El primer intercambio entre los 2 candidatos a la presidencia de la nación más poderosa del planeta impactó al mundo por la escasez de argumentos y la abundancia de poses e insultos personales, rayando según las encuestas en la decepción de 70% del electorado norteamericano, que manifestó su enojo por la baja calidad de los planteamientos, ante un público que esperaba novedades en torno a un discurso de altura política, en un contexto de crisis global ocasionada por la pandemia. No por casualidad ha sido calificado el peor debate desde que se implantó esta costumbre de contrastar a los candidatos presidenciales en Estados Unidos desde 1976.

En realidad, el nivel de los analistas políticos de esta campaña electoral en Estados Unidos es preocupante y se quedan en lo superficial, se regodean en torno a la personalidad de Donald Trump calificándola unos como «petulante y atrabiliaria», si “este es lo más parecido a un miura a la hora de arremeter contra el candidato del Partido Demócrata”, y en el caso de Joe Biden calificándolo como “otoñal candidato a quien se le pierden las cifras en las neuronas o en la articulación de ideas”.

Lo lamentable de las circunstancias y lo primario y deficiente de esta confrontación que impacta a la opinión pública, tanto en el norte como acá en Venezuela, es que muchos la despachan señalando “a Trump como un dictador parecido a Chávez”, y por la otra baranda señalando a Biden “como socialista, comunista”. Decepcionantes criterios cada día más alejados de la realidad, que pudieran solo conciliarse con la sentencia de que la ignorancia es libre y está al alcance de todo aquel que la quiera disfrutar por flojera mental.

Más allá de quien sea el triunfador el próximo 3 de noviembre, el tema nodal son los retos que debe asumir el próximo presidente de Estados Unidos, ya que la elección no solo incumbe al destino de ese país, sino a todo el planeta, en particular a las naciones que mantienen y luchan por un mundo democrático, de libertades y de defensa de los derechos humanos.

Comencemos por la economía, mientras se pierde tiempo en disputas estériles como consecuencia de la pandemia, la única economía que crecerá este año es la de China, del entorno de países más desarrollados representados en el G-20, quien se ha aprovechado en forma desleal de la ruina global para adquirir empresas privadas quebradas en Europa, en Estados Unidos y avanzar rampante en América Latina, África y resto del Asia. A ese ritmo alguien mencionaba recientemente que no debía extrañarnos si en una década ya no fuera necesario el idioma inglés, pues tendremos todos que hablar mandarín. Bueno, en el caso de Venezuela no es especulación ante la entrega de nuestra soberanía nacional por la gestión chavomadurista, quien ha convertido a Venezuela en un alfil de la gestión de Xi Jinping.

En materia de salud, la controversia no puede quedarse si es viable o no el Obama Care o la privatización de servicios médicos, ya que es una obligación de todos los gobiernos del mundo producto de la pandemia, definir medidas de emergencia para garantizar la vida humana, ante un virus que tan solo en 9 meses ha aniquilado la existencia de más de 1 millón de personas y ha contagiado a 40 millones en los 5 continentes. No es momento de filosofar, los presupuestos de cada país deben ensamblar al Estado y al sector privado, universidades en garantizar el derecho universal a la vida como objetivo esencial para garantizar la especie, o acaso no fue así con la gripe española o las guerras mundiales.

Si nos referimos a América Latina, cuál es la propuesta de recuperación económica y social que plantean ambos candidatos, en algunos países como Venezuela tiene una implicación fundamental como es la liberación ante la tiranía, nuestro continente como consecuencia del COVID-19 acumula más de 35 millones de puestos de trabajo formales perdidos, una caída de 9% del PIB y un aumento de la pobreza hasta 60% de la población activa.

Finalmente, lo más impactante es la concreción de los modelos políticos que se promueven en el mundo, en el contexto actual China expande campante su modelo dictatorial sin ambages, cuestiona la democracia occidental con el argumento de ser decadente e inservible para el desarrollo económico global, ya que ellos en el país asiático con un partido único, sin libertades democráticas han impuesto a 1.400 millones de habitantes un cerrojo de disciplina y de explotación económica. En ese eje lo secundan Rusia, Turquía, Irán, entre otros a quienes la autocracia y la dictadura son el modelo a propagar como políticas de Estado.

El desafío real para el próximo presidente norteamericano es lograr demostrar y ratificar, que Estados Unidos está en condiciones de continuar desempeñando su papel de liderazgo global, ese es el verdadero reto, lo demás son peanuts (minucias) y argumentos de galería. Mi opinión es que en ese contexto lo ha parcialmente abandonado y ha sustancialmente retrocedido.


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