Caminar por las calles de la megápolis Sao Paulo me representa, en lo personal, un desafío permanente. Es una de mis ciudades favoritas de América Latina. Vibrante. Poderosa. Y altamente consumidora de energía. El mundo moderno se mueve en base a energía.

Y todos buscan mejores formas de generar energía. Mejores tecnologías y futuros que sean menos contaminantes, menos dependientes de terceros países y más amigables con el medio ambiente.

Pero ya volveremos a comentar de Sao Paulo.

Hablemos del hidrógeno verde. Aún persiste el problema de financiamiento, plazos de producción, escala y generación de nuevos esquemas comerciales que permitan reducción de costes y lleguen al mercado con amplitud.

Pero anotemos esta cifra: a largo plazo, el hidrógeno verde podría alcanzar ventas globales por hasta 700.000 millones de euros anuales para 2050 (Bloomberg).

Un apunte preliminar: una gran corporación de transporte marítimo invertirá en hidrógeno verde, quiere producir su propio combustible y transformar toda su flota marítima. Es la gigante Maersk que invertirá en España 10.000 millones de euros, para la producción de metanol verde (derivado del hidrógeno): es tecnología de vanguardia.

El hidrógeno verde, que sin embargo va dando pasos precisos para consolidarse como “energético del futuro”, un futuro que va caminando de forma paralela al uso de renovables, de gas natural y de reducción de uso de combustibles fósiles y carbón.

En la reciente reunión del COP27 los estados más avanzados y con mejor posicionamiento en el PIB mundial acordaron avanzar a paso acelerado en políticas y acciones para la descarbonización (utilizar más gas natural como transición, acelerar uso de renovables como solar y eólica y reducir fósiles), pero al mismo tiempo incrementar producción de hidrógeno verde.

Ya en análisis anteriores hemos comentado los complejos procesos de producción de hidrógeno verde. Sin embargo, un resumen apretado: se produce en volumen principalmente utilizando vapor para extraerlo del gas natural, liberando dióxido de carbono en el proceso.

Globalmente se produce casi 100 millones de toneladas métricas de hidrógeno al año, para aplicaciones industriales como siderurgia, el mismo refinado de petróleo y en agricultura. Este hidrógeno no es “verde”, sino el denominado “gris”, vale decir, producido desde el gas natural.

El “verde” se produce mediante electrólisis del agua, lo que implica la separación de la molécula de agua en hidrógeno y oxígeno mediante la aplicación de electricidad (que por lógica deberían venir de fuente eólica o solar). También se produce hidrógeno verde desde biomasa. Ambos procedimientos son libre de emisiones.

Estados Unidos está en la frenética carrera de producir hidrógeno verde a bajo coste: recientemente desde el Estado norteamericano se emitió una ley que estimula nuevos negocios en energía (Ley de Reducción de la Inflación IRA) para estímulos desde el estado en producción a vehículos eléctricos, producción de baterías, eólica y adicionalmente para el hidrógeno verde (una especie de un crédito fiscal de hasta tres dólares por kilogramo para los productores de este combustible).

Hay compañías privadas en todo el mundo, principalmente en Estados Unidos, desarrollando métodos de producción a bajo coste, con mejor tecnología y que permita descarbonizar la matríz energética.

Sigamos conversando sobre Estados Unidos: podemos citar decenas de iniciativas y empresas que están invirtiendo para acelerar producción de hidrógeno verde a menor costo: la gigante corporación Amazon tiene previsto comprar más de 10.000 toneladas/año (valor aproximado de 2.100 millones de dólares sólo en ésta operación) a un desarrollador y generador privado de hidrógeno verde como Plug Power que también podría vender a Walmart. Sólo esta empresa recaudó, hasta la fecha, más de 5.000 millones de dólares, para desarrollar mejores procedimientos tecnológicos que aceleren la producción de un hidrógeno verde más comercial y a escala en nuevas construcciones (13 generadoras de hidrógeno en Estados Unidos).

De momento, todo esto, choca con una realidad objetiva: el hidrógeno verde tiene un coste de capital alto y a baja eficiencia. Siendo así es muy caro para el “común” de los agentes del mercado.

Continuemos con los ejemplos: otras corporaciones norteamericanas (Plug, Cummins, General Motors, entre varias) están invirtiendo en desarrollar pilas de combustible de hidrógeno, electrolizadores, softwares de control de procesos y otros que reducirán, eventualmente, drásticamente los costos que hoy tiene producir hidrógeno; incluyendo reducción de costes en construcción de plantas, interconexiones y suplidores de energía (verde, por supuesto), para levantar nuevas redes de suplidores de hidrógeno.

Cito al académico Robert Howarth, profesor de Ecología y Biología Ambiental de la Universidad de Cornell: el hidrógeno verde tendrá su mejor uso como sustituto del metano (que se utiliza para hacer amoníaco) para industria agrícola.

Europa: por el caos europeo el negocio/industria del hidrógeno va algo más demorado (por la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania) que desacomodó el escenario energético europeo y porque, como siempre repetimos con sustento: los europeos se confiaron demasiado en los rusos (en su gas) y nunca, al menos hasta hoy, lograron su ansiada “independencia” energética de Rusia.

Para acelerar la industria del hidrógeno verde se están aliando con países del mediterráneo. Tienen un nuevo convenio UE-Mediterráneo de Hidrógeno Renovable, que entre otros involucra a Egipto: su primera planta de hidrógeno verde (situada en ciudad de Ain Sokhna, Canal de Suez), que logrará capacidad de electrólisis de 100 MW (alimentada por 260 MW de energía solar/eólica) y con un resultado de producción de 15.000 toneladas/año  de hidrógeno verde.

Fuente: Internet

Sobre los cinco países de la región nórdica (Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca e Islandia) siguen liderando políticas, inversiones y planes en producir energía de cero emisiones. Van a lograr ser exportadores de energía.

Entre mis viajes por América Latina, me toca ahora estar en San Pablo, Brasil, una de las ciudades más grandes del mundo que, lógicamente, tiene un gran consumo eléctrico en un mercado liberado (consumidores negocian acuerdos directamente con generadoras): Sao Paulo con demanda promedio de 15.888 MW (mega watio) (2020, Cámara de Comercialización de Energía Eléctrica CCEE). Para tener una idea: casi 11 veces la demanda eléctrica interna boliviana (todo el país).

2022: Brasil consumió 66.028 MW de energía eléctrica en promedio en el primer semestre de este año(CCEE), por actividades en algunos sectores importantes de la economía, como Bebidas, Alimentos y Servicios, además del buen momento de las exportaciones. 23.438 MW en industria y grandes empresas, como centros comerciales y cadenas comerciales. Y 42.599 MW pequeños comercios y viviendas.

Brasil necesita energía de todo tipo y por largo tiempo: por ello producirá hidrógeno verde a partir del agua de mar. Producirá lo que se denomina: hidrógeno azul (puerto de Suape) a inversión estimada de 3.500 millones de dólares para 1 GW (gigavatio) de capacidad.

La Asociación Brasileña de Hidrógeno (ABH2) indica que el país tiene potencial de lograr una verdadera industria para el hidrógeno verde. La primera planta de hidrógeno verde en Latinoamérica está en construcción en el puerto de Pecem.

El gran resumen: el hidrógeno verde como industria rentable, de alta tecnología y como proveedor de energía de cero emisiones es posible y está encaminada, está en pleno desarrollo de mejora de sus conceptos productivos de sus tecnologías y de su visión de largo plazo.

@BorisSGomezU


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