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EFE/Rayner Peña

Naturaleza de la oposición venezolana

Hoy la inmensa mayoría del país está en contra de Nicolás Maduro, pero en los tiempos de Chávez (1999-2013) fue la clase media la única que hizo oposición. Se incorporó en forma masiva y espontánea a la lucha cuando Chávez se identificó con el castro-comunismo y comenzó a actuar en consecuencia. La lucha se ejerció mediante grandes movilizaciones humanas, con marchas y concentraciones consideradas como de las mayores de la región y del mundo. Iban acompañadas de un bullicioso y alegre concierto de pitos, trompetas, canciones, consignas, banderas y pancartas. Era una actividad festiva, voluntaria y pacífica, en la que participaban familias enteras, adultos mayores, personas en sillas de ruedas o con muletas, jóvenes con sus mascotas, altos ejecutivos, pequeños empresarios, empleados, amas de casa, religiosas, etc. Esa formidable masa en movimiento nunca fue reconocida ni respetada por Chávez y sus compinches, quienes la insultaban y decían que era integrada por escuálidos. En el año 2007 la oposición le infligió a Chávez su única derrota, cuando trató de cambiar la Constitución para adaptarla a su proyecto. Este calificó a ese evento como una victoria de mierda.

Desde el comienzo, la oposición venezolana ha sido hostilizada siempre por los cuerpos de seguridad del Estado y por los grupos irregulares armados del régimen, con saldos crecientes de muertos y heridos. Los cancerberos del  autoritarismo chavista nunca permitieron a la oposición llegar al centro de Caracas donde residen los poderes públicos. Esa restricción antidemocrática e ilegal se inició con los acontecimientos del 11 abril de 2002, cuando una inmensa marcha opositora que intentó llegar a Miraflores fue reprimida a sangre y fuego en varios puntos de la ciudad. La renuncia de Chávez y el acto de proclamación de Carmona fueron resultado de una acción del alto mando de la Fuerza Armada Nacional en respuesta a la masacre ocurrida. Por la forma como ocurrieron esos episodios, que pudimos presenciar por televisión, fue evidente que se trataba de una acción improvisada, no planificada, que nada tuvo que ver con la oposición.

¿A qué se ha enfrentado la oposición?

La oposición venezolana se ha enfrentado a una realidad política que le era desconocida. Venía de actuar en la llamada cuarta república (1958-1998) en el juego político, llamado así porque en él se aplicaban y respetaban las normas democráticas de la confrontación política. En ese período anterior al chavismo la acción de esa gran fuerza opositora habría sido transitoria y efectiva. Cinco años habrían bastado para cambiar el gobierno y pacificar al país. No habrían ocurrido los graves daños ni la pérdida de vidas humanas que se han producido. Tampoco se habrían ocasionado las profundas heridas que hoy afligen el alma de la sociedad venezolana.

¿Qué errores ha cometido la oposición?

El primer gran error fue no haber identificado bien al chavismo. Siempre lo subestimó pensando que se enfrentaba a adversarios políticos y no a enemigos declarados curtidos en el odio y el resentimiento, enajenados, además, por una ideología totalitaria, intolerante e inflexible. El régimen aprovechó situaciones como las ocurridas en abril del 2002 y el paro petrolero de fines del mismo año, para descabezar a todo el Alto Mando Militar y a los profesionales y técnicos de Pdvsa, tomando el control absoluto de ambas instituciones. Así se apropió de la bolsa y de las armas de la República para sus propios fines.

Pero el mayor de todos los errores de la dirigencia opositora fue haberse dividido en el momento más inoportuno de esta larga y sangrienta lucha, hecho inexplicable y sin atenuantes. Se produjo cuando el régimen estaba más débil y vulnerable por la pérdida de apoyo popular y por las sanciones económicas aplicadas por los países democráticos de América y de Europa. De haberse mantenido la unidad lograda en 2015 con la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Venezuela estaría libre del chavismo y en pleno proceso de recuperación.

Terminamos este escrito señalándoles a los principales dirigentes de la oposición que tienen la última oportunidad de unirse, rescatar la unidad y cambiar el curso del país, reivindicando así sus nombres para la posteridad.


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