El “general” no estaba seguro si lo había soñado o alguien se lo había dicho. Recién despierto como estaba, su ofuscación lo hacía tambalear entre las dos ideas. Segundos más tarde, ya habiendo recobrado conciencia casi plena con la ayuda de una taza de café, un pánico aterrador se apoderó definitivamente de él. Allí estaban los hechos. Efectivamente, la muerte del otro general, al que tanto vilipendió y envidió, había sido oficial y descaradamente anunciada.

No es posible para el señor Vladimir Padrino López evitar ver en su propio espejo al renombrado difunto. Otro muerto más a la cuenta del régimen que pudiera marcar un punto de inflexión en el devenir del país –nadie lo puede saber– pero que, más allá de esa eventualidad, estaría anunciándole al todavía ministro de la Defensa, el capítulo siguiente de su nada promisor futuro.

La irónica trayectoria del general Raúl Isaías Baduel, que pasó de ser héroe de la revolución bolivariana a reo en las mazmorras del infame régimen chavista-madurista, seguro ha puesto a pensar más de una vez al señor Padrino.

Una historia conocida

Si bien la operación militar “Restitución de la Dignidad Nacional”, liderada por Baduel en aquel desagradable abril de 2002 – y que devolvió a Miraflores al infausto difunto comandante -, le abría las puertas al Olimpo chavista, significó, al mismo tiempo, el comienzo de su fatídica suerte.

Y es que es posible que, en 2007, Baduel haya perdido la oportunidad de oro para redefinir el curso de la historia de nuestro pobre país. Su exagerada vocación cristiana y “apego extremo a las normas que rigen la conducta de un buen soldado republicano” lo hizo muy débil frente a la viveza y astucia del zambo barinés, que nunca estuvo dispuesto a abandonar el poder.

En ese momento, el respeto alcanzado dentro del ámbito militar y el prestigio logrado en una amplia porción del imaginario nacional, lo hacían sombra incómoda para el ego y los planes hegemónicos de Hugo Chávez. En su lugar, optó por dar un paso al costado y entregar la cartera de defensa, con aquel discurso del 18 de julio de 2007 que cuestionó la peligrosa deriva marxista-leninista en que él intuía se estaba tornando la revolución bolivariana. Esa intervención, así como su papel protagónico en diciembre de ese mismo año para hacer valer el resultado del referéndum que rechazaba la reforma constitucional y, con ello, la elección indefinida del señor Chávez, significaron su sentencia de muerte.

La revolución nunca deja de comerse a sus hijos

Al día siguiente de anunciado el fallecimiento de Baduel, el exdirector del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), Manuel Christopher Figuera, exiliado en Estados Unidos, tras la fallida asonada militar del 30 de abril de 2019, le dirigió una carta a su antiguo compañero de armas, recordándole su complicidad en el proceso ilegal e irregular que se le impuso a Baduel y a otros militares que, según, habrían tratado de rescatar la institucionalidad de Venezuela. Mención especial hizo del general Miguel Rodríguez Torres, a quien una suerte similar pudiera estar aguardándolo, según opinión de otro de los desterrados del chavismo, el exministro de turismo Andrés Izarra.

Figuera le dijo textualmente a Padrino López: “… sabes que tú estás en la misma línea de tiro, porque cuando ya no sirvas, seas incómodo o trates de arrepentirte, ya ese último tiempo pasó para ti, no hay punto de retorno en tu existencia”.

Seguro es que desde hace mucho tiempo el señor Padrino López ha tomado debida nota acerca de la fragilidad en la que cada uno de los hijos de la revolución se encuentra frente a un régimen implacable y despiadado. Su permanencia como ministro de Defensa desde octubre de 2014 lo convierte en un incuestionable sobreviviente, acaso una pieza que Nicolás Maduro ha identificado cual blanco seguro, pero que al mismo tiempo es necesaria para la estabilidad de su gobierno de facto.

El intento de rebelión militar del 30 de abril de 2019, cuyas imágenes mostraron los rostros desconcertados e inseguros de Leopoldo López y Juan Guaidó, puso en tela de juicio, por otro lado, la lealtad al régimen madurista de parte de Padrino López y de otras piezas políticas claves, entre otros, el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno. Al final, todo quedó zanjado como una supuesta operación de contrainteligencia del régimen que habría dado al traste con los planes de la oposición.

No obstante, es de conocimiento público que muchas traiciones y arreglos previos con factores ligados al gobierno interino fueron sepultados en función del interés y estabilidad del régimen. Como bien dicen: “Los trapitos sucios se lavan en casa”.

Al igual que Baduel, es muy factible que Padrino López haya perdido ya su oportunidad. Desde los tiempos de Donald Trump han sido varias las exhortaciones que ha recibido para intentar ponerse “del lado correcto de la historia”. Hasta los momentos pareciera ser suficiente para él haber vendido muy bien su posición de peso dentro de una ruinosa Fuerza Armada Nacional Bolivariana, garantía del mantenimiento del status quo.

Entre tanto, el juego del gato y el ratón seguirá su curso. Solo el tiempo nos dirá quién en definitiva será la presa y quién el depredador.

¡Ay Padrino, padrinito!

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