Diciembre trajo finalmente buenas noticias para la agobiada sociedad argentina: la crisis política y económica y una potente ola de calor sumaban contratiempos de alto voltaje que afectaban diariamente a una población de por sí muy golpeada. Sin embargo, el fútbol cambió el clima social. La selección nacional supo sobreponerse a diversos problemas, comenzando por la derrota inicial con Arabia Saudí, para sacar fuerzas de flaqueza y conquistar la Copa del Mundo. Una bocanada de aire fresco llegó a un país necesitado de estímulos y de algo que festejar.

Pero, más allá de lo coyuntural y del orgullo legítimo ante tan merecida victoria, la pregunta es cuán profunda será su carga anestésica frente a las serias dificultades que afectan a los argentinos. Dicho de otro modo, ¿cuánto tiempo deberá pasar para volver a sentir el desgarro que provoca una inflación desbocada (en 2022 rondará el 100%), la inseguridad ciudadana, el aumento de la polarización política (la famosa grieta) y la falta de confianza en los políticos y en las instituciones democráticas?

Es cierto que no se ha llegado al “qué se vayan todos” de 2001, aunque existe una profunda desafección con la democracia. Y si bien las elecciones presidenciales y parlamentarias están próximas (octubre de 2023), es complicado saber cómo se llegará a las mismas. Para comenzar, tenemos una vicepresidenta condenada por corrupción que se presenta como la gran víctima de una conspiración judicial en su contra (lawfare). Para amplificar el tono de la conjura decidió no competir electoralmente por ningún cargo que le pueda otorgar inmunidad.

En segundo lugar, un enfrentamiento creciente entre los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). El control del Consejo de la Magistratura, el órgano responsable del nombramiento de los jueces y de la administración de la Justicia, se ha convertido en el centro de una lucha encarnizada por el poder. Una sentencia de la Corte Suprema modificó la composición del Consejo y tras ella, Cristina Kirchner, en tanto presidenta del Senado, quiso forzar el reparto de los senadores allí representados en beneficio del oficialismo. Un nuevo fallo de la Corte restableció la legalidad.

Las cosas no terminaron allí, ya que otra resolución de la máxima instancia judicial supuso un nuevo varapalo para el gobierno de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner. Durante la pandemia, el presidente decidió modificar el reparto del dinero distribuido por el gobierno nacional entre las administraciones provinciales en beneficio de la provincia de Buenos Aires y en detrimento de la ciudad de Buenos Aires. Mientras la primera está gobernada por el peronismo, la segunda está en manos del macrismo.

Al anular el decreto correspondiente, la Corte se granjeó la animadversión del gobierno nacional y de buena parte de los gobernadores peronistas, que definieron a la sentencia como de “imposible cumplimiento”. Se abre así un conflicto de poderes de consecuencias imprevisibles, que afectará seriamente el futuro político e institucional argentino.

Las encuestas vaticinan la derrota del peronismo/kirchnerismo en las próximas elecciones. Para que esto ocurra habrá que ver en qué condiciones llegan a octubre próximo las diferentes fuerzas políticas que aspiran al poder. En el oficialista Frente de Todos las luchas intestinas son cada vez más abiertas. Tampoco sería descartable una nueva fractura del peronismo, y más tras la renuncia de Kirchner a ser candidata a presidenta. En Juntos por el Cambio (la alianza de macristas y radicales) las cosas tampoco son sencillas. Sus opciones de recuperar el gobierno tras la más que mejorable gestión de Mauricio Macri (2015 – 2019) dependen en buena medida de que mantengan su unidad. Pero, las disputas por las candidaturas (tanto entre los macristas como entre ellos y los radicales) complican el panorama.

Afortunadamente para la oposición, el objetivo oficialista de suprimir las PASO (primarias obligatorias) no prosperó, al mantener el mejor mecanismo para la solución de sus controversias. Pese a todo, habrá que estar atentos. Si unos y otros llegan fraccionados a los comicios aumentan considerablemente las opciones de Javier Milei, el tercero en disputa. Milei, que se define como “anarco capitalista” o “libertario”, expresa el fuerte sentimiento antipolítico presente en la sociedad argentina, capaz de conducir al país hacia un régimen “iliberal”. Lo dramático del momento es que sus opciones aumentan si logra pasar a la segunda vuelta. En ella, de competir contra el peronismo tendría todo el voto de la derecha y de hacerlo con un macrista o un radical el de buena parte del peronismo.

Este sería, sin duda, el peor escenario para un país desgarrado por los conflictos internos y las crisis política y económica. En este contexto, el triunfo de la “albiceleste” resulta solo un parche (aunque muy valorable) frente a otros problemas de mucho mayor calado. Las vacaciones veraniegas introducen un compás de espera, que después de marzo será reforzado por la retahíla de elecciones provinciales que tendrán lugar. Sin embargo, la frustración con los gobiernos sucesivos que han incumplido sus promesas electorales no promete nada bueno. La grieta, de mantenerse, solo augura conflictos renovados, algo que se debería tratar de evitar.

Artículo publicado en El Periódico de España


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