Niña turca espera que la rescaten mientras protege la cabeza de su hermanito | Captura de pantalla

¿Cuánto puede el rostro de una niña debajo de los escombros conmover a un ser humano normal? Imágenes que recorren nuestro mundo, prácticamente a diario, consecuencia de la ocurrencia de catástrofes humanitarias por razones climáticas, deberían ser suficiente para poder modificar el patrón de superficialidad e irresponsabilidad con que no pocas clases dirigentes en muchos países se conducen.

Las tragedias causadas por tales designios de la naturaleza, como son los movimientos telúricos, por ejemplo, nos obligarían a todos los seres humanos, como adultos responsables del mundo, a proveerles elementos básicos al menos, y a guiar a nuestros niños y adolescentes para que se levantasen como nuevas generaciones que puedan tener una oportunidad de vida sana y digna. Todos deberíamos sensibilizarnos ante ellos, ante la urgencia de sus necesidades, que son lo más importante para que nos entendamos en una prolongada tregua de paz.

Se hace en estos precisos momentos de la humanidad una impostergable “Conferencia Extraordinaria de Naciones Unidas para la Paz y la Cooperación 2023” que exija la vital atención de las crisis derivadas de tales catástrofes naturales, y no provocar otras derivadas de la insensatez de generar guerras de invasión, justificándose en argumentos de “defensa preventiva” ante una supuesta acción de amenaza de naciones hermanas, como es el caso de Rusia, Ucrania y países de la Unión Europea que junto con Estados Unidos vencieron al fascismo, y crearon las Naciones Unidas al fin de aquella macabra II Guerra Mundial. Tampoco debe permitirse que se siga la experimentación en laboratorios sin los protocolos internacionales que aseguren la prevención en la transmisión de pandemia ante cualquier falla. Que posibilite la actuación con la responsabilidad internacional requerida y la transparencia necesaria al compartir la oportuna información para detener dichas amenazas, que es convertida, intencionalmente o no, en una catástrofe inducida; como fue el caso del covid-19.

Según datos de la Vicepresidencia de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, la población mundial alcanzó a finales de este año pasado 2022 los 8.000 millones de habitantes. De estos, según Unicef, organización también de Naciones Unidas especialmente dedicada a los niños y adolescentes, existen en el planeta 3.200 millones de niños dentro de las 7.000 millones de personas con necesidades de asistencia. Lo anterior implica que 7 de cada 8 habitantes en el mundo padece carencias importantes, es decir, 87,5% requiere asistencia. De estos casi la mitad, más de 45%, son niños.

De su reporte sobre “Crisis regional por la situación de Venezuela” (13 de diciembre de 2022) Naciones Unidas señaló que 7,7 millones de personas necesitan ayuda humanitaria en nuestro país, mientras que una cifra muy cercana de 7,1 millones de personas se ha conformado como migrantes y refugiados en todo el mundo.

En un reciente acuerdo (26 de noviembre de 2022) suscrito entre representantes del régimen de Maduro y los de la llamada Plataforma Unitaria que comprenden los partidos que obtuvieron la mayor representación en las reconocidas elecciones parlamentarias de 2015, las partes se comprometieron a destinar los fondos venezolanos congelados por  sanciones internacionales a la dictadura, para avanzar en la atención de las urgentes necesidades humanitarias en Venezuela. Dichos fondos se pretende lograr que sean bien aprovechados, ya que no solo la usurpación del poder ha conllevado a acciones represivas, con violaciones de los derechos humanos y civiles de los venezolanos, sino además a la corrupción y a pésimas prácticas económicas y administrativas que han provocado un destructivo terremoto socioeconómico a nivel nacional.

Por si todo lo anterior fuera poco, las fuertes lluvias de fines del 2022 con inundaciones y muertes en varias comunidades de Venezuela, ya muy golpeadas por el covid-19 durante los años 2020, 2021 y 2022, exigen una acción particular en este país que no admite más demoras ni excusas de naturaleza politiquera. Como de socorrer a nuestros niños y seres en calamidad se trata, ello no espera por tiempos diplomáticos y exige que los salvemos de “debajo de los escombros”, desde donde también nos miran con sus ojos de luz y de esperanza.

[email protected]/@gonzalezdelcas


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