Kenneth Branagh se dio a conocer con la muy shakespeareana Enrique V en 1989, una nueva versión de un drama que ya había dirigido Lawrence Olivier. El dato no es menor. Para su debut Branagh –también protagonista- elegía no solo una obra  de un coloso, sino además una nueva versión cinematográfica antes dirigida por Lawrence Olivier en 1944. Era un film que mostraba el respeto del autor hacia los clásicos, y su capacidad de poner la obra al día e insuflar savia nueva en el monólogo de Agincourt.  Branagh demostró que no le gustaba encasillarse. Dos años después arremetía contra el cine negro con un título interesante Dead again y a partir de allí su obra se dispararía en varios sentidos: la comedia (Los amigos de Peter), una nueva versión muy desmelenada de Frankenstein, remakes de clásicos (Sleuth de Joseph Mankiewicz), superhéroes (Thor), Agatha Christie (Asesinato en el expreso de Oriente y la reciente Muerte en el Nilo). Branagh es, qué duda cabe, un director imaginativo, un hombre de retos y un artesano eficiente.

Belfast es, en toda esta constelación, la primera incursión autobiográfica  de Branagh, efectivamente nacido en esa ciudad en 1960 y testigo de excepción de los violentos años en el Ulster. Irlanda del Norte es protestante en un país católico e inglesa en el norte de un país que siempre se ha visto como independiente. Es además emblema de ese dolor llamado emigración. El doble conflicto a la vez religioso y político, aunado con una pobreza existencial ha envenenado la realidad de un país orgulloso y culturalmente muy rico. Anotemos de paso que la película se abre con imágenes a color de la Irlanda actual, prospera, moderna, muy alejada del siglo XX que describirá. El cine ha rozado ocasionalmente el conflicto con clásicos como El informante de John Ford u Odd man out/Larga es la noche de Carol Reed, para las cuales el conflicto era el telón de fondo de un drama de traiciones y dobleces. Branagh elige un punto de vista oblicuo. Contemplar la realidad a través de la mirada del niño que fue. El pasado es siempre un territorio extraño, teñido con los colores de lo que vino después. Branagh elige un blanco y negro luminoso, ocasionalmente invadido por el color. La elección no es ingenua. La película habla, quiere hablar de un pasado que se fue hace tiempo pero cuyo filo aún está vivo. Tampoco por casualidad, esos ramalazos cromáticos son traviesos y dan en el blanco. Vienen de la mano de las películas que el niño ve en el cine de su barrio. ¡Y qué películas! Un millón de años antes de Cristo (la mejor película erótica del cine con Raquel Welch de cavernícola en bikini) o la imaginativa Chity Chitty Bang Bang. La violencia es en este contexto un elemento siempre presente. Branagh la introduce desde las primeras escenas como escenario al  fondo. La imagen congelada del niño que recuerda las turbas violentas que se mueven al final de la imagen. Acaso la mejor forma de darle cuerpo a la melancolía.  A la enormidad del drama –un país en virtual guerra civil– le opone la cotidianidad de lo normal. Un niño protestante, que hace amigos en su entorno, comete pequeños delitos (travesuras en el fondo), pero asiste a los dramas de un país oprimido y polarizado. Su padre trabaja en Inglaterra, la madre no se resigna a emigrar, los abuelos envejecen. Y los enfrentamientos entre protestantes y católicos se hacen cada vez más intensos y violentos. Pero al mismo tiempo, el mundo a lo lejos sigue. El año es 1969, preludio de una década sangrienta, y Londres, odiada y envidiada, todavía vive los “swinging sixties”, la música invade las ciudades y un eco llega hasta Belfast.

Branagh sabe captar esa ambivalencia terrible de los pasados históricos traumáticos. Por un lado no deja de ver con horror la violencia desbordándose sin espacio para una paz que llegara solo tres décadas después. Pero este horror es horadado por la nostalgia, por el recuerdo de tiempos íntimos que a pesar de todos eran felices. El filme está dedicado “a todos, a los que se fueron, y a los que se quedaron”, homenaje a esa Irlanda peregrina, acaso perdida para siempre, rescatada por la memoria de la infancia. De lo mejor en lo que va del año.

Belfast. Director Kenneth Branagh. Con Jude Hill, Ciaran Hinds, Judi Dench, Colin Morgan


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