Estamos librando las batallas de antaño que nos narraban nuestros abuelos. Las leyendas de aquellas epopeyas entre sables y cañones ahora se han transformado en realidades de balas, gas y deserción. Una generación entera se levanta en conciencia y en alma porque no escogió luchar por decisión sino por accidente.

Hoy la calle sigue encendida al igual que las tácticas del régimen de facto para minimizar el descontento general. Las protestas por reivindicaciones salariales, recurrentes en Venezuela, se han recrudecido en los últimos días en el polo minero de Bolívar, ya que el poder adquisitivo de los venezolanos se ha diluido en medio de una crisis que se extiende por más de una década y con tendencia a empeorar.

«¿Dónde están los reales»? Fue una consigna utilizada por un ex presidente, en aquel entonces candidato presidencial, para expresar la gran incógnita que tenían los venezolanos sobre el destino de la inmensa fortuna que dilapidó el gobierno de turno. 40 años después nos hacemos la misma pregunta. Para recordar uno de los tantos casos de corrupción, el último y más asqueroso es el desfalco milmillonario de la red de corrupción Pdvsa-Cripto –estructurado en torno a Tareck el Aissami, uno de los jerarcas del régimen, caído en desgracia-, ha producido una sangría de recursos que ha colocado en serios problemas de flujo de caja al régimen de facto de Nicolás Maduro. Miraflores ha perdido 3.000 millones de dólares que no ha podido invertir en obras de gobierno por causa de facturas petroleras no cobradas. Los funcionarios corrompidos del chavismo usaban las rutas alternas que exige el cerco de las sanciones internacionales para apropiarse del dinero producto de la venta de petróleo. Esto a su vez exacerbó el descontento de la masa trabajadora venezolana, y con razón.

Muchos quizás crean que esto es un juego de ruleta, otros lo ven como la oportunidad de posicionarse y cobrar, algunos como la lucha obtusa de los renegados pero, es algo más allá, es algo más profundo y más importante. La lucha por un país empieza por el compromiso que posean sus ciudadanos y sus guías. Simón Bolívar no pudo solo. Necesitó la ayuda de todos los caudillos de la época y de las naciones interesadas en nuestra independencia. Todo fue un plan orquestado en unidad y de ahí­, Vicente Salías se inspiró para darle forma a las gloriosas notas de nuestro himno: «la fuerza es la unión…»

Sin embargo, esa unión se desmoronó casi en su totalidad y sus arquitectos están tanto en su núcleo como en las gradas. La responsabilidad debe recaer en cada uno de nosotros como iguales porque esta lucha no es sólo de un sector. Las decisiones que se hayan tomado en claustro no fueron las más idóneas, pero la ferviente sed de sangre y frustración que muchas veces domina a cada ciudadano por alguna razón también influyó en su caída. Si los políticos luchan son unos falsos, si no luchan son unos traidores, si vienen son faranduleros, si no vienen son unos flojos y un largo etcétera que inunda las redes y reuniones. La unidad es tarea de todos no meramente de un sector.

Unión, palabra que tiene mucho significado conceptual, pero la práctica es algo engorrosa. Intereses deambulantes y misteriosos, rencores que rayan en el odio, la sempiterna búsqueda de ser el Mesías, el radicalismo a toda potencia y el neocaudillismo hace que nuestra gente se sienta en las nebulosas y sin conducción, en el Limbo, el primero de los círculos de Dante. ¡El país nos necesita, unidos y convencidos! Estamos en sobrevivencia en la Venezuela del «no hay» y esa lucha es algo épico, tan épico que de no estar a la altura de las circunstancias ni Homero en persona podrá escribir ni una sola oración de todo nuestro esfuerzo.

Las actividades deben ser apoyadas, difundidas y abiertas en su totalidad porque la lucha de un sector es por los derechos de todos por igual, sin importar el color y la tendencia se debe articular el músculo desde su esencia y su base. He ahí­ la fuerza y el dilema. La mayoría es de simple retórica. Hay que empezar a reconstruirla nuevamente.

Debemos entender de una vez por todas, aunque cause molestia para algunos fanáticos que no todos pueden ser Bolívar pero Bolívar no puede sin todos ya que es una lucha mancomunada. Aprender a limar, lustrar y duplicar los esfuerzos y la disciplina para mejorar la unidad. Tomemos en cuenta una frase, que resuena y resonará por toda la eternidad: «Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos». Empecemos por lo más sencillo porque lo más difícil ya lo estamos haciendo que es luchar.

@JorgeFSambrano


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