Crecen las tensiones entre Estados Unidos e Irán —y Venezuela en medio del ping-pong— ante una eventual reedición de la crisis de los misiles, uno de los  episodios más calientes de la guerra fría —crisis del Caribe, la bautizaron los soviéticos, y de octubre, los cubanos—, el cual mantuvo a la humanidad al borde de un ataque de nervios durante 12 días —16 al 28 de octubre de 1962—, presumiendo inevitable una sampablera atómica, abortada mediante un quid pro quo acordado entre John F. Kennedy y Nikita Jruschov. Y mientras, a falta de mejor distracción, esperamos  la convergencia en aguas caribeñas, no muy lejos de nuestra costas, de los barcos de la armada norteamericana y los tanqueros de la flota petrolera persa, continuamos sometidos al mal de Chávez y a la plaga china, combinación mortal al momento de emitir juicios, como se evidenció en los reparos de un indigente intelectual  a un  informe en torno al coronavirus —«Estado actual de la epidemia de la covid-19 en Venezuela y su posible trayectoria bajo varios escenarios»—, elaborado por la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales.

«Nos quieren meter miedo», manifestó Mireya Goldwasser, profesora emérita de Físico-Química de la Universidad Central de Venezuela y presidenta de la corporación, en declaraciones suministradas a un reportero de este diario sobre la falta de compostura del bellaco cebolla y su colérica refutación, seguramente sin leerlo, del mencionado informe. El capitán capilar, fisgón devenido en inquisidor, apela a falacias ad hominem —descalificación del ponente y no de sus razones— y amenaza con la ira revolucionaria a quienes se atrevan a diagnosticar un comportamiento de la pandemia distinto al cocinado en los fogones rojos. Nada nuevo. El Santo Oficio consideró heréticas las proposiciones de Giordano Bruno y este, reacio a desdecirse, murió achicharrado en la pira purificadora; asimismo, Galileo Galilei fue conminado a abominar de sus hallazgos y, en su caso, el culillo derrotó a la verdad, aunque afortunadamente y para mayor gloria del saber, el astrónomo, filósofo, matemático y físico renacentista se limitó a refunfuñar: Eppur si muove. En tiempos de Koba el temible, los miembros de la Academia Lenin de las Ciencias se ocupaban de garantizar que los científicos soviéticos fuesen ideológicamente correctos y sus experimentos y teorías sintonizasen con los materialismos dialéctico e histórico. La profesora Goldwasser, lejos de retractarse, no se amilanó, pues, defender la salud e intereses de la ciudadanía es también obligación de las academias en general, y de los hombres y mujeres de ciencias en particular.

En Alemania, la canciller Angela Merkel, físico-química egresada de la Universidad de Leipzig, elogió el valor de la prensa crítica frente a los totalitarismos, «especialmente en los tiempos actuales marcados por el coronavirus, y la necesidad de discernir entre información veraz y mentiras». En nuestra aporreada nación y en otros países sujetos a populismos de izquierda o derecha —la misma miasma, habría dicho Teodoro Petkoff—, quienes fungen de mandamases son alérgicos al ejercicio imparcial del periodismo; quieren medios complacientes y fablistanes alineados a sus proyectos. Cuando aquellos o estos no satisfacen semejantes aspiraciones, se convierten en objetos de persecución y criminalización, a fin de silenciarles con cierres o prisión. Sucedió y sigue aconteciendo aquí con decenas de periodistas agredidos, torturados y encarcelados; la clausura de Radio Caracas TV y la censura y cierre temporal o definitivo de CNN en Español, Antena 3, NTN 24, Deutsche Welle y BBC News; ahora, medio país se ha quedado sin noticias ni entretenimiento porque maduro —minúsculas a conciencia—, usando como coartada la protección de un canal de programación deleznable y ranking cero (Pdvsa TV) y de otro de bastardo origen, inocultable sesgo chavista y paradigma de la improvisación, falta de profesionalismo y mal gusto llamado Globovisión —globogorrón o globogorrín, más bien—, precipitó el cese de las transmisiones de Directv, privando a más de 10.000.000 de compatriotas del derecho a la información oportuna, veraz e imparcial, consagrado en el artículo 58 del bodrio azul. No es fácil sobreponerse al vacío y el impacto emocional generados por la decisión de AT&T, no en el corto plazo; con ese golpe mediático, la usurpación se mete en camisa de 11 varas: ¿cómo soportar el confinamiento sin uno de los polos de atracción del cotidiano paseo entre la caja tonta, a ver no importa qué, y la nevera a buscar algo de picar? ¿Paciencia sin pan y ni siquiera circo? ¡Muy difícil!

Sobre la base del miedo, el zarcillo y su corte de los milagros manejan a discreción el estado de alarma y emergencia sanitaria, procurando alargar al máximo la reclusión de la ciudadanía. El tiempo perdido en el confinamiento es tiempo ganado por una dictadura sobre la cual pende la espada de la Diosa Justicia. Achacándole directamente a Juan Guaidó la autoría moral de las sanciones económicas y requisitorias judiciales contra él y un hatajo de funcionarios corruptos e incursos en delitos de diversa índole —narcotráfico, lavado de dinero, terrorismo—, la propaganda madurista podrá ahora despachar a placer falsedades del tamaño de una catedral, sin el contrapeso de los  noticieros internacionales; a pesar de ello, no será posible seguir ocultando las verdaderas dimensiones de los estragos ocasionados por la peste, pero sí endilgarle el muerto a otro  —el jueves 21, maduro acusó a Iván Duque de planear infectar a los venezolanos con la covid-19—.  En este sentido, el gobierno interino debe tomar cartas en el asunto y aprovechar la actual coyuntura para acercarse más a la gente, no quebrantado la cuarentena, sino, entre otras iniciativas comunicacionales, utilizando creativa y constructivamente las redes sociales. Los cacerolazos de esta semana fueron eficazmente convocados a través de ellas.

«Hacer oposición en un país democrático es ejercer la libertad personal; hacerlo en Venezuela es jugarse la vida. Por eso admiro a los opositores y procuro comprender sus debilidades». Sabias y justas, estas palabras colgadas en Twitter, pertenecen a monseñor Ovidio Pérez Morales y son ejemplo del uso mesurado e inteligente de la red del pajarito; podría refrendarlas con un mayúsculo, subrayado e igualmente admirativo ¡YO TAMBIÉN!, en cursivas y negritas — ¿o debo decir bastardillas y afrodescendientitas?—; sin embargo, la comprensión no postula abstenerse de formular reparos a la rigidez estratégica de una hoja de ruta diseñada hace ya año y medio por el interinato. Al respecto, me permito traer a colación dos opiniones autorizadas. Debemos la primera a José Virtuoso, S. J., rector de la Universidad Católica Andrés Bello: «La oposición venezolana debe, en primer lugar, aceptar que está disminuida. Por lo tanto, es necesario que retome el juego político, que se reconecte con la gente para poder afrontar el futuro inmediato, que puede venir con una gran protesta social por el tema de servicios públicos y el ámbito económico y, además, también se presentan las elecciones legislativas». La segunda, ciertamente lapidaria, es de Michael Penfold, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Columbia y profesor asociado del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA): «La oposición al aceptar ser gobierno se burocratizó, al ponerse a gastar se arriesgó a escándalos por corrupción, al no montarse sobre el tema humanitario se volcó sobre las sanciones, se olvidó de que estaba liderando una rebelión democrática, y social y se montó en una retórica también muy belicista (de más sanciones, narcoestado e incluso intervención) auspiciada por diversos factores nacionales e internacionales»

No tomamos partido por ninguno de los dos pareceres. Los transcribimos aquí en momentos cruciales con la esperanza de que, una vez pasada y superada la tormenta  (¿en un vaso de agua?) sobre el Caribe y asimilado estoicamente el adiós de Directv, le prestemos mayor atención a los académicos y le paremos menos bolas a los Rodríguez Gómez, porque si nos atenemos al como vaya viniendo vamos viendo del gobierno de facto, resolver con regla y compás la cuadratura del círculo comportará menos dificultades que achatar o aplanar la curva de afectados por el azote amarillo. Y anótenlo, ladies and gentlemen, compañeros, compañeras, mirones, mironas y público en general: de seguir degenerando la calidad de vida en la tierra de (las des)gracia(s), el desbarajuste bolivariano tendrá un infeliz final porque, sin Internet ni televisión y sin caña ni mondongo, no hay quien subsista a la reclusión impuesta a causa, palmariamente evidente y elemental, de la escasez de gasolina y el pánico a un Caracazo a escala nacional. Y llegar a esta conclusión, dear Watson, no requiere uso científico de la imaginación.

 


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