En 2019 institucionalicé en la primera clase de todos mis cursos la realización de una encuesta de tres preguntas sobre la situación de Venezuela. Los resultados de las primeras pueden leerlos en los siguientes artículos: “¿Qué piensan los jóvenes venezolanos de la Revolución cubana?” (24-IV-2019) y “¿Qué han aprendido los jóvenes en 20 años de chavismo?» (26-VI-2019). Aunque estas fueron experimentales, ahora hacemos una pregunta con respuesta cerrada (de muy buena a muy mala) sobre la evaluación que tienen de la vida bajo el régimen chavista (1999-2019). Y las otras dos son abiertas y se refieren a las causas de los problemas que hoy padecemos y el aprendizaje que nos ha generado, aunque señalando un solo aspecto. A partir de los resultados de las que apliqué -entre octubre y noviembre- en las tres universidades en las que dicto clases, intentaré hacer un balance sociopolítico del año que estamos finalizando.

Mis alumnos suman poco más de 230 divididos en 4 cursos en universidades privadas y 2 en la UCV. Las asignaturas son de historia, en especial de Venezuela. Y los estudiantes provienen en su mayoría de los diferentes niveles que posee nuestra clase media. Solo una minoría corresponde a la clase alta (entre ellos “enchufados enclosetados”) y la pobre. A pesar de ello, haré algunas distinciones entre universidades privadas y la UCV cuando lo amerite.

El primer balance del año lo ofrece la repuesta a la primera pregunta: 87% de la totalidad de mis estudiantes considera que estos 20 años de chavismo han sido muy malos o malos (entre ambas, la respuesta “muy malos” dobla a la segunda). En las universidades privadas solo 12% respondió que fueron tiempos que consideran “más o menos”, y en la UCV ninguno, pero en ella está el único de mis estudiantes que piensa que fueron “buenos” años. De alguna forma se refleja la realidad nacional que nos muestran las encuestas y que ha llevado la reducción de los seguidores del chavismo a 15%. En 2019 la tendencia del oficialismo a perder su apoyo popular se ha acelerado, lo cual evidentemente se relaciona con el indetenible deterioro económico y social de las mayorías.

Al consultarles sobre las causas de la crisis, podemos identificar que las respuestas más frecuentes son: la ignorancia del pueblo, la mala administración (en sentido amplio: corrupción, despilfarro, “malas decisiones”, etc.) y el chavismo (que muchas veces lo identifican con el socialismo). La persona que respondió que estos años fueron “buenos” señaló que la causa era “el bloqueo económico del imperialismo”, y otro dijo: “La mala implementación del socialismo”. Una diferencia en las respuestas entre universidades privadas y la UCV es que en las primeras se valoró la ignorancia como causa y en la segunda la “mala administración y el chavismo”.

Una mentalidad o perspectiva que ha ido creciendo peligrosamente en algunos jóvenes de clase media durante los años del chavismo es la que culpa al “pueblo” del desastre actual. Dicha idea se ha ido fortaleciendo con la frustración que se sufre en cada ciclo de lucha, tal como ocurrió en este 2019 con la esperanza generada por el presidente Juan Guaidó. Pero no me atrevo a decir que sea algo dominante siguiendo las respuestas que dieron al preguntar por el aprendizaje. Dicha frustración es entendible, aunque no valora los grandes avances que los demócratas en Venezuela lograron este año: una mayor presión internacional hacia la dictadura con duras sanciones, un fuerte apoyo diplomático al Parlamento y su presidente Guaidó, y el indiscutible informe de la alta comisionada para los Derechos Humanos sobre las características nada democráticas ni humanitarias del régimen chavista.

Las respuestas que dieron sobre el aprendizaje en estos años generan esperanzas. Lo primero es todo lo relativo a la resiliencia: coraje para enfrentarse a tantas dificultades, capacidad de adaptación y resistencia, el anhelo de seguir luchando para vencer, austeridad y valoración de lo sencillo y de las pequeñas cosas. Se pueden leer respuestas como: “Aprendí a sobrevivir; a valorar la comida, la familia, los amigos y la naturaleza”. Pero también hay un reconocimiento de la necesidad de asumir emprendimientos, la acción política, la formación ciudadana e histórica y la solidaridad. “Quiero saber lo que es vivir en democracia”, sueña uno de ellos.

En la UCV muchos afirmaron: “El socialismo no sirve”. Todo esto me hace pensar que el presente “estancamiento” político (y claro predominio de los antivalores estimulados por el régimen) no es tal ni posee el dominio absoluto. Poco a poco se va forjando una fuerte mentalidad de cambio que va más allá del solo deseo, por lo cual no podemos dejar de seguir sembrando los valores de la democracia y el progreso. Y finalizo recordando que estos tiempos navideños son propicios para recargar nuestras esperanzas y proponernos claras metas como sociedad. Para ello debemos abandonar toda actitud de aislamiento y salvación individualista. “¡No tengamos miedo!”.


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