La desmotivación acecha nuestra trinchera y a ella ya ha llegado la frustración, haciendo de las suyas sin piedad ni contemplación. Atacan nuestro talón de Aquiles porque conocen nuestra debilidad a la perfección. Nos aturde, nos confunde y nos destruye. No hay salida en el laberinto criollo. Nos toca buscar la calma en medio de la tormenta.

Muchos se ahogan en la eterna búsqueda de la razón absoluta, en interminables carreras «presidencialistas» hasta «concejalistas» sin hablar con franqueza sobre los problemas que desintegran al venezolano de a pie, la odiosa sempiterna línea divisoria entre izquierda o derecha, blancos, azules o amarillos y los interminables ataques desmesurados y sin criterio hacen que la población venezolana caiga sumisamente en un letargo portentoso, del cual es difícil escapar.

¿De verdad se es tan ingenuo para pensar que luego de tanto el país se construye solo? Kelsen se debe estar retorciendo en su sepulcro porque el concepto que muchos tienen de democracia es algo torcido.

Quizás, muchos debieron reprobar historia universal porque en su práctica, las acciones hablan por sí­ solas.

Más allá, en el terreno álgido y tumultuoso de la «sociedad civil» escondida en la baranda a conveniencia, encontramos una gran dosis de odio inmensurable hacia sus contrapartes. Un odio acérrimo e incorregible como si se tratara de un enemigo a destruir o volver «polvo cósmico», como dijo hace mucho tiempo el intergaláctico destructor.

Al parecer ese discurso está rindiendo sus frutos. ¿En serio la hipocresía es tan fuerte como para pensar que la lucha es de un solo sector?, ¿de verdad siguen creyendo que la lucha es por el espejismo de pequeñas reivindicaciones? Pues, la soledad en estos momentos no es buena aliada y la crítica acéfala mucho menos.

Ahora, surgen otras interrogantes muy interesantes dada las circunstancias y la fe puesta en la proximidad de un futuro mejor: ¿Estamos preparados para gobernar y liderar los procesos que están por venir? La premisa del “luego de la tormenta viene la calma” está incrustada en la mayoría de los corazones y pensamientos de nuestros compatriotas, pero ¿estamos listos para esa “calma”? Debemos revisar exhaustiva y profundamente nuestro “plan abecedario” porque esta realidad pronto cambiará.

¿Qué haremos con un país dividido? ¿Qué haremos con una sociedad polarizada hasta los tuétanos? ¿Qué plan hay a corto plazo para medio estabilizar la economía y frenar la estanflación? ¿Qué garantías habrá para ese pueblo chavista desilusionado y para aquellos revolucionarios de verdad que fueron defraudados? ¿Empezarán «juicios de Núremberg” a la criolla? ¿Seguiremos con las regalías de gasolina y subsidios? ¿Estamos preparados para decirle a Juan que debe pagar el agua y a María el recibo de luz? ¿Verdaderamente existe gente de cambios o solo es un cambio de gente? Y así, un sinfín de preguntas que están rondando a lo largo y ancho del territorio venezolano. Nuestro pueblo nos exige inflexiblemente altura, compromiso y seriedad para la reconstrucción de nuestra nación.

Las respuestas deben llegar porque el pueblo espera. La esperanza y convicción debemos inyectarla en cada médula espinal y la confianza como antídoto para evitar la hemorragia que muchos han causado. La frase de un doncito de Guatire, a quien lo apodan “el padre de la democracia” sigue vigente: “No profeso ese universalismo de quienes se autotitulan ‘ciudadanos del mundo’. Antes que todo y primero que todo, soy venezolano. Siento y pienso como ciudadano. El interés por mi país lo antepongo, resueltamente al de otra nación“, pues, yo soy venezolano y todos los somos.

@JorgeFSambrano

#RendirseNoEsUnaOpcion


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