La puesta en escena de la ópera bufa que observamos el pasado martes en la otrora respetable Casa Amarilla, para nada sorprende a quienes apostamos con la más elevada convicción al rescate de la democracia en Venezuela.

Los actores son los mismos responsables de que el país esté como está y de que los venezolanos transitemos por este lamentable episodio de retroceso y degradación que supera ya los cuatro lustros.

Protagonizando por un lado, los hermanos Rodríguez, quienes con amplia sonrisa exhiben su monumental fracaso como un éxito, pues solo así puede etiquetarse el hecho de suscribir un acuerdo, cualquiera que sea, con las criptonitas políticas que solo se representan a si mismos y que por donde pasen, solo dejan una estela de conducta reprochable.

Mientras que por la otra parte, la cruel y dura evidencia de un triste y lamentable fracaso generacional, pues tanta desubicación y desverguenza, permiten comprender con meridiana claridad, por que fue posible que el arañero llegase al poder. Nunca les importó el país y siempre trabajaron y siguen trabajando por los privilegios del poder y no por lo que puedan hacer por Venezuela.

El libreto, el mismo de cohabitación, convivencia, alcahuetería y ocultamiento que privilegia el afán e interés del beneficio personal, por encima de la urgente necesidad de rescatar al país de su era más oscura, enmarcados eso si, en un discurso de manipulación del desespero de quienes quieren despertar de la amarga pesadilla en la que hemos estado durante todo el siglo veintiuno.

Afirman quienes se dicen opositores, que son ellos la solución a un juego trancado, cuando en realidad esa ambición desmedida que les ha hecho moverse tras bastidores, enalteciendo el arte de la intriga, es más bien parte importante y sustancial del problema y de que las soluciones no avancen, pues en la medida de que el desgobierno sabiéndose en desventaja, vea en ellos una mínima posibilidad de subsistencia y oxígeno, pues de allí se agarra y allí se aferra, negándose a abrir las puertas a la solución que más temprano que tarde será inevitable, que es la de elecciones libres y transparentes.

Desde el episodio de Santo Domingo el pasado Febrero de 2108, cuando las fuerzas democráticas dejaron con la calva fría y con pluma en mano a Jorge Rodríguez en la firma de un acuerdo vergonzoso que ya él juraba se había concretado, el desgobierno no ha descansado en su empeño de construir a su propia oposición, adaptada a sus necesidades, complaciente y a su justa medida, siendo el anuncio del martes la culminación de ese esfuerzo, aunque con un par de pequeños detalles que no tomaron en cuenta, y es que por una parte, a los muy pocos que les conocen y que estén en su sano juicio, les pasa siquiera de lejos por su mente que alguna iniciativa donde figure Timoteo sea opositora, lo cual quedó claro en la propia iniciativa de Santo Domingo, donde aún con Zapatero de protagonista, Timoteo fue acribillado por la opinión pública y para entonces se prescindió de su participación en representación de UNT.

Por la otra, aún más importante, es que aún con el desgaste de nueve meses sin aún haber alcanzado el objetivo, el ciudadano demócrata que anhela la paz, el progreso y el cambio político para una nueva Venezuela, solo reconoce a Guaidó y las fuerzas políticas que le acompañan, como los legítimos portadores del estandarte de la libertad, solo a ellos y no a otros.

Lo bueno aún en lo difícil de la coyuntura, es que es muy fácil constatar que así estarán de enredados en el desgobierno, que aún contra lo obvio, apostaron a firmar un acuerdo de cohabitación con Timoteo & compañía.

Así estarán de seguros que no la tienen fácil y de que solo es cuestión de tiempo para que llegue la democracia, la justicia y la libertad, que se atrevieron a empandillarse con sus pares indeseables, solo para ganar el poquito tiempo que dispensa la efervescensia de la sorpresa de algunos pocos en la opinión pública. Que lo hayan hecho nos da entonces esperanza, pues allí en ese desespero es donde se aprecia con nitidez la luz al final del túnel.


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