La tragedia de Güiria ya ha recibido todos los calificativos de horror que merece puesto que se trata de algo que por su cínica gravedad será recordada por largo tiempo. La desgracia de que en esta ocasión  hayan muerto veintitrés – o tal vez más– personas es suficientemente impactante de no ser porque ha aparecido ya una derivación aun peor como lo es el intento de aprovechamiento político por  parte de distintos actores.

Por asqueroso –que no sorpresivo– sobresale el comentario de Diosdado Cabello, quien en exhibición del más olímpico desprecio por la moral y la compasión ha afirmado sin rubor alguno que la desgracia no habría tenido lugar si los participantes del trágico viaje hubieran aprendido a nadar en una piscina antes de arriesgarse a emprender la travesía. Este columnista declina ofrecer una respuesta a tamaño exabrupto a fin de mantener el decoro que caracteriza a la sección de Opinión del periódico.

El eterno aspirante chavista a la presidencia colombiana –Gustavo Petro– ha declarado que la culpa es de Trump porque impone  sanciones que empujan a los venezolanos a emprender estos arriesgados viajes en busca no ya del ansiado “sueño americano” sino de su equivalente tropical. Es así como quienes se largan a caminar hasta Perú o Chile, como quienes se ahogan en el golfo de Paria, son víctimas del “imperio” y no del régimen que los empuja a lo ignoto y arriesgado.

Un pobre infeliz que momentáneamente ocupa la Gobernación de Sucre se declara exento de toda responsabilidad por cuanto los viajeros salieron del país  por un puerto no autorizado sin que se hubiese hecho entrega a la autoridad competente de la lista oficial o manifiesto de los pasajeros embarcados en el fatídico viaje. Es como si en Cuba se reclamara a quienes sucumbieron en un viaje hacia la Florida montados sobre un caucho por no haber participado sus intenciones  al Comité de Defensa de la Revolución de su zona y la culpa hubiese sido de los tiburones hambrientos por no haber sido suficientemente saciados por el “imperio”. Todo eso revela la más abyecta calidad moral de la cual –por desgracia– ya no nos asombramos.

Trinidad & Tobago es una pequeña nación insular  de menos de millón y medio de habitantes con un nivel económico bastante superior al resto de los países de la zona debido a su condición de país productor de petróleo y de gas  que le exime de las carencias comunes a las demás islas caribeñas y por tanto no justifican una política egoísta, xenófoba y excluyente en materia de migración acompañada también por un expediente no muy limpio en materia de derechos humanos. Ello sin perjuicio de una conducta bastante guabinosa en su relación con el chavismo/madurismo que se ha expresado en posiciones dudosas en la OEA.

Baste decir que cualquiera que sea la normativa migratoria de Trinidad & Tobago, la misma nunca puede estar por encima del acatamiento de los derechos humanos cuya vigencia no permite excepciones ni por encima del principio de “non-refoulement” que consiste en la prohibición de devolver o deportar refugiados o inmigrantes irregulares regresándolos al país del cual huyen y al cual su retorno les expondría a peligros y malos tratos. Trinidad ha violado flagrantemente ambos principios, lo cual le hace incurrir en responsabilidad internacional. Tal como hemos dicho en otras ocasiones: es posible que perdonemos, pero sí es seguro que no olvidaremos la maldad practicada en perjuicio de los más modestos de nuestros hermanos venezolanos.

No podríamos concluir las presentes líneas sin anotar el muy poco entusiasta reclamo de Miraflores –tan vociferante cuando le sirve– ante la inhumana acción de nuestro vecino y la criminal conducta de quienes trafican con la vida humana organizando estas travesías que en un todo se parecen a las que se escenifican en las precarias pateras que desde África cruzan el mar Mediterráneo en busca de Europa.  Es entendible que desde la perspectiva “bolivariana” así se conduzcan ahora que sobra evidencia que apunta a  la existencia del nuevo fenómeno de los “balseros venezolanos” que es consecuencia directa de las insostenibles condiciones de vida que Maduro y secuaces vienen imponiendo al pueblo llano que solo atina entonces a asumir grandes riesgos en su lucha tan solo por sobrevivir.

 


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