Confieso mi perplejidad cuando constato la aproximación a la complejidad de una situación socio-política a partir de una postura personal, pues ello denota dos olvidos importantes: la perspectiva, razonable o no, de los demás y el ‘estado del arte’ en ciencias humanas. Cuando asumimos ambos olvidos nos ha faltado, tanto la aceptación genuina de la pluralidad, como la humildad que nos permita reconocer que, cualquiera sea la dimensión de nuestros saberes, ellos son siempre insuficientes. Pareciera que, el llamado de Platón por el saber-que-cuida (sotería) y el de Aristóteles por el saber-prudente, (phrónesis) ha sido olvidado en nuestra educación respecto a los asuntos humanos.

¿Qué necesitamos tener presente cuando nos toca razonar respecto a una problemática humana? Las distintas líneas argumentativas desarrolladas en la producción de conocimiento relevante de la humanidad, ante las cuales nos percatamos de numerosas carencias que nos impiden comprender apropiadamente.

La Sociología nos ayuda a captar el origen y alcance de la acción social, algo mucho más abarcante que una interacción o el conjunto de interacciones posibles en una comunidad o sociedad. Tomemos a Pareto de ejemplo para orientarnos, mediante su distinción entre acciones lógicas y no-lógicas; las primeras, dice el italiano, propias de la economía, las segundas de la sociología. Los actos no-lógicos pueden comprenderse mediante el siguiente cuadro:

Esa clasificación de los actos por parte de Pareto deviene de la mirada del estudioso: el mundo adquiere inteligibilidad cuando el intelectual puede ordenar la data que ha sido inferida del conjunto de fenómenos que emergen desde las situaciones o problemáticas socio-políticas. Weber realiza un aporte significativo cuando distingue el entendimiento del sabio de la comprensión acerca de la significación que los actores sociales le dan a sus vivencias: la verdadera tarea de quien aspira a darle inteligibilidad a la existencia radica en comprender a los otros. El punto de partida es la conciencia del otro, no la propia, cuando se quiere captar esencialmente un fenómeno o problemática socio-política.

Obsérvese que Pareto expresa la perspectiva analítica-transitiva y Weber la reflexiva. La primera fundamenta la investigación inductiva, tan propia de la filosofía educativa instaurada en nuestra academia. La segunda, constituida a partir de la deducción, explora la dimensión asumida por la fenomenología, en particular, y de la filosofía, en general.

Un pensador político de nuestros tiempos, que se ha esforzado en desarrollar (mediante la academia y la experiencia) un conjunto de saberes relevantes, puede estar «anclado» en la perspectiva analítica-investigativa. Uso la noción de «anclaje» desarrollada por Tversky y Khaneman en sus trabajos que han dado origen a la Economía conductual: toda postura reflexiva y decisoria es fundamentada en un conjunto de supuestos y sesgos.

Por tanto, de lo que se trata en Política requiere de una ruta reflexiva que permita evaluar nuestros anclajes, vale decir, nuestros supuestos y sesgos, por un tamiz de reconocimiento y ponderación, Para ello es necesario comprender nuestra cultura pública y su constitución histórica mediante una ruta que transite, al menos, las siguientes, etapas:

1ª. Interrogar los supuestos y sesgos de nuestras posturas políticas, en particular, esa distinción entre «socialdemocracia» y «socialismo» mediante la cual se entiende la práctica política en nuestro país.

2ª. Adoptar una postura más cercana a la de Weber para constatar qué nos ha faltado comprender de las posturas políticas que no suscribimos, tanto aquellas que coexisten con la nuestra, como aquellas que no han sido consideradas desde hace tiempo; en particular el republicanismo contemporáneo y el conjunto de teorías acerca del desarrollo institucional.

3ª.  Considerar como insuficientes todas las posturas ancladas en lo transitivo (intereses y relaciones de poder). La Política es algo más que «mirar hacia afuera» para identificar los errores de los demás. Es, más bien, poder mirar nuestras propias posturas para adoptar el equilibrio reflexivo que permita reconocer los propios errores.

Quizás es posible un nuevo punto de partida para la Política en nuestro país, si le damos cabida a una reflexión vigorosa que pueda desvelar aquellos supuestos y sesgos profundamente anclados en nuestra cultura pública. Ello nos permitiría combinar el ámbito transitivo de los intereses y las relaciones de poder, con una dimensión reflexiva que nos permita fundamentar la constitución de una sociedad bien ordenada.

“Ayudar al pueblo es por ello nuestro deber presente. A un pueblo que no está debajo de nosotros, en función de supedáneo para nuestro servicio, sino del cual nosotros somos mínima parte y expresión veraz. Debemos ayudarlo, no a que grite, como aconsejan los demagogos, ni a que olvide sus desgracias, como indican los conformistas del pesimismo, sino a que reflexione sobre sí mismo, sobre su deber y su destino”, (Mario Briceño Iragorry, Mensaje sin destino (16), 1951)


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