La abstención habló por sí misma. Al menos eso interpreto yo. Nos dijo que el estado de ánimo general es de desconfianza ante el poder y su transparencia. Por supuesto que fue un domingo triste, pero al mismo tiempo uno podría decir que ganó la institucionalidad, los deseos de que haya elecciones limpias y un mejor país.

La gente, sin duda, está cansada de tanta burla y manipulación, pero deseamos encontrar la puerta que nos abra a un mejor futuro: uno que se construye día a día, con cada uno de nosotros haciendo lo mejor que pueda lo que le a cada uno le toca hacer y sabe hacer. El estado de ánimo, sin embargo, me parece a mí que es de decaimiento y temor al futuro, pues a veces no vemos con claridad hacia dónde va el país y si efectivamente podremos salir de esta crisis tan devastadora.

Uno piensa, no obstante, que si bien las Repúblicas pueden disolverse, tras el caos subyace siempre ese bien que es el ser de las cosas y su fundamento, porque el mal, el desorden, con lo dañino que es, es siempre ausencia de bien. Hay gente buena entre esos muchos que apostaron a cargos en las elecciones. Gente que me consta que es luchadora y tenaz, optimista y trabajadora. Esos esfuerzos no pueden perderse y creo que no se perderán, pues siguen esmerándose por un sentido de lucha colectivo.

Eso fue lo que se perdió: el sentido de que unidos podemos lograrlo. Hubo un quiebre con los políticos, una desconexión con los líderes, buenos o no, que apostaron a la construcción de una agenda distinta a la del gobierno, pero a través de una vía que genera desconfianza. En el fondo ganó la desobediencia civil y la individualidad: el deseo de que prevalezca algo muy nuevo y creíble; algo distinto a lo que venimos viendo desde hace años. Es cierto, sin embargo, que el voto es un derecho que hay que defender y que perdemos al no usarlo. Es cierto que elegir es la vía. Sucede, no obstante, que las condiciones deben cambiar y ser más limpias. Si se puede lograr o no es otro tema. Lo cierto es, tristemente, que se impuso la incredulidad, el bajo estado de ánimo, la desconfianza y la rebeldía.

Lo malo es que no podemos perder el sentido de lucha colectivo, pues la fuerza pende de la unión. Por eso los líderes deben seguir apostando a acercarse a la gente y a mostrar lo necesario que es unirse en torno a un ideal y en un grupo, pues el país es un todo en el que estamos todos implicados y solo desde la asociación podremos transitar a tiempos mejores. De lo contrario, nos asimilaremos al desorden imperante.

Los líderes tienen la responsabilidad de unirse, de acercarse unos a otros, para generar de nuevo confianza en la gente, pues si la oposición no está unida, ¿cómo pedir unidad a la gente?

Son tiempos para reflexionar en torno a esta unidad que debemos ser capaces de crear, pues el país es uno. Tal vez ganó la gente al mostrar su desconexión con lo que no genera credibilidad, pero hay que entender que solo juntos, en torno a un ideal colectivo, saldremos de esto. Los líderes tienen la gran responsabilidad de inspirar la confianza que esta vez estuvo ausente, pues sin estocada uno irá de su cuenta intentando sobrevivir. La meta que anhelamos es común a muchos, pero necesita ser articulada políticamente. Y esto fue lo que no prevaleció el domingo.

Es lo que falta y lo que hay que construir, desde la sinceridad y humildad de parte de los líderes.


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