La forma del rojo. Ballet Nacional de Cuba | Foto. Nancy Reyes

Un rasgo sobresaliente caracterizó la más reciente temporada del Ballet Nacional de Cuba (BNC). La compañía emblema presentó un programa integrado por obras que comparten una orientación común: la indagación conceptual, más allá de narraciones habituales y de reconocibles expresiones formales.

En la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de La Habana, como preludio de la celebración del Día Internacional de la Danza, el BNC escenificó tres títulos -dos reposiciones y un estreno mundial- pertenecientes a coreógrafos de distintas generaciones y nacionalidades y con abordajes diferentes del ballet contemporáneo considerado como estilo o tendencia. Dos características dieron unidad y coherencia a la diversidad de planteamientos de las piezas ofertadas: su depurado sentido de la abstracción y el espíritu colectivo que las orienta.

Sin mayor retórica que la de vigorosos cuerpos desplazados con estimulante dinamismo en particulares espacios y tiempos escénicos, las propuestas de la cubana Ely Regina Hernández, primera solista del BNC, devenida coreógrafa de notables potencialidades; de James Kelly, creador estadounidense de acreditada labor en su país, Canadá, México y Cuba; y de la inglesa Gemma Bond, quien fuera bailarina del Royal Ballet de Londres y el American Ballet Theatre, plataformas donde ha desarrollado principalmente su carrera coreográfica, evidenciaron caminos alternativos de creación.

La forma del rojo (2010), de Ely Regina Hernández, música de Ezio Bosso, remarca con insistencia el granate como color, así como sus valoraciones plásticas y sus implicaciones psicológicas dentro de la cualidad abstracta que exhibe. Presenta a sus intérpretes con expresiones inicialmente formalistas. También subyace un pensamiento crítico de inquietante densidad. Las amplias y largas faldas encarnadas abolen las distinciones de género dentro del conjunto de bailarines, que hace hincapié en un espíritu gregario y primitivo, ceremonial y ritual, en medio de las visiones de modernidad que contiene la obra. El exhaustivo diseño espacial concebido por la coreógrafa, reafirma su capacidad movilizadora de cuerpos vitales, individualizados y colectivizados de continuo, en espacios de múltiples significaciones.

En Sinfonía para nueve hombres (2004), música de Apocalyptica, James Kelly procuró retos físicos extremos a partir de los altos estándares técnicos del elenco del BNC. La escuela cubana del ballet ha sido internacionalmente reconocida por su formación de intérpretes varones,que han alcanzado cimas altas en los escenarios más encumbrados de la danza mundial. El interés coreográfico de Kelly, partió de esta realidad convertida en mito. Su énfasis como creador fue puesto en las sorprendentes capacidades físicas de los ejecutantes. Una secuencia de cuadros, sin estructuración dramatúrgica, da plena cuenta de las promociones actuales que constituyen el relevo de la compañía, y sus alcances en el orden técnico. La idea rectora de esta demostración, se encuentra en la exaltación de la masculinidad escénica a partir del dominio de un vocabulario corporal virtuoso.

Finalmente, La hora novena (2022), de Gemma Bond, toma como basamento el oratorio La pasión según San Mateo, de Johann Sebastian Bach. La autora respeta la esencia y la estructura de la imponente obra, para concebir un discurso coreográfico esencialmente abstracto, alusivo a los días finales de Jesús de acuerdo con el relato evangélico, desarrollado a partir de un lenguaje inscrito dentro de los códigos de la contemporaneidad del ballet, y también de los postulados originarios de la danza moderna. La pieza contrasta la narración implícita de connotaciones dolorosas, con una corporalidad aséptica y en apariencia disociada del sentido dramático que la fundamenta. Ese presunto distanciamiento, fortalece la danza y la autonomiza de los determinismos de la sobrecogedora composición musical. El resultado es una armónica y fluida propuesta de integración artística, de la que junto al BNC participaron la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, los solistas del Teatro Lírico Nacional de Cuba, el Coro del Teatro Lírico Rodrigo Prats, de Holguín, y el Ensamble Vocal Luna.

Los bailarines del BNC exhibieron en este programa de creaciones netamente contemporáneas, fortaleza y versatilidad interpretativas, efectiva organicidad y plasticidad en sintonía con valoraciones universales del movimiento. Los caminos renovadores anunciados para la influyente compañía por su directora, la primera bailarina Viengsay Valdés, ya iniciaron su tránsito.

 


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