Lo que hace a Estados Unidos la democracia paradigmática son sus sólidas instituciones, de manera particular la justicia y las FF MM, que le dan valor a la ciudadanía norteamericana. Mientras jueces y soldados mantengan su naturaleza y carácter, la república sobrevivirá a pesar de los sacudones políticos.

En un probable gobierno de Biden, la institucionalidad responsable de la seguridad estadounidense deberá lidiar con un renovado “buenismo” estilo Obama, y sus implicaciones para nosotros, los del sur.

Latinoamérica y la seguridad de EE UU

“Ninguna otra región del mundo impacta la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos tan directamente como Latinoamérica y el Caribe”, enfatiza Evan Ellis, investigador del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos. Y de esta región, el núcleo geopolítico integrado por Venezuela y Colombia, es el más crítico para la seguridad de la potencia.

El petróleo sigue siendo causa y origen de los mayores conflictos e inestabilidades del mundo contemporáneo (Bergier, Thomas, 1968) y Venezuela posee las mayores reservas de crudo del mundo. Y Colombia es el primer productor mundial de cocaína, asunto sobre el cual el escritor Roberto Saviano (CeroCeroCero, 2014) advierte: “El gran mercado que todos están esperando es el chino: cuando el ciudadano medio chino, empleado u obrero, pueda consumir cocaína, quien posea en ese momento ‘el gramo chino’ va a gobernar al mundo”. El gigante asiático posee las mayores clase media y millonarios del orbe, lo cual le da sentido al aviso del autor italiano.

Caracas, que le adeuda alrededor de 60.000 millones de dólares, le acaba de pedir a China ayuda económica, tecnológica y científica, en una clásica movida imperial cuando de intervencionismos se trata. Coincidencialmente, militares chinos ahora forman parte de un nuevo Consejo Militar, Científico y Técnico, en el que también participan rusos, iraníes y, por supuesto, cubanos. En Bogotá, la inversión directa de Pekín saltó a 1.000 millones de dólares, particularmente en comunicaciones, pero también en infraestructura y energía. (La inversión de Estados Unidos en este país es de 6.571 millones). En ambas naciones, sectores de valor estratégico, están cayendo en manos de China (“serio competidor”, como la cataloga Biden) que, sin prisa pero sin pausa, está colonizando el patio trasero de Estados Unidos con dinero, negocios, cultura y diplomacia, mientras Washington despliega su poderío naval en otras partes del mundo, particularmente en el mar del sur de China y en el estrecho de Taiwán. Lo militar chino llegará a la región a su tiempo, aunque ya ha hecho avances significativos.

Romanos, EE UU y China

Biden ha prometido 3 billones de dólares de ayuda económica para fortalecer el desarrollo comercial y económico de la región y probablemente no sea complaciente con Cuba o Venezuela, dado el arrollador caudal votante latino, especialmente en Florida. Y no podrá desoír el llamado de atención de sus militares y organismos de seguridad, debiendo tomar medidas con Rusia, su “oponente” como la califica, que vende trebejos mortíferos a Venezuela y con Irán que deambula gestionando extremismo islamista en toda la región. Para desencanto de la izquierda regional, podría incluso ser más radical que el propio Trump quien, de continuar, deberá insultar menos y tomar medidas más severas.

Porque gobiernos, estúpidos como el de Miraflores y cauteloso como el del Palacio de Nariño, están abonando el terreno para que el rival de la Casa Blanca avance inexorablemente, convirtiéndose en el principal reto a la seguridad norteamericana.

No importa que el temperamental Trump o el octogenario Biden y su exuberante Kamala, la de pantalones, manifiesto “progre” y nexos periféricos con intereses chinos, se agiten en dos extremos del elástico político, si las instituciones militares y de seguridad se mantienen centradas en sus misiones históricas y constitucionales, de manera clara y firme. Con esta condición, Washington podrá ejercer muchos años de poder global y ver su declinación lejana. Pero maniobras políticas contemporizadoras, débiles o erradas pueden perder Latinoamérica, su frontera próxima, como, y lo digo simbólicamente, los romanos perdieron la suya en Teutoburgo (año 9), batalla que oficializó su decadencia imperial, ante los lloriqueos de César Augusto en los pasillos de la Casa Blanca, perdón, de su palacio en Roma. Solo que, en este bosque latinoamericano, la Clades Variana se está librando lentamente, sin un solo disparo, aplicando las recomendaciones que hizo Sun Tzu desde hace 2.500 años.


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