“envejezco… envejezco …” (T. S. ELIOT)

Pues resulta que en un pueblo remoto de Rusia vive un hombre de treinta años con el aspecto adolescente de un chaval de trece. Esto no es lo corriente. Tampoco es normal que chavales de catorce años quieran aparentar ser adultos antes de tiempo. Pero, desgraciadamente uno se tropieza con muchachos superficiales y fingidamente desenvueltos en un mundo demasiado grande para ellos. La actitud seca, áspera como de persona madura, de algunos de ellos en el trato con quienes efectivamente han vivido lo suficiente para comportarse como tipos desengañados de la gente así en general, desvela el sinsentido de los críos que creen que saltarse etapas les vendrá bien. Las noticias de estas semanas, meses y años nos enseñan las consecuencias de la falta de educación, la falta de calma de adolescentes equivocados, pasados de rosca.

No sucede así con Denis Vashurin. El caso de Vashurin sigue otra ruta muy distinta. Este  hombre de treinta y dos años de edad suponemos que ha recorrido el camino de la adolescencia paso a paso sin atajos. En un momento de su vida, Vashurin dejó de crecer quedándose con una apariencia juvenil que llamó la atención entonces y ahora. Su físico ligero resulta llamativo con más de treinta años. Denis podría ser tranquilamente un chaval menor de catorce años. Uno puede suponer que a nuestro protagonista le molestase tener ese cuerpo de muchacho cuando acude a trabajar o cuando sale con su novia.

La situación personal de este ruso es ambigua: ser un hombre y parecer un crío. Es verdad que su nombre de pila ayuda a crear confusión, puesto que Denis es el clásico nombre comodín que eligen los padres tanto para chicos como para chicas, al igual que Ashley. Esta clase de nombres obliga a uno a buscar la cara o el retrato de Ashley o Denis para saber si se trata de un usuario masculino o femenino.

El caso es que la historia de Denis Vashurin recuerda inevitablemente a El curioso caso de Benjamin Button, el magnífico relato breve de Francis Scott Fitzgerald en el cual un hombre nace viejo y la vida sigue hacia delante pero en sentido contrario, es decir, Button crece volviéndose joven. Hay una película protagonizada por Brad Pitt en el papel de Benjamin Button. También se conoce un anuncio de una célebre marca de coches alemana que le dio vida a este argumento de Fitzgerald. La genialidad -o el deseo- de esta idea fue dibujada por Joaquín Salvador Lavado (Quino, el dibujante de Mafalda) con el título “La vida al revés” resumido en una sola viñeta con un mensaje bestialmente bueno.

Como le gusta recordarnos a Juan Cruz a menudo, Scalfari tenía razón cuando decía:“Que el perro muerda al hombre no es noticia; que el hombre muerda al perro es noticia.” (“El periodismo es un oficio cruel, Juan Cruz; El País, 15.02.2009)

En fin, la noticia del hombre que no envejece ocupaba estos días los medios de comunicación. Y no es para menos.


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