Problemas de seguridad e invalidaciones: los riesgos de que las víctimas expongan a Karim Khan sus testimonios antes de un juicio

La Biblia habla que Sansón, uno de los jueces israelitas antiguos, con la quijada de un burro que aún estaba fresca mató a más de mil hombres. Este hombrón de figura recia y de fuerza extraordinaria elimina con sus propias manos a un león y hasta derriba un templo filisteo con la presión de su inmensa fuerza. Todo el poderío israelí escudado en ese momento en la asombrosa potencia de Sansón, capaz de acabar él solo con el ejército filisteo se rindió mortalmente ante una prostituta llamada Dalila a quien ya habían sobornado previamente para debilitarlo, neutralizarlo y cortarle el cabello que era el asiento de toda su fuerza y vaciarle los ojos. Este incidente bíblico del juez Sansón con Dalila, pudiera tomarse como la génesis de la especialidad de inteligencia en el medio militar y en los ancestros de la KGB, la Stasi, la CIA, la NSA, el FBI, la Seguridad Nacional, el Sebin, la DGCIM y otros organismos de seguridad del Estado con extensión global; pero especialmente en el G2 cubano que ha hecho de Dalila un arma eficiente en toda la institucionalidad venezolana desde mucho antes del 4F. Con sus tijeras socialistas le corta la cabellera a todo el liderazgo político y militar de todo el periodo democrático que se inició el 23 de enero de 1958, les saca los ojos y los deja más ciegos que sardina enlatada. Dalila aún mantiene la ceguera en algunos sectores venezolanos mientras la revolución bolivariana se mantiene en el poder desde hace 25 años y nada vislumbra en el horizonte que eso vaya a cambiar en el corto plazo.

Institucionalmente el valor de la inteligencia es un servicio fundamental al servicio del estado en una corporación que funciona con el combustible de la visión. La información fluye con lo que se ve y con lo que se oye; pero realmente lo que se observa es lo mantiene activo ese engranaje permanente que se llama el ciclo de la inteligencia que es básico para la producción de inteligencia útil, pertinente y oportuna que sirve a un comando para tomar decisiones. Es la vista la que eleva el estándar de la información y la que al final le da categoría de lomito a una servilleta con unos números de teléfono anotados, olvidados en la mesa de un bar, la visión es la que hace seguimiento y registra desde lo alto de un edificio con unos aparatos telescópicos y a través de una ventana el encuentro no tan casual en otro edificio al frente, de un sospechoso de nuestras filas de filtrar a otro estado información sensible. Corporalmente para la información que va a ser transformada en inteligencia son los ojos los más importantes a esos fines. Por eso la actividad investigativa se expresa con un logo donde se ilustra en prioridad una lupa. Y también por eso en un gabinete de estado mayor, antes de que el comandante tome una decisión el oficial que habla de primero y presenta su apreciación es el de inteligencia. A partir de esas conclusiones los otros miembros montan sus correspondientes, se presenta operativamente una recomendación y el comandante toma una decisión. Ese es el proceso académico formal ensamblado sobre las experiencias de combate y formateados en los manuales que sirven de formación y capacitación a todos los militares. Eso es doctrinario y no ha cambiado aún. En lo atinente al S-2, G-2, E-2, directores de inteligencia y cualquier profesional militar la estructura de la fuente o de la agencia que estrecha el camino hacia la verdad en el conocimiento del enemigo, del terreno y de las condiciones meteorológicas este se trajina enfocándose en lo que se ve. En la inteligencia están los ojos y los oídos del comando. Fundamentalmente los ojos.

La función de la inteligencia es aclarar el panorama operativo al comandante y a su Estado Mayor; y oscurecerle el del comandante enemigo y su Estado Mayor. De allí surgen decisiones viables para aquel y desacertadas para este. Cuando es así y eso se mantiene en el tiempo, expresándose en victorias y derrotas sin ninguna línea de alteración, los créditos se registran al valor operativo del vencedor y la larga cadena de descalabros y pifias, a la incompetencia, la ignorancia, la nulidad, la ineficiencia y las torpezas del vencido. Y todas estas negatividades se asientan en la subestimación que hace el dominado hacia el ganador. Ese piso está en la ceguera original o en la inducida. En el primer caso es de patología en su originalidad y en el segundo es atribución de una Dalila que se encarga de crearla a través de una refinada y pulida dinámica, parte de un plan cuyos fines son similares a los que cumplió al pie de la letra la puta filistea con Sansón. En el caso venezolano, dado el nivel de ceguera, los ojos de la dirigencia se los sacaron con una tijera de jardinero.

Todas las derrotas de la democracia que se enterró en 1998 tienen su base en la seducción que ejerció la Dalila caribeña en la nomenclatura política, económica, social, empresarial, intelectual y militar. Las victorias revolucionarias a partir del triunfo rojo rojito del teniente coronel Hugo Chávez fueron también una consecuencia de la meretriz originaria de La Habana que no solamente le raspó el coco al liderazgo criollo especialmente al militar representado por los generales y almirantes de la época –con contadas y estrechas excepciones institucionales– a quienes hasta les arrancó uno a uno los pelillos de la nariz, que en el caso de algunos eran casi crines de caballo o cerdas de la cola en incompetencia, en corrupción, en oportunismo y en sus históricas ambiciones de poder político desde que Vicente Emparan se embarcó en La Guaira a rendirle cuentas a su majestad en Madrid después del 19 de abril de 1810. Cuando se pide un ejemplo de esto último entonces hay que remitir al documento de bienvenida a Fidel en 1989. Toda una invitación notable e intelectual para que Dalila alternara con la flor y la nata venezolana. Un escrito que después se editó, se mejoró y se vectorizó política y militarmente con el manifiesto de los notables hecho público en agosto de 1990. Y desde allí se intensifica la subestimación hacia el contrincante que ahora campea a sus anchas no solamente al nivel del liderazgo, también en los seguidores.

El régimen exterioriza su representación oficial en Nicolás Maduro, un antiguo operador de Metrobús sin ningún logro académico universitario y con habituales expresiones públicas que han fijado en el común una imagen de bruto, de inculto, de tosco, de rudo y de chabacano. La idea de ineptitud, de incapacidad, de ignorante y de bruto ha servido de base para que desde el sector que adversa al régimen se establezca cada conclusión política y las opiniones sobre ese estereotipo que ha adquirido ya carácter de inmutable. Especialmente en las redes sociales que dominan en amplitud la opinión pública. El punto es que este sigue en el poder con el beneficio de esa semiótica de bruto, de inculto, de tosco, de rudo y de chabacano sembrada y acuñada convenientemente desde La Habana. Cada vez que se apela a ese signo para descalificar políticamente, los resultados en el tiempo a quien erosionan es al emisor de la subestimación. Igual ocurre consonantemente con las referencias que se destilan hacia la Fuerza Armada Nacional (FAN), especialmente de exintegrantes de la actividad en las Fuerzas Armadas Nacionales (FF.AA.NN). La actual institución armada es otra en 180 grados después de los eventos del 11 de abril de 2002. Cambió en su manera de pensar, en sus desempeños, en sus estructuras, en sus dispositivos, en sus valores y sus principios, en la concepción y adaptación al honor, en sus cultos y en sus proyecciones corporativas. La disciplina tiene otra ruta, la obediencia atiende a otros jefes y la subordinación es a la continuación en el poder político. Cualquier juicio hacia los militares actuales que se haga tomando las referencias de la vieja institucionalidad no tendría pertinencia; una opinión sobre el nivel del entrenamiento, el mantenimiento, el liderazgo, la moral, la doctrina, o el equipamiento desempolvando solo los recuerdos y las telarañas del pasaje por los cuarteles antes de 1998 y aferrándose solo a lo que se observa desde la distancia en cualquier unidad militar no tiene la seriedad y el rigor profesional si no se dispone en la mano de los resultados del perfil 20 de las cuadras del Ejercito, en las cubiertas de la Armada, de los hangares de la Aviación Militar, y las alcabalas de la Guardia Nacional, del escáner del patio de formación o de la resonancia magnética de las formaciones de lista y parte, como lo hace un médico con los valores de la hemoglobina, el colesterol, la creatinina y los triglicéridos para aproximarse en un diagnóstico del paciente. Apresto operacional y poder relativo de combate son conceptos distintos y con cuantificaciones establecidas en tablas cuyos resultados son los que permiten establecer los niveles y dictaminar si se puede o no cumplir la misión. La inspectoría general del ejército tenía guías de verificación para darle al apresto operacional valores numéricos y el manual de operaciones para calificar con guarismos las estimaciones del poder relativo de combate. La FAN actual es la que sirve de soporte al régimen y cogobierna en la revolución bolivariana desde el primer día. Eso debe servir para no subestimarla; lo que ha sido la cuerda para la permanencia roja rojita en el poder.

El régimen se mantiene en el poder político en comandita con la FAN en una realidad que desmiente categóricamente esa especie que subestima inútilmente a la yunta, relacionada con el bajo apresto operativo de los militares y su incapacidad para el cumplimiento de la misión, y que pone al Sansón que la expresa como argumento descalificante para esa sociedad en Miraflores, en la condición de haber estado con Dalila y sucumbido a sus encantos, y que esta le haya pasado la cero cero y lo haya dejado barbilampiño en juicios y criterios.


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