Los venezolanos cerramos un año muy trajinado, por decir lo menos. Este 2022 que finaliza en poco nos confrontó como sociedad y en lo personal. Vimos partir a muchos no solo porque fallecieron por la pandemia sino por emigrar a otras latitudes en búsqueda de una mejor vida. Mucho pudiésemos narrar de las diversas historias que cada familia venezolana tiene.

La historias podrían ser distintas alrededor de un país que no ha tenido en estos años, por no decir décadas, un verdadero liderazgo, partidos serios y modernos, una política asumida como servicio al ciudadano, y por ende, una gestión y administración pública eficiente y responsable que debió haber administrado el segundo boom petrolero en nuestra historia (2007-2012), y lo traemos a colación porque Venezuela y los venezolanos pudiésemos estar en condiciones favorables en términos de crecimiento, ingreso, productividad, inflación, poder adquisitivo y demás.

Hoy exhibimos los peores indicadores socioeconómicos de la región, ciertamente una paradoja del país con la mayor reserva de petróleo, gas, el país con la mayor biodiversidad, minerales y pare usted de contar; y sin embargo nada de eso se ha aprovechado para el bien colectivo. No solo no se sembró el petróleo, sino que repetimos la historia con los minerales, para una muestra ver lo que ocurre en el Arco Minero del Orinoco.

Los graves efectos de la indisciplina macroeconómica, la destrucción del sistema de precios, el tipo de cambio, la pulverización del signo monetario, la disminución de las reservas, la expansión monetaria a gran escala, los controles de precios desestimulando la producción y desincentivando la inversión privada, junto con el debilitamiento sistemático de las instituciones públicas, entre ellas, las responsables de la elaboración y producción de las estadísticas económicas, son parte de la debacle actual, inédita por lo demás en nuestra historia económica.

No hay explicación que valga para decirle al venezolano de a pie que hoy podría estar en otras condiciones de vida, que ese país que hasta hace poco tuvimos y medianamente funcionó, fue estable, incluyente, progresista y donde había oportunidades en todos los aspectos y calidad de vida, se esfumó, lo arruinaron y lo desorbitaron en muy poco tiempo. Y como pasó con la pandemia (covid-19) da la impresión de que no aprendimos, no nos dejó enseñanzas y todavía estamos creyendo en pajaritos preñados.

El horizonte de posibilidades que los venezolanos tenemos es interminable, pero partiendo de realidades y no de falacias. No hay otra manera de salir del atolladero sino con un esfuerzo titánico donde nuevamente tropezamos con una paradoja y es que pareciera que los venezolanos no contamos con el Estado ni con el gobierno, es decir, literalmente nos toca proveernos la salud, la seguridad social, resolver transporte, seguridad, servicios básicos.

Las actitudes hay que cambiarlas y eso no se logra en un abrir y cerrar de ojos. Urge rescatar no solo las buenas costumbres, los buenos hábitos, la responsabilidad, la probidad, la sensibilidad por el prójimo, el profesionalismo, el esmero, el civismo frente al militarismo, el papel de la familia, la iglesia, la escuela hasta la universidad como formadores de ciudadanos. Ejemplos de esfuerzo y rectificación los tenemos en empresarios, en un sinnúmero de venezolanos con sus emprendimientos y que han asumido como premisa de vida lo que, estimado lector, vengo repitiendo, reiterando y aplicando en estos años agrestes y que los tiempos de crisis son tiempos de oportunidades, que debemos ser parte de soluciones y no de problemas, de que hay que ponerse en el lugar del otro, del desvalido.

Como sociedad tenemos enormes méritos y aciertos y muchas fallas por corregir. Repito, si queremos otra Venezuela tenemos que parirla y los partos duelen; pero luego viene la recompensa, como cuando nuestras madres dieron a luz y después del dolor viene la felicidad al tener a la criatura en los brazos. De tal manera que el país requiere de sus mejores hombres, de sus científicos, de sus jardineros, de sus bioanalistas, de sus mecánicos, de jueces probos, de sus médicos, de sus agricultores, empresarios, técnicos, obreros, maestros, de competentes funcionarios, y de decentes y responsables dirigentes y políticos.

Lo que no podemos hacer en este cierre de año es ser indolentes, pasar inadvertidos o indiferentes. Las críticas, los diagnósticos, los exámenes, las valoraciones son necesarias a todo nivel, hogar, trabajo, familia, sociedad. No basta muchas veces albergar cambios sino motivarlos y buscarlos y eso requiere voluntad, disciplina, esfuerzo, constancia.

Cierro estas líneas de la columna que el diario El Nacional me publica los días miércoles, pidiéndole disculpas a los lectores por hablar en primera persona en virtud de expresarles que no he dejado de apostar a mi país, a esta Venezuela, el magisterio de la docencia universitaria que asumí por concurso lo mantengo con la misma energía e incandescencia de cuando concursé, expresado al impartir clases en pregrado, maestría y doctorado, siendo parte de proyectos de investigación nacionales e internacionales, publicando en revistas científicas además de libros y capítulos de libros, e incluso dirigiendo los destinos de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de los Andes en la condición de decano, sin presupuesto, con renuncias, jubilaciones, deterioro de nuestras bibliotecas, laboratorios, salones, y reitero: la crisis alberga oportunidades y hemos logrado el apoyo decidido de varios de nuestros egresados, incluso en alto cargos en instituciones públicas como en la empresa privada, que son los responsables de la recuperación de nuestra infraestructura, como fue la impermeabilización del edificio de aulas y la reparación del sistema de bombas, entre otros. Así que, como dijo un celebre banquero: “Aquí estamos y aquí seguimos” … Este es nuestro país y por ello hoy y siempre apostamos a él, a la universidad, a su gente.

Este país está repleto de gente buena, competente, formada, talentosa y demás. Este país tiene dolientes y repetimos: no basta solo con albergar cambios sino buscarlos. Feliz Navidad 2022 y venturoso año 2023 para todos los venezolanos.

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