otro atentado

Business is business, como dicen los americanos. El presidente Biden, sin importarle las implicaciones geopolíticas, los compromisos éticos y morales con la democracia venezolana, nos vendió como a Jesús de Nazaret; no por 30 denarios, sino por un puñado de barriles de petróleo, a cambio de la supuesta seguridad energética de Estados Unidos, siendo el mayor productor mundial de petróleo, al producir el año pasado 16,5 millones de barriles diarios y liberar de sus reservas estratégicas 60mm/d.

Esta semana fuimos testigos de uno de las decisiones más torpes en la diplomacia petrolera americana bajo el cuento de la “seguridad energética”, sin tener presente otros flancos de la seguridad regional. Torpe porque hace unas semanas (5 de marzo) Biden ratificó la extensión de la Orden Ejecutiva emitida por Barack Obama, cuando Biden era vicepresidente, y se señalaba al gobierno venezolano como una “amenaza a la seguridad nacional y a la política exterior de Estados Unidos”. Nos preguntamos entonces, se olvidó Biden de que a raíz de esta Orden Ejecutiva, el fiscal general de Estados Unidos, William Barr, en marzo 2020, presentó cargos contra el presidente Nicolás Maduro, sobre quien, como en el lejano Oeste en la época de Jesse James, emitió una orden de búsqueda y captura con una recompensa de 15 millones de dólares; a la vez que promovió Urbi et Orbi el desconocimiento internacional de Maduro.

Biden puede decir que reconoce a Guaidó como el presidente legítimo pero también es cierto que lo hace como parte de un doble discurso y una errática  política exterior. El comportamiento es tan errático y contradictorio que al mismo momento en que ratificaba las sanciones impuestas por Obama y Trump contra Venezuela, envió a Caracas a tres altos funcionarios del Departamento de Estado y la Casa Blanca con la misión de reemplazar parte del petróleo que le compraba a Rusia, con el que había dejado de comprarle a Venezuela; una operación que tendría un impacto poco apreciable en los niveles de las reservas estratégicas y en las sanciones contra Putin, dado que Estados Unidos importa  solo unos 100.000 barriles desde Rusia, según estimaciones de Rystad Energy.

Con esta rocambolesca operación, Biden le puso precio a la democracia venezolana al sustituir las importaciones rusas por las venezolanas; sustitución que volumétricamente nunca podría contribuir a la seguridad energética de Estados Unidos, pero sí darle la espalda a la democracia en Venezuela. Pero si Biden es responsable, también lo son su secretario de Estado, Antony Blinken, venido de CNN como analista, sin mayores méritos académicos ni experiencia diplomática, sino el haber formado parte de los equipos burocráticos de política exterior de los demócratas, quien debió advertirle de las implicaciones geopolíticas de su error; y la secretaria de Energía, la ex miss de belleza, Jennifer M. Granholm, quien sabe que estas importaciones fácilmente pueden ser sustituidas por dos socios seguros y confiables. Colombia, con una producción alrededor de los 745.000 barriles el año pasado, según la Agencia Nacional de Hidrocarburos, o la nueva Dubai de Guyana.

Esta rebuscada operación pareciera ser un cuento y no sabemos qué hay detrás de ella. Según expertos de la industria venezolana advierten que los suministros petroleros venezolanos tendrían poco impacto sobre la inflación y el precio de la gasolina en Estados Unidos, debido a que aumentar la producción nacional, puede llevar tiempo, después de años de mala gestión y una falta de inversión que han diezmado al sector energético del país.

Este acercamiento de Biden con Maduro venía gestándose calladamente desde hace algún tiempo y la mejor excusa a raíz de la invasión a Ucrania, fueron la reservas estratégicas y permitir a Chevron seguir operando los cinco campos que tiene tanto en tierra firme como costa afuera. La cuestión está en que estos mismos expertos consideran que para cumplir con este compromiso y volver a ser un ”socio seguro” como en los viejos tiempos, la industria tendría que elevar su producción a unos 1,5 millones de barriles diarios, lo cual en estos momentos físicamente es imposible, cuando los niveles actuales están en alrededor de los 500.000 barriles; y la otra condición “socio confiable” está en duda, debido a que al momento de las negociaciones en Caracas, la vicepresidente y el canciller se estaban reuniendo en Ankara con el ministro Lavrov, posiblemente para informarle de dichos acuerdos.

El triste final de la rocambolesca política exterior de Biden y su secretario de Estado incluye además de la misión especial de sus agentes diplomáticos al estilo Saab (Guaidó se enteró cuando ya venían en camino); sus afirmaciones que reconoce a Guaidó como presidente legítimo, pero en “business” se las entiende mejor con el otro presidente. Ni Cantinflas lo hubiera dicho mejor. Tan es así que Maduro le dio a los enviados un regalito, los dos ejecutivos de Citgo.

Ante tanto juegos sobre y bajo la mesa, parafraseando a Churchill, a los venezolanos nos costara, “sangre, sudor y lágrimas” superar este holocausto y si salimos algún día, alguien tendrá que  pagar la cuenta. ¡Lo más seguro será el “amado” Juan Bimba!


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!