Debía yo tener alrededor de los 8 años, tal vez 7, cuando vi la película Bello recuerdo, que protagonizaban la incombustible Libertad Lamarque y el niño prolongado Joselito. La historia iba más o menos así: Una profesora de música, Libertad Lamarque por supuesto, en un colegio quien tiene como alumno a un chaval, ¿quién más que Joselito?, el cual canta como los ángeles. Al volver a las clases tras las vacaciones de verano, se entera de que su pupilo no volverá porque su padre murió. Ella, muy afectada por la noticia, decide ir a darle las condolencias y se encuentra con una situación terrible en la que el niño vivía solo y en la ruina. Todos los ingredientes para llevar a la pantalla una de aquellas historias lacrimosas, en las cuales la diva, paisana de Fito Páez por más señas, fue ama y señora por décadas.

Hubo tres escenas que todavía recuerdo con nitidez. En una aparece él junto a, porque también fue conocida con ese mote, la Novia de América a bordo de un bote en medio de una laguna; ella de traje azul, peinado impecable, como debía ser, y él en mangas de camisa con el nudo de la corbata suelta y remando como un galeote, mientras entonan a dúo Quiéreme mucho. En la segunda está con otra grande de aquellos años, la mexicana Sara García, quien envuelta en un chal creo que violeta, le abre la puerta de su apartamento y entra el aparente niño –y escribo esto porque ya el “chamaquito” tenía 18 años pero continuaba teniendo 1,43  de estatura– cantando, para luego sentarse en sus piernas a hacerse arrumacos.

Evoco al diminuto hijo de Jaén al leer las informaciones destapadas en la península ibérica respecto a ciertas maromas de una empresa, ya secular, dedicada a producir jamones y que, casualmente, lleva su mismo nombre.  Las aparentes trapisondas de la más afamada  productora de derivados de cerdo en España fueron develadas por el periodista Manuel Cerdán. Este investigador dio a conocer que cierto señor, de origen monaguense por más señas, y al que no se puede mencionar porque suele arremeter con una tropa de sicarios judiciales, para dizque callar lo que es noticia del mundo entero sabida, aparece cual Creso tropical en una jugada hasta ahora poco clara, y la que permitió inyectar dinero a esa empresa. Por cierto, la criadora y procesadora de puercos tenía ciertos problemas de caja que, ¡oh sorpresa!, súbitamente han sido resueltos. Esperemos que la cuota gubernamental del partido de impresentables como Iglesias, Monedero y Echenique no llegue al punto que se pueda sabotear ese trabajo informativo.

Imposible no preguntarse ¿cómo hizo un exoficial de escaso rango para manejar las cifras que inicialmente han sido ventiladas, se habla de miles de millones de dólares, en un supuesto manejo poco transparente? Por lo visto ya ni las apariencias se guardan, la mujer del César, el propio César y toda su parentela poco se cuidan de que se vea que honestos precisamente no son. Ni siquiera se molestan en tratar de parecerlo. Por lo pronto, pareciera que una de las camarillas de este gobierno que padece nuestro país, pareciera haber clavado sus banderillas de alforjas buchonas en Joselito.

Y uno se sigue preguntando: ¿Cómo una empresa cuya producción entera  se vende en el sistema por cupo y en premier, o sea que primero se pagan y se reciben años después, cayó en semejantes trapisondas? ¿Serán tan buenos para el canto sus dueños como su tocayo andaluz?  ¿Será que este Joselito, el de las dehesas y mataderos, dejará saber cómo se llegó a lo que Cerdán ha destapado? ¿O será que sus amos son más bien como el final de la película que mencioné al comienzo, y esta es la tercera escena que recuerdo, en la que los protagonistas cierran entonando: “Era su copla promesa / y un jilguero se cruzó / daba sus trinos al viento / y en el viento se perdió”?

© Alfredo Cedeño

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