José Gregorio Hernández Cisneros, nació el 26 de octubre de 1864 en Isnotú, humilde localidad del hermoso estado Trujillo, ubicado al oeste de Venezuela, en la región de los Andes. Médico, científico, profesor, filántropo de vocación religiosa católica y franciscano seglar, fue testimonio de generosidad, caridad, solidaridad, fe en Cristo, con un corazón especial movido por los pobres y desfavorecidos. En 1949 la Iglesia Católica —Lucas Guillermo Castillo, quien fuera arzobispo de Caracas— inició el proceso de canonización para designarlo santo. En 1986, el papa Juan Pablo II reconoció sus virtudes y lo declaró venerable. El proceso se renovó el 18 de enero de 2019, luego de un supuesto milagro; el 9 de enero de 2020, la Comisión Médica de la Congregación para la Causa de los Santos lo aprobó, lo atribuyó a su intercesión; de igual forma ocurrió el 27 de abril de 2020 con la Comisión Teológica. Y el 19 de junio de 2020, la Congregación para la Causa de los Santos promulgó el decreto con la autorización del papa Francisco para la beatificación del Venerable.

Dato curioso: José Gregorio Hernández abrumado, dolido, afligido por la terrible situación que se vivía durante la Primera Guerra Mundial, ofreció a Dios su vida, pidiéndole que aquella guerra acabara. El 28 de junio de 1919 se firmó el Tratado de Versalles con el que se dio fin al conflicto bélico. Un día después, el 29 de junio de 1919, el Médico de los Pobres fallecía a la edad de 54 años, a causa de un impacto en la cabeza con el borde de una acera, luego de tropezar a causa del golpe de un automóvil, en la esquina de Amadores que está ubicada en La Pastora, Caracas.

Nunca es tarde para agradecer al Sumo Pontífice, sus ejecutivos y expertos vaticanos, así como a la Iglesia Católica venezolana, la elevación a los altares de ese gran ciudadano de luminoso y diario bien. No declarado santo todavía, paso final y definitivo, pero sí beato, nivel inmediato anterior con el cual la Iglesia registra que el hombre sí ha hecho milagros y puede rezársele con fe en solicitud de nuevos prodigios, es decir, reconocido formal como intermediario ante Dios, que es quien realmente los hace.

Bienaventurado y reverenciado, alcanza tener sus imágenes en templos, los fieles pueden invocarlo, rezarle, pedirle su mediación ante Dios. Sin embargo, ha trascendido a los altares. Su efigie es reconocida en lugares donde no siempre se ve a un santo. Para la cultura venezolana es un icono inconfundible en tiendas de diseño, talleres de fotógrafos, artistas, mecánicos, peluquerías, bodegas, tiendas souvenirs, artesanías. Venezuela tiene un motivo de orgullo, gozo, satisfacción, ilusión y esperanza, reestableciéndose un vínculo pretérito e incuestionable, la conexión emotiva que pueda sacar de la penumbra a la población necesitada.

No es solo que se le rece para que cure alguna dolencia, fue médico, y de excelencia; favorecía a los menos afortunados y más necesitados de la capital –Caracas– donde vivió y quienes le pedían su ayuda para curar enfermedades más de una vez declaradas incurables por sus colegas vivos que, aunque científicos de esfuerzo y sacrificios, no siempre tienen a Dios de compañero, es asunto de fe y no de estudios universitarios.

Ahora que la Iglesia reconoce lo que el pueblo sabía y anhelaba desde hace décadas, tal vez deberíamos pedirle al Dr. José Gregorio Hernández no solo la curación de nuestros malestares y dolencias. Es mucho más, que cada uno suplique por sus padecimientos particulares, lo vital, trascendental, que todos le solicitemos con fervor interceda por la curación de Venezuela, enferma y moribunda.

La Venezuela de este primer cuarto de siglo se contaminó e infectó con la epidemia del castrismo-socialista, desposeídos de méritos, convertidos en instrumento de poder, síntomas palpables de incompetencia, corrupción, egoísmo generando y profundizando cada día, hambre, enfermedades, malos servicios públicos, peor calidad de vida, economía en desbandada y ruina, delincuencia convertida en arma; despliegue de un régimen que da malos ejemplos de robo público, abusos armados, secuestros, ocultaciones de personas, persecuciones y la primacía de ganar dinero por encima de todas las cosas empezando por las leyes útiles para el aferramiento con garras y colmillos al poder, pero papel mojado cuando se quiere aplicarlas en defensa del ciudadano común; el que no tiene poder pero sí derecho no cumplido a ser respetado, protegido, cuidado, respaldado e impulsado por el Estado.

Esa es la grave enfermedad que agobia y atormenta a los venezolanos, la verdadera plaga por cuya curación debemos pedirle también al Venerable beato. Como un moderno san Miguel Arcángel, que amenaza a este infierno comunista, socialista, despótico e inmoral, pero aún no se decide luchar contra el Satán castro-comunista. Mientras analiza su propia geopolítica y aplica castigos llamados sanciones; los venezolanos desesperados, hartos, devotos y desarmados, tenemos este nuevo recurso, suplicar, rogarle a Dios a través de José Gregorio Hernández que intervenga y cure este cáncer malvado que nos mata un poco más cada día. El milagro podría ser concedido cuando Dios decida, sea cual sea el pecado que hemos cometido, está sobradamente castigado, pagado y perdonado.

@ArmandoMartini

 


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