En noviembre de 1960 se realizó en Estados Unidos la elección presidencial para suceder al saliente general Dwight D. Eisenhower. El candidato demócrata John F. Kennedy, quien en 1952 había sido electo senador y en 1957 obtuvo el prestigioso Premio Pulitzer por su libro Perfiles de coraje –hecho este que le permitió proyectar su imagen a nivel nacional–, fue elegido presidente de su país. Uno de los primeros asuntos que pusieron sobre su mesa de trabajo fue el sensible problema de Cuba, el cual estuvo siendo considerado por su predecesor.

Para entonces Fidel Castro llevaba poco menos de dos años al frente de la Revolución cubana. Sus actuaciones fueron radicales desde el momento que tomó las riendas del poder: instituyó (a través de juicios sumarios) la pena de muerte contra los seguidores y aliados del régimen de Fulgencio Batista, dio inicio a una política de expropiaciones que incluso alcanzó a relevantes empresas estadounidenses, y provocó el éxodo de una porción importante de la población (especialmente de las clases alta y media). Ya antes de iniciar Kennedy su gestión de gobierno, en Miami había más de 100.000 cubanos, a los cuales se añadían miles cada mes. Fue inevitable que se produjeran contactos entre los exiliados y la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

El giro comunista que daba Castro a su gobierno fue factor determinante para que Eisenhower impartiera instrucciones a la CIA a fin de que se creara una unidad compuesta por exiliados cubanos, la cual tendría como objetivo derrocar a Castro. El grupo que se conformó incluyó a partidarios y opositores de Batista. Se elaboró entonces un plan a gran escala que contemplaba el establecimiento de un gobierno provisional en una ciudad distante de La Habana y el inicio de una guerra de guerrillas que contaría con todo tipo de suministros del gobierno norteamericano, todo lo cual desembocaría en el reconocimiento de un nuevo gobierno cubano por parte de Estados Unidos.

A Kennedy y a su secretario de Estado se les plantearon serias dudas cuando el proyecto fue sometido a la consideración de ambos. La magnitud del apoyo (barcos, aviones, submarinos y armamento de todo tipo) que se brindaría a los exiliados hacía evidente el soporte norteamericano a la invasión. Se hicieron entonces ajustes que al final incidieron, junto con otros errores, en el fracaso de la acción bélica, la cual se inició el 15 de abril de 1961, con ataques aéreos de supuestos militares cubanos, y el desembarco dos días más tarde de 1.300 combatientes en la Bahía de Cochinos, los cuales no pudieron recibir el apoyo requerido para constituir un gobierno provisional en Cuba.

Casi seis décadas más tarde, el pasado 3 de mayo, los venezolanos somos sorprendidos con una “invasión” (de inspiración bíblica) por Macuto, estado Vargas, llamada “Operación Gedeón”, a la que el régimen venezolano pretende convertir por acto de magia en una especie de Bahía de Cochinos II.

Asombra que poco después de ponerse en marcha la incursión hacia Venezuela el exboina verde Jordan Goudreau y el capitán retirado Javier Nieto Quintero colocan en las redes un video en el que informan de la gesta que se lleva a cabo para capturar a los miembros de la organización criminal que dirige los destinos de país, así como liberar al pueblo y a los presos políticos. Agregan también que el grupo de luchadores está integrado por apenas 60 venezolanos y 2 estadounidenses, lo que realmente implica un salto al vacío.

Pero lo que más desconcierta es la entrevista que Patricia Poleo le hizo a Goudreau el mismo 3 de mayo. En el curso de la conversación el “estratega” dice que el proyecto ha funcionado como un “crowdfunding” o mecenazgo colectivo para liberar al país, al que han contribuido muchas personas e instituciones de todas partes, como por ejemplo Venezuela y Uber en Colombia, entre otros. Satisfecho con lo que se ha hecho, el “asesor” suelta una perla: “Ahora mismo la gente sigue luchando. Es más fácil hacer cosas con más dinero. Nosotros no tenemos casi dinero, pero en este momento la gente está en el campo luchando todavía”. En pocas palabras, unos conejillos de india fueron enviados al matadero.

No es aventurado pensar que en realidad Gedeón fue montado para hundir o desacreditar a la oposición venezolana, confirmándose de paso lo que el bachiller Sansón Carrasco le comentó a Don Quijote: “Nunca segundas partes fueron buenas”. Al excapitán Quintero y sus compañeros solo les queda el camino de demostrar lo contrario.

@EddyReyesT

 


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