La sabiduría milenaria de la naturaleza brinda ilimitada información, la cual asimos para desarrollo de nuestra especie. Subyacen infinidad de ilustraciones de cómo los sistemas vivos se fortalecen en el tiempo, en particular refiero los aros de crecimiento de los árboles, cuyas células se multiplican en el tronco de forma concéntrica distribuidas en capas de anillos, que solo serán visibles por medio de un corte transversal en el tronco del árbol. Estas características podrían resultar ser metafóricas de las transformaciones internas que sufren los individuos, a través de procesos de crecimiento o maduración propiciados por eventos o demandas en su entorno inmediato.

Todo sujeto social sometido a constante interacción humana, inevitablemente deberá adaptarse, y en ese proceso expresara rasgos genéticos familiares, conductas propias debido a su formación, psiquis y conjunto de experiencias vividas. Lo que sin duda, aportaran al fundamento y expresión de todo tipo de respuestas a estímulos del entorno. De tal manera, dentro de dicho individuo existe un proceso de robustez producto de la maduración. Esto podría asociarse con los árboles, cuyo diseño y organización celular en los aros de crecimiento obedecen al genotipo de la especie, circunstancias adaptativas por condiciones medio ambientales, proporcionándoles majestuosas características como altura, resistencia, flexibilidad y algunas otras propiedades a la madera, según la especie (Vargas-Silva, 2019).

El crecimiento del ser interior es un proceso progresivo que se manifiesta como conjunto en lugar de aspectos aislados, aun cuando pueda existir comportamientos más evolucionados en algunas áreas versus otras. Al momento de percibir la madurez de una persona, esta se aprecia como un todo en su conducta y no siempre se correlaciona con el grupo etario al que pertenece.  Por consiguiente, se enriquece aún más la concepción del mundo interior de cada individuo, quien de forma peculiar va desarrollando e integrando sus propios aros de crecimiento, los cuales no serán visibles hasta que sean expuestos mediante las exigencias de la vida. Así como se ven expuestos en los árboles cuando se hace un corte transversal a la madera para darle un uso específico.

Pensar en los semejantes, como individuos que se encuentran desarrollando ciertas características, que les atribuirán cualidades y potenciarán las que ya expresan naturalmente; esta puede ser la mejor manera de vernos a nosotros mismos como seres en construcción. La seguridad que proporciona abrazar la vida con propósito, concede un sentido a todas las experiencias vividas, buenas y malas. Esto nos forja, y más temprano que tarde nos empodera en roles que permiten expresar todo aquello que nos ha hecho crecer. Esto ocurre inesperadamente e incluso sin haberlo deseado, nos constituimos instrumentos para ayudar a otros a desarrollar su potencial o simplemente a salir de pensamientos negativos o atolladeros emocionales.

En lo sucesivo, cuando veamos expresiones inexpertas de seres en evolución, podemos visualizar el árbol con sus aros de crecimiento y callar, porque puede que estemos frente a uno de los individuos potencialmente más robustos que la vida nos presente.

@alelinssey20


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