La década de los años setenta resultó violentamente transformadora de la realidad social y económica de Venezuela. En ese tiempo el Estado intenta inéditos modelos de gestión cultural pública y crea el Consejo Nacional de la Cultura en sustitución del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, e implementa progresivamente subvenciones para el sector privado de esta actividad, que se convertirán en la base de sus políticas de apoyo a la creación y difusión artística.
Dentro de este contexto, los setenta en la danza se inician con las experiencias grupales Sonia Sanoja Danza Contemporánea de Venezuela y Sonia Sanoja Arte Coreográfico, además de las agrupaciones Macrodanza y Contradanza. En el ámbito de la educación superior pública surge el Taller Experimental de Danza de la Universidad Central de Venezuela por iniciativa de Graciela Henríquez, la referencial bailarina clásica de las décadas anteriores, proyecto que aglutinó dentro del área de extensión universitaria a nuevos talentos y propició experiencias artísticas reveladoras en tiempos en que la universidad vivía momentos inéditos alrededor de las vanguardias del cuerpo y el movimiento, concretados en aisladas acciones exploratorias y contestatarias, de las que participaban, entre otros, Henríquez, Sanoja, Norah Parissi, Hercilia López, Eduardo Gil, Rolando Peña y Roberto Colmenares.
El Taller de la UCV hizo su debut el 28 de febrero de 1973 en el escenario del Aula Magna de la Ciudad Universitaria, imponente recinto que la década anterior había recibido a un significativo número de artistas de la danza, nacionales e internacionales. El programa ofrecido pautaba una demostración técnica de danza contemporánea, ejercicios coreográficos de los alumnos, entre los que se encontraban los muy jóvenes Adriana Urdaneta y Abelardo Gameche, y la presentación de la obra grupal Invenciones (Kabelac), de Graciela Henríquez. La bailarina ítalo venezolana Franca Telesio y la mexicana Marta Quesada tomaron igualmente parte en este momento inicial, especialista en los principios y la técnica Graham.
A lo largo de sucesivas etapas, el Taller de la UCV estaría en manos de José Ledezma junto con el destacado intérprete Juan Monzón, y posteriormente del maestro de ambos Grishka Holguín. Sus aportes, tanto en lo artístico como en lo formativo, poseen una importancia que todavía hoy se observa. Abrió caminos alternativos, diversificó las posibilidades creativas e hizo escuela.
Con motivo de la presentación en 1974 del espectáculo Siete estudios coreográficos, a cargo del Taller Experimental de Danza de la UCV, en el Aula Magna de la máxima casa de estudios, José Ledezma señalaba con claridad:
“Esta presentación quiere demostrar el franco talento de nuestros estudiantes y nuestras posibilidades que se apoyan en las enseñanzas de nuestras anteriores generaciones. Personalmente opino que un bailarín, antes de proponer insólitos rumbos, debe manejar a fondo el lenguaje conocido de la danza. Tal familiaridad será lo que le inspire posteriores audacias”.
La bailarina y antropóloga Ximena Agudo rememora los tiempos de su ingreso al Taller universitario, que trajo consigo su primer acercamiento a la danza contemporánea:
“Ya un pequeño grupo de gente había iniciado una muy particular rutina. Con la luz apenas necesaria para el trabajo y bajo el magnífico y silencioso tutelaje de Calder, con gran concentración este grupo llenaba de novedades el exquisito espacio del Aula Magna. ¿Quiénes son y qué hacen?, recuerdo haberme preguntado (…) Yo había llegado allí por accidente y, sin más, solicité mi ingreso el día siguiente. Se trataba del Taller de Danza de la UCV, y quien lo dirigía era José Ledezma. ¿En qué consistía la danza contemporánea?, no lo sabía exactamente. Pero en el curso de varios meses, entre clase y clase, todas las tardes, fui reconstruyendo una historia hasta entonces espasmódicamente escrita”.
El Taller Experimental de Danza de la UCV participó en la Primera Reseña Nacional de Danza, promovida por Fundateatro en el mes de noviembre de ese año en el Teatro Nacional de Caracas.
La llegada de Grishka Holguín a la dirección del Taller Experimental de Danza de la UCV en 1976 supuso un recomenzar para el grupo cultural universitario, que en lo adelante tomaría el nombre de Pisorrojo, que enfatizó en los procesos de formación y en la conformación de un repertorio vinculado con sus intereses exploratorios. Dos décadas estuvo al frente el discreto pionero de la danza moderna venezolana.
Los nombres de Adolfo Ostos, Moravia Naranjo y Elio Martínez representan sucesivas gestiones que han mantenido vigente el proyecto formativo y artístico ucevista, que cuenta con 52 años de sostenida trayectoria, que tuvieron como antecedentes las esforzadas clases y las experiencias coreográficas promovidas por Conchita Crededio en la Ciudad Universitaria durante la década de los sesenta.
El Taller Experimental de Danza de la UCV ha perseverado en su misión, cumplida de manera silenciosa y tesonera. Institucionalmente constituye un claro referente de la danza universitaria venezolana.