quienes han implantado como política de Estado el terror en la población y el castigo público a la disidencia.

El fraude electoral ha sido acompañado de la más feroz represión, más de 10.000 detenidos, cientos de personas torturadas, Svetlana fue expulsada del país y María Kolesnikova detenida ilegalmente, manteniendo un estado de emergencia ante las protestas que se reproducen en todo el territorio nacional.

A tal punto llegó la tensión en el país que el sábado pasado Lukashenko llamó para pedirle ayuda a un viejo aliado con el que ha tenido diferencias en los últimos tiempos: el presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien a inicios de esta semana le ha dado un espaldarazo al dictador. Al ver la cabellera de su vecino en llamas, quiere apagar el incendio que pudiera extenderse a la Federación Rusa. Sobre todo, en un momento en que es señalado por parte de Alemania y la Unión Europea como responsable del envenenamiento del líder opositor ruso, Alexei Navalny.

La rebelión pacifica que estremece a Bielorrusia la vemos con simpatía los venezolanos, al sufrir la tiranía de Lukashenkos tropicales del mismo origen ideológico, cuyo accionar arrebató la vida de varios cientos de jóvenes civiles y militares en pro de la democracia en Venezuela durante 21 años de gestión, y aun cuando median miles de kilómetros de distancia entre Caracas y Minsk, hay muchas similitudes en la desgracia que han sufrido y luchado ambos pueblos.

Finalmente, destaco un elemento satisfactorio y es la calidad del liderazgo opositor bielorruso, pues Minsk 2020 no es Kiev 2014 al manifestar que Bielorrusia no está eligiendo entre Oriente y Occidente, solo se centra en lograr la libertad y la democracia, que los pueblos de la Rusia zarista o de la URSS jamás conocieron, ni siquiera bajo la gestión del nuevo zar del siglo XXI, Vladimir Putin.


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