«Bella ciao» es una oda a la libertad, un himno de la resistencia que ha burlado barreras idiomáticas e ideológicas para ser entonado hoy por todos aquellos que sueñan con un cambio.

De orígenes confusos que la llevan de la boca de las cultivadoras de arroz de los valles del río Po a la de los judíos asquenazí que se asentaron en el centro y este europeo y de allí a Nueva York en la voz de Mishka Tziganoff en 1919, lo cierto es que se encumbró en el gusto popular durante la Segunda Guerra Mundial de la mano de los simpatizantes del movimiento partisano italiano, que luchaba valerosamente contra los fascistas.

Sin problemas de idiomas saltó directo a los festivales mundiales de las juventudes comunistas que tuvieron lugar en los Estados del bloque socialista. Le siguieron en su lista de escenarios revolucionarios el Mayo francés y otros movimientos de izquierda. En los setenta fue traducida al español y formó parte de los cánticos del Chile de Allende y la unidad popular.  Hoy se deja oír en casi todos los idiomas traspasando las fronteras ideológicas, como queriendo decir adiós a los autócratas y las injusticias, independientemente de su color.

Estuvo presente en las manifestaciones de la plaza Taksim contra Erdogan en 2013, contra el G20 en Hamburgo en 2017, contra Macri en Argentina en 2018, donde se convirtió en «Macri Ciao», y más recientemente contra Salvini en Italia; pero también la cantaron los ultraderechistas simpatizantes de VOX en un mitin en marzo de 2019 en Madrid y uno no puede sino sonreír.

Y es que el fascismo normalmente atribuido a Mussolini, Hitler y Franco tiene tanto en común con los regímenes autocráticos de izquierda que no es difícil imaginar a los partisanos italianos inmolarse ante un Iglesias, un Ortega, un Chávez o un Maduro, tan populistas y mentirosos como aquellos.

El PSUV facistoso, el nacionalsocialismo criollo, si se me permite el juego de palabras, como su contraparte europea, pasó de las consignas contra la pobreza a saquear la economía por vía de la “nacionalización” y a perseguir a cualquiera de tinte opositor. Compró votos y conciencias, adentro y afuera, hasta que se le acabaron los reales, tirándole solo migajas a ese pueblo que juró defender. El “hombre nuevo” es un mendigo e incapaz de pensar por sí mismo, porque la educación fue convenientemente reducida a escombros. Alimenta cuerpo y espíritu de propaganda, que es lo único que hay en abundancia, y se prepara para guerras ficticias contra enemigos ficticios.

Lejos de estas reflexiones, los millennials la conocen sobre todo por la serie española de 2017, La casa de papel, que la ha utilizado en varios capítulos como un himno al valor, en el marco de una lucha antisistema. Ya se la apropiaron y le dieron un rostro: el de Dalí, quien multiplicado llena de color los sitios más grises.

Dicen que Maduro la cantó, que le gusta la serie, que incluso la recomendó, como si todos pudieran ver Netflix en esta Venezuela opacada bajo su régimen. Probablemente quisiera hacer un guiño a la historia sin darse cuenta de que se está apuntando a sí mismo… Que todos los tiranos terminan por caer, igual que Mussolini aquel 25 de abril de hace 75 años. Ciao contigo!

Mejor concluir refiriéndonos al día en que un grupo de alemanes mostró su apoyo a Italia en medio de la pandemia entonando la canción como un himno de resistencia; lo que, a mi modo de ver, ante las cámaras del mundo, terminó de despojarla de su tinte ideológico al remarcar que no importa de dónde viene sino adónde va y el sentido que cada uno le dé en el marco de su lucha particular.

 Questa mattina mi sono alzata …

@mariagab2016


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