Siendo la caricatura una forma artística de retratar al ser humano, aunque distorsionando su apariencia física, mal podía permanecer ajeno a ese género alguien quien, como Henrique Avril, exploró múltiples formas de capturar la imagen. Considerado, hoy por hoy, como uno de los más notables fotógrafos venezolanos, su vida y obra es una en continua expansión a pesar de los muchos e importantes trabajos de reconocidos investigadores, entre los que destaca Henrique Avril El relator gráfico del paisaje venezolano (2014), de don Antonio Padrón Toro. Nacido en el entonces estado Bermúdez (Barinas), se cree que viajó a París para completar sus estudios de secundaria, además de aprender la fotografía, oficio al que se dedica en sus inicios junto a su padre y hermanos, ya de vuelta al país y establecidos en Barquisimeto. Desde el lanzamiento de la célebre revista literaria El Cojo Ilustrado, se convierte en su habitual colaborador como lo testimonian más de 300 fotografías que cubren gran parte de la geografía nacional y una variada temática en lo social, económico, rural y cultural. En 1904 llega a Puerto Cabello, ciudad que en unión de su esposa María de Lourdes Ugueto Padrón, hace suya y disfruta a plenitud hasta su muerte acaecida el 27 de junio de 1950.

Humberto Cuenca, jurista y profesor universitario, lo llamó el primer reportero gráfico de la prensa venezolana, observando que la cámara de fuelle de Avril “fue el instrumento con el que inició entre nosotros la fotografía como arte autónomo, distinto de la litografía y el grabado, un arte dramático que nunca apuntó al cursi decorativismo de su época, en la que ser fotógrafo a lo Manrique era reproducir mecánicamente postales sociales enmarcadas entre viñetas y alegorías”. A diferencia de sus contemporáneos, no era solo un extraordinario fotógrafo sino un verdadero artista que atrapó la imagen en retratos, paisajes, escenas criollas, postales, dibujos y cuadros al óleo. Una vasta obra repartida, lamentablemente, entre particulares y pocos archivos públicos lo que dificulta su cabal estudio; un trabajo de al menos seis décadas, quizás perdido en gran parte, al no haber dejado la pareja descendencia.

Conocidos son los dibujos que forman parte de la serie llamada Paisajes, Costumbres y Personajes Nacionales que verán luz en El Cojo, en los que el artista-fotógrafo se desdobla en delicado dibujante. Sin embargo, la inquieta vena artística de Avril irá más allá incursionando en la fotocaricatura, género que también abordará con notables resultados, como lo demuestran un conjunto de retratos de ilustres personajes que acompañan un artículo titulado “Los bichos raros de Caracas”, firmado por Rafael Bolívar Coronado, recientemente puesto en nuestras manos por el amigo e incansable investigador Derbys López. Se trata de un hecho desconocido hasta hoy que confirma lo ya expresado, esto es, que la obra de Avril es una en continua expansión y revisión.

El artículo de Bolívar Coronado aparecido en el semanario ilustrado La Revista, correspondiente al 23 de abril de 1916, se encuentra profusamente ilustrado con retratos de Ildemaro Urdaneta, Pedro Emilio Coll, Manuel Díaz Rodríguez, Guillermo Fernández de Arcila, Andrés Mata, José Gil Fortoul, Luis Alejandro Aguilar, María Luisa Hernández Méndez, Jesús Semprún y Víctor M. Londoño. El articulista le dedica al trabajo de Avril una extensa nota, en su acostumbrada coloquial y amena prosa: “… el Señor H. Avril ha sorprendido la Dirección de La Revista enviándole una magnífica selección de bichos raros. En ella, como en todos los trabajos ejecutados por el admirable fotógrafo zamorano, culmina un aspecto que entre nosotros es rarísimo: la nota personal./ Esa es la palabra: personal, porque los trabajos de Avril son inconfundibles con los de cualquier otro fotógrafo: el lente de su máquina copia fielmente el modelo, como en todas las máquinas, como hace la generalidad de los que se dedican al arte de Niepce; pero precisamente, entonces entra el artista a ejercer su influencia, y hace de la plancha un lienzo donde el lápiz cobra fervores de pincel, ayudando a esa plástica la habilidad del químico, la inspiración auténtica, llena de arrobamientos, del artista, que lo es por naturaleza…”.

Bolívar Coronado, amigo de la pareja Avril-Ugueto y quien desde las páginas de El Universal había, igualmente, celebrado antes las habilidades fotográficas de María de Lourdes, resalta esa conjunción en nuestro personaje del artista-fotógrafo que le convierte en único. Por eso, en otro párrafo, insiste: “Esto que va decorando las páginas de La Revista no se puede tomar vulgar y simplemente por iconografía, ni por fotocaricaturas de personajes importantes en las diversas palpitaciones de la vida venezolana: nó; esto es otra cosa: esto es un estudio psicológico de hombres y mujeres prominentes valiéndose de esos destellos que van en los ojos, en la fisionomía del individuo como el sello de Dios… A la manera del reflejo que sale de la linterna cuando está encendida./ Aquí va revelado el gesto, no por su forma fisiológica, sino por la emoción o idea que lo produjo…()…/ Y es porque este artista no se ha limitado como la generalidad a explotar el ramo como quien explota una vaca, un conuco, una pulpería, maquinal y mecánicamente, sino que sin dejar de la mano los intereses en inversión, le ha señalado su parte amplia a lo que el espíritu califica en los hombres de talento  ´necesidad de infinito´ . O lo que es lo mismo: la caña de azúcar por la dulcedumbre de su carne cristalina y por el penacho rubio que, sin valer mucho, es un tesoro, porque se parece a la estrella, al rayo de sol o a la vida fugacidad del topacio…/ Lástima grande que el Reino de los abnegados, de los que aman el arte por el arte sea tan triste…”.

Se trata, sin duda, de otro género en el que nuestro fotógrafo destaca, terreno fértil para los investigadores.

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@PepeSabatino


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