Las crisis económicas no hacen asco: tanto da que seas de izquierda o de derecha, comunista o libertario.

Pongamos por caso el de Cuba. En la isla castrista, según datos oficiales, el déficit fiscal se acercó al 15% del PBI -el dólar se fue pa’ arriba-, la economía tuvo una caída de casi 2%, la pobreza se incrementó 13% y la inflación se estima en 30%. El turismo, gran fuente de ingresos, se ubicó muy por debajo de lo esperado y alcanzó a lo sumo 40% de lo que era antes de la pandemia. El dólar informal, en el mercado libre o negro o blue, se cotiza a  273 pesos, el oficial para personas físicas a 120 y a 24 pesos para personas jurídicas (supongo que el Estado y sus burócratas).

Con estos números parecería que se hace perentorio una llamadita a Milei.

Pero quizás no sea necesario: ya  se anuncian aumentos del 25% para los combustibles, la electricidad, el agua y otros servicios públicos. Se pone fin al ”subsidio universal a la canasta básica de alimentos” (de la tarjeta de abastecimiento de las felices épocas con los soviéticos, se pasó a la de racionamiento y ahora ni estas). Desde este mes se suspenden las exenciones tributarias a las cooperativas y a las micro, medianas y pequeñas empresas. Se generalizan los impuestos a las ventas y servicios. Habrá baja de aranceles (50%) para importación de materias primas, insumos y bienes intermedios no competitivos.

Pero no se acaba ahí: se encarará una reducción de gasto a través de una “revisión” de la cantidad de empleados estatales. ¿Qué te parece?

Es difícil innovar. Si hay que achicar el déficit y terminar con los “privilegios” de los burócratas y de la casta o la nomenklatura, poco es lo que se puede inventar.

La diferencia está en cómo se dice, cómo se vende. Por ejemplo, el ministro de Economía de Cuba, Alejandro Gil, descartó que se trate de una política de shock de tipo neoliberal (no, qué va). Ninguna propuesta va en esa dirección, dijo como consuelo a los cubanos. Aseguró que será gradual y prometió mantener conquistas sociales (¿las “tarjetas”?), y protecciones a las familias, a los vulnerables, justicia social, etc., etc.

Que se queden tranquilos los cubanos, el ministro les aseguró que no habrá reducción de la intervención del Estado y que no existe el menor intento de incentivar la libre competencia y la privatización de empresas. ¡Están salvados!

En los países democráticos el gobierno que asume justifica y le carga el “ajuste” a la “herencia recibida” del gobierno anterior. Lo de Milei y el desastre kirchnerista es el caso más actual, pero ¿cómo hacen los gobernantes cubanos para culpar a los anteriores si siempre son los mismos? El partido es uno solo.

El bloqueo: la explicación es el bloqueo “ de más de 6 décadas”. Un fenómeno de comunicación: se ha olvidado que se trata de un  embargo impuesto por Estados Unidos, lo que no le impide para nada a los cubanos comerciar con el resto del mundo. La idea fuerza es “bloqueo”, como si la isla estuviera rodeada por buques de guerra de Estados Unidos que no dejan pasar barcos que lleguen o salgan con mercancías de la isla, todo lo cual explica la crisis y justifica la dictadura y la pérdida de libertades.

Lo siguen vendiendo así y hay gente que todavía se los compra. No es de shock y la “justicia social” está salvada, sin tarjeta universal eso sí.

El relato es clave: todo es según como se cuenta.

 


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