Javier Vivas Santana

En las reseñas recientes acerca del cambio climático y sus repercusiones sobre nuestras formas de vida, se expresa la alarma de que estamos aproximándonos, cada vez más, a unos “tipping points” —puntos de no retorno que delimitan un umbral—, cuyo traspaso altera las bases de sostenibilidad de un clima como el acostumbrado. Exceder estos umbrales amenaza con destruir la tendencia de las alteraciones climáticas a volver a valores preexistentes, para desatar cambios que se retroalimentan entre sí, con efectos cada vez más adversos. El llamado es a cumplir con una transición energética que reduzca la emisión de gases invernadero en el mundo de manera de evitar transgredir tales umbrales. De lo contrario, nos expondremos a fenómenos meteorológicos calamitosos y a la inundación de extensas zonas costeras bajas, haciendo inviables muchas poblaciones actuales, con gran sufrimiento humano.

La analogía con el derrumbe del Estado venezolano es pertinente. En una publicación reciente de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Propuestas para el Presente y el Futuro de la Economía en Venezuela, se hacen, como su título indica, numerosas propuestas para mejorar el desempeño de la economía venezolana en distintas áreas y, con ello, el bienestar de su población. El estudio consultó a grupos de interés (focus groups) para cada asunto, bajo la coordinación de reconocidos expertos. Queda la sensación, al recorrer las diversas reseñas, en particular las referidas a los “Talleres Regionales”, que uno de los problemas centrales que agobian a los residentes del país es la ausencia —en términos prácticos— del Estado. Se refiere, claro está, a la falta de correctivos o de acciones del Estado en respuesta a factores adversos, tanto internos como externos, ante los cuales tiene la responsabilidad de actuar en resguardo del bienestar de la gente, pero no lo hace. Es el caso, mil veces reclamado, del colapso de muchos servicios públicos a lo largo y ancho del país, de la inseguridad, del deterioro de la infraestructura, el abandono de la educación y de los servicios de salud, la fuga de mano de obra calificada y muchas otras. La ausencia de correctivos hace temer por un deterioro aún mayor, el traspaso de un umbral de destrucción más allá de toda recuperación.

La idea de unos “tipping points” que hacen peligrar al Estado venezolano tiene que ver con la merma de competencias y la pérdida de memoria institucional —el cómo se hacían las cosas y por qué— por la migración de personal especializado de mayor experiencia; el no contar con los insumos, recursos y condiciones mínimas para realizar una labor satisfactoria; el desánimo de muchos empleados públicos por sus remuneraciones miserables y por estar bajo las órdenes de jefes y políticos patanes, interesados sólo en su propio “resuelve”; normas absurdas inspiradas en clichés políticos primitivos; y, en general, el clima de corrupción y de “oportunidades para lo mío» que parece envolver la gestión pública.

Son muchas las expresiones de que se está a punto de transgredir esos “tipping points” en el Estado venezolano o que ya se han transgredido. Viene a la mente la Pdvsa que ahuyentó a su personal más calificado y ahora tiene que contratar técnicos petroleros iraníes, cuya matriz tecnológica es distinta a la de Venezuela, para intentar la recuperación de algunas refinerías, y que destruyó a sus proveedores de servicio de siempre, por lo que no tiene cómo recuperar sus niveles de producción. Es el caso, también de los hospitales sin materiales y medicamentos, que tienen que recurrir a los llamados “médicos comunitarios integrales”, porque los graduados en las facultades de Medicina de las universidades nacionales son empujados a otros países en procura de sueldos dignos; el tristísimo caso de una educación primaria y secundaria cada vez más pobre por la incapacidad de conservar a sus profesores con tan pésimas remuneraciones; la fuga de talento, también, de nuestras universidades, espantados sus académicos por sus bajos sueldos; el coma prolongado que parece haberse apoderado de muchos servicios públicos, sobre todo del interior, por no contar con los recursos y la solvencia técnica para mantenerlos. Y, a nivel externo, el bochorno de ni siquiera poder votar en la ONU porque estamos morosos con nuestra cuota. En fin, el Estado social-democrático que tanto costó construir, con todo y las insuficiencias que se le pudieran señalar, parece estar en camino de su desmoronamiento definitivo.

Y hay casos todavía más perniciosos, el de los cuerpos de seguridad, en particular, los militares. Condenados sus integrantes a una remuneración miserable, se ven empujados a traicionar su razón de ser y usar el poder de sus armas —que debería estar al servicio de la ciudadanía y de los intereses de la nación— para extorsionar o incautarles bienes y dinero a sus paisanos para poder “redondearse”. La complicidad con la destrucción de Venezuela y con su subordinación a intereses cubanos, rusos e iraníes exhibida por Padrino López, Hernández Dala y demás militares fascistas, se reproduce jerarquías abajo, para conformar mafias orientadas a depredar a los venezolanos por “parcela”, cual cotos de caza que se arrogan para sí. A ello contribuye, sin duda, la estructura feudal, opaca, de las ZODI, REDI y ARDI, instituida para poner bajo dominio castrense a distintas regiones del país.

El Estado venezolano, bajo el mando del chavo-madurismo, se ha ido deslizando peligrosamente a convertirse en un “anti-Estado”. En vez de producir bienes públicos, es fuente de una cantidad creciente de “males públicos” que le amargan la existencia a la población. Y esta situación no sólo representa una tragedia para el venezolano de hoy, sino que también es un serio reto para cuando se conquisten las condiciones políticas que nos permitan reconstruir el país, en libertad. ¿Con qué Estado contaremos?

Tamaño desafío habrá de requerir, desde luego, de un fuerte apoyo financiero y técnico de organismos multilaterales y bilaterales. Presupone la presentación de planes viables, bien pensados, para negociar tal ayuda. Asimismo, debe aunar los esfuerzos de los mejores talentos de la nación, incluidos los de la diáspora, para cada área o proyecto. Pero no se trata sólo de una responsabilidad de expertos con sus planes bien elaborados. La reconstrucción de las diferentes piezas requeridas para que el Estado funcione como debe ser, es, ahora más que nunca, una responsabilidad ciudadana.

Felizmente, la publicación de la UCAB, mencionada arriba, vuelve a ofrecer pautas relevantes. Son las redes de usuarios y dolientes quienes se movilizan y organizan para afrontar las insuficiencias de servicios, la falta de respuesta de gobiernos locales, estadales o nacional, para proponer soluciones y apoyarse entre sí, las que pudieran servir de fundación, en muchos casos, de un Estado renovado. El llamado “capital social”, articulado en torno a propuestas concretas y con el adecuado sostén de recursos, será crucial para devolverle a los venezolanos un Estado capaz de cumplir con las funciones que de él se esperan, en resguardo del bienestar ciudadano. Para estimular estos aportes, es menester ir preparando, desde ahora, propuestas para la descentralización de muchas atribuciones que fueron concentradas en las más altas cúpulas de poder para su manejo discrecional y partidista.

Paradójicamente, si hay una instancia que debería coadyuvar en este esfuerzo, sería la de los consejos comunales. Lamentablemente, en vez de convertirse en asiento de un empoderamiento ciudadano que fortaleciera a las alcaldías y gobiernos estadales, estos consejos y todo el andamiaje comunal que se intentó construir sobre ellos, fueron pervertidos para convertirlos en apéndices de los intereses sectarios y excluyentes de quienes se apoderaron del país. ¡El Estado corporativo de Mussolini!

Afortunadamente, se ha forjado una rica madeja de organizaciones no gubernamentales, producto de la iniciativa solidaria de ciudadanos conscientes, que buscan cubrir necesidades básicas que un Estado ausente y en quiebra no atiende o lo hace muy precariamente. Son hoy eslabones cruciales para el empoderamiento ciudadano con el cual avanzar en la reconstrucción de un Estado democrático social y de derecho. Las movilizaciones a favor de la conformación de una plataforma unitaria que desaloje del poder al chavo-madurismo, necesita contribuir con esfuerzos de empoderamiento por la base y defender a las ONG contra la amenaza que representa el proyecto de ley en su contra. Lo que está en juego es mucho más que la escogencia de un buen candidato, por más crucial que sea en estos momentos.


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