Barbie de Greta Gerwig es una mezcla de exploración sobre la feminidad, la figura de la mujer en la cultura pop y el reclamo social sobre el rol de género. Pero más allá de eso, es una historia conmovedora acerca de la búsqueda del camino personal y el mundo interior. Todo, en medio de una deslumbrante puesta en escena y un elenco que capta un tipo de magia engañosamente ingenua, que resulta conmovedora. 

Barbie (Margot Robbie) es perfecta y lo sabe. También, que vive en un mundo impecable y radiante. Que el pasado siempre será un buen recuerdo y el futuro, algo fastuoso. Pero entre toda esa esperanza artificial y levemente irritante, hay una leve perturbación. La siempre sonriente, adorable y optimista figura, comienza a hacerse preguntas sobre la vida. No la suya, destinada a límites color rosa y la percepción de lo que le rodea como una rutina interminable creada a su mayor gloria, sino lo que hay más allá. Lo que habita en los lugares en los que nunca pensó o las dimensiones de la vida en la que jamás pensó meditar.

“¿Alguna vez han pensado en la muerte?”, dice Barbie, en medio de una fiesta coreográfica perfecta. Todo reluce, irradia alegría por vivir y una reluciente ingenuidad. Pero la interrogante detiene las palmadas y las risas, la eterna alegría. La directora Greta Gerwig transforma la escena, en apariencia inocente, en el comienzo de algo más elaborado. El guion, que también escribe junto a Noah Baumbach, tiene la suficiente delicadeza para sostener un discurso elaborado, sin que eso afecte la ternura de un mundo elaborado al detalle. Uno de los elementos que más sorprenden acerca de Barbie, es su capacidad para recrear, reconstruir y profundizar en la mitología a la icónica muñeca. A su poder proverbial para romper el canon de lo que una mujer podía ser en el momento de su creación y en lo que ahora encarna, en mitad de una discusión directa acerca de su permanencia e importancia.

Barbie es mucho más que un homenaje a uno de los juguetes — y marcas — más famosas del mundo. Es una exploración acerca de los roles de género, la perpetua admiración por la belleza y también, la naturaleza humana. La directora utiliza cada elemento de un detallado y asombroso apartado visual, para narrar no solo una historia compleja con varios niveles de interpretación. A la vez, una cuidadosa fábula acerca del valor de la vida humana, el humor y la inocencia. Poco a poco, lo que parece una exploración de IP destinada a deslumbrar, se transforma en una gran interrogante: ¿cuál es nuestro lugar en el mundo? Barbie lo sabe o creía saberlo, hasta que cada cosa a su alrededor comienza a sufrir pequeños trastornos.

Desde una ducha matinal fría, pies planos o solo, la convicción que la vida perfecta — en color rosa — no es suficiente. Lo que hace que la protagonista titular vaya en busca de conocimiento. También, en comprender cómo el mundo humano elabora y sostiene su existencia, a pesar de que hasta entonces no los supiera. Mucho más, todo lo que tiene que aprender de él, no obstante la distancia que lo separa de Barbieland, la tierra de la perpetua inocencia de las muñecas.

La cinta aprovecha cada detalle para profundizar en este recorrido espiritual inesperado. Lo que permite a Gerwig explorar, adecuar y modular el mensaje al trasfondo de su historia. Barbie, vestida de rosa, luego de comprender que la realidad supera cualquiera de sus expectativas, va en búsqueda de su identidad, el peso que ocupa en el mundo. En el trayecto, se cuestiona acerca de las niñas que la aman — y la odian —, los pequeños matices de una dimensión de las cosas que jamás esperó ver o vivir, el amor, la solidaridad, incluso la vida y su finitud. Barbie, que encarnó a un ideal imposible, que se convirtió en símbolo inalcanzable, se enfrenta ahora al machismo, al rechazo, a su propósito arcaico. Lo que provocara que esta alegoría al espíritu femenino, al cambio interior y a la redención privada, se hace conmovedora e inesperadamente poderosa.

Todos en el mundo de Barbie

Uno de los elementos más asombrosos de Barbie es la manera cómo trasciende toda expectativa sobre su argumento. Se trata de una comedia — con un humor satírico bien construido y casi siempre, hilarante — pero a la vez, un relato de crecimiento por completo atípico. Barbie, el sueño de todas las niñas y también, la infancia perdida de otras tantas, llega al mundo real. Es acosada, insultada e incluso llega a la cárcel. Pero también aprende a reír, a carcajadas, a llorar, a enfurecerse. Barbie, toma la mano de una anciana — la hija de su creadora Ruth Handler, en un emocionante cameo — y descubre la variación del tiempo, el fenómeno de la edad, la ternura completa y subjetiva de comprender el paso de las décadas.

Margot Robbie convierte a su personaje en algo más que una muñeca. La actriz incorpora a su interpretación la conciencia del tiempo, del tránsito de las ideas, de la madurez profunda, brillante y bien construida, que se logra a través de comprender las raíces de las búsquedas privadas. La cinta, es una simbólica expresión acerca del recorrido hacia la visión de las dimensiones del aprendizaje espiritual. Pero también, se cuestiona sobre el rol de las mujeres, la libertad de escoger el camino ideal y al final, el triunfo discreto de encontrar un sentido a la aventura de vivir.

Barbie es mucho más que un homenaje a la muñeca titular. Es una reflexión meditada sobre la naturaleza de lo femenino en una época que transforma las ideas poco a poco. También, es un tributo a generaciones enteras, a niñas y mujeres que, por más de sesenta años, han delineado un universo que ahora pasa a la pantalla grande para contar una vivencia colectiva que les pertenece a todas. Con un argumento sensible, adulto y en ocasiones duro, Greta Gerwig logró narrar, quizás, una de las grandes historias del año.


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