Muchos recuerdan una noche, a principios de diciembre de 2017, minutos previos a la celebración del Festival Jonrón Pepsi, en la que una gran masa de asistentes, la mayoría, gritaba en coro, al unísono: ¡presidente, presidente, presidente!… Algunos desprevenidos se percataron segundos después, para su sorpresa y la de todos los televidentes en sus casas, que los vítores estaban dirigidos, no precisamente al inquilino de Miraflores, sino a una figura que, sin buscarlo, ha cosechado continuamente la simpatía y el aprecio de millones de venezolanos.

Lo ocurrido esa noche en el parque José Bernardo Pérez de la ciudad de Valencia sirvió de antesala para que, ya en enero de 2018 -cinco meses antes de celebrarse el fraude electoral adelantado que renovó el mandato de Nicolás Maduro-, numerosas voces, a través de las redes sociales y en actividades de calle, animaran al presidente de Empresas Polar, Lorenzo Mendoza, para que diera un paso al frente y se batiera políticamente en representación de los tantos opositores y descontentos de todo un país.

Por mencionar tan solo una de las variadas triquiñuelas, el régimen madurista, arropado bajo una sentencia de su Tribunal Supremo de Justicia, había inhabilitado la tarjeta electoral de los principales partidos políticos agrupados en la Mesa de la Unidad Democrática, con lo cual el camino para la reelección estaba totalmente libre de obstáculos. No está demás mencionar también que Leopoldo López estaba cumpliendo arresto domiciliario para aquel momento, y que Henrique Capriles había sido puesto fuera de juego al pesar sobre él una prohibición de ejercer cargos públicos por quince años.

Lorenzo Mendoza se presentaba entonces como una opción idónea en el imaginario de muchos, pero, sobre todo, por ubicarse en esa categoría tan atractiva y esperanzadora del llamado outsider. Alguien que rompe con esos patrones del político tradicional tan despreciado y devaluado. Lo que ocurrió luego fue que no ocurrió nada: el buen ponderado empresario optó por eso de “calladito me veo más bonito”.

Pero, ya aterrizando en el presente, las razones por las cuales un personaje como Lorenzo Mendoza es apetecible a los ojos de un pueblo desesperanzado cobran renovada vigencia.

Expresado de otra forma, ¿qué tiene de atractivo Lorenzo Mendoza que lo convierte en una opción, aparte de ser un outsider de la política como lo fue en su momento Hugo Chávez?

Hombre de mucho carisma, apreciado por cada uno de los trabajadores de Empresas Polar, Mendoza se ha convertido a lo largo de estos últimos años en símbolo de eficiencia y buena gestión, algo que como él mismo lo ha dicho es lo que cualquiera desearía para Venezuela.

Además, la identificación y empatía de este afable empresario con la población venezolana tiene sus raíces en algo tan simple como el hecho de haber sido su empresa la proveedora, durante varias generaciones, de productos que forman parte de la dieta y costumbres inalienables del país, por ejemplo, nada menos y nada más que de la arepa y la cerveza, con esa marca distintiva tan de nosotros.

Primarias a la vista

Existe una opinión generalizada e incontrovertible: después de veintitrés años, el venezolano siente que la oposición, ahora más desunida y fragmentada que nunca, ha sido incapaz de provocar el cambio deseado. Más aún, y aquí no estamos inventando el agua tibia, los venezolanos continúan en esa búsqueda de algo que no encuentran en la oposición ni en el gobierno de facto.

Las consultas impulsadas por la Plataforma Unitaria (Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia y Voluntad Popular) junto a otros factores de la oposición, con el propósito de llevar a cabo un proceso de elecciones primarias que definan al candidato unitario de cara a las presidenciales de 2024, han generado ciertas expectativas por la renovación que imprime a la dinámica política.

Sin embargo, cualquiera puede imaginar el cúmulo de complicaciones con los que este proceso se encontrará en el camino, de paso ya visibles. De las tantas que se pueden mencionar hay una que es clave, y tiene que ver con la heterogeneidad de la oposición. Ya de partida existe mucho escepticismo en algunos sectores por el hecho de que la Plataforma Unitaria, con Omar Barboza al frente, haya decidido arrogarse el derecho de organizar los comicios primarios.

Y es que el principio que domina la idea de unas elecciones primarias conviene en que las mismas deben ser abiertas e inclusivas, lo que significa que cualquier fulano de a pie tiene derecho a participar; alguno diría, aunque sea uno de esos alacranes de la política. Por tanto, es más que lógico que este principio se asocie igualmente a la organización con participación plural, digamos de la sociedad civil, en todas las facetas del proceso, y no solo de un cogollo político.

En la dirección de la Plataforma Unitaria existe cierta prepotencia en cuanto a la definición de los lapsos. Todavía se está a la espera de la aparición de un proyecto de reglamento para la discusión y, lo más importante, la definición de la fecha de celebración de las primarias. El tiempo corre rápidamente y eso atenta contra las posibilidades de éxito de la oposición.

Pero, es aquí donde viene lo más importante una vez garantizado el derecho de todos a participar. ¿Usted se imagina, querido lector, la enorme lista de potenciales candidatos? Se verán aspirantes de todas las tendencias: los radicales, los moderados y los más despreciables, esos que le hacen el juego al gobierno con aquello de la cohabitación. En todo caso, un verdadero revoltijo que solo nos recordará el “…fraccionamiento y debilitamiento de la oposición y todo su liderazgo”.

La lista de aspirantes habrá de ratificar la convicción, tal como lo decía en estos días el propio Antonio Ecarri, de la Alianza del Lápiz -dándose el mismo un tiro en el pie- de que los venezolanos se “cansaron de una clase política que los defraudó y decepcionó”.

¡Vamos al grano!

Venezuela necesita urgentemente de la irrupción de un outsider. Algo así como un Renny Ottolina de nuestros días. Una segunda oportunidad de la historia. Ese señor, ya saben todos cómo se llama.

Más allá de cualquier intuición política tomemos como soporte, aunque sólo sea una fotografía del momento, los resultados de una encuesta reciente realizada por MoreConsulting. En ella se revela que el 53% de los venezolanos evalúa de manera positiva a Lorenzo Mendoza. ¡Ojo! por detrás de él vienen Rafael Lacava, tal vez muy pronto desertor del chavismo, con 44,6%, y Nicolás Maduro, con 35,3%. Sorpresivamente, buena calificación sacó también María Corina Machado, con 28% de aceptación, dentro del grupo de las figuras opositoras.

El punto es que Mendoza, al igual que en 2018, se presenta como el único factor capaz de aglutinar en torno a un proyecto que luego surgirá, no sólo a los detractores del régimen, sino a aquellos declarados independientes que no comulgan con la clase política opositora, y, por qué no, a esa masa no despreciable de arrepentidos chavistas.

Muchos riesgos existen, por supuesto. Cualquier asomada de cabeza de Lorenzo suscitaría la más implacable casería del régimen. La pregunta sería si el presidente de Empresas Polar estaría dispuesto a asumir los grandes costos personales que una decisión de esas implicaría. Hasta ahora y por muchos años Lorenzo Mendoza ha evadido cualquier compromiso con la política en esos términos.

Lo que sí es cierto es que una candidatura de Mendoza a las primarias de la oposición ahorraría mucho tiempo y trabajo. Está claro que la misma le daría un vertiginoso impulso al proceso, definiendo rápidamente las preferencias mayoritarias a su favor.

Con Lorenzo Mendoza la unidad de la oposición, tanto tiempo aspirada,sería una realidad junto a un proyecto común como eje fundamental de futuras realizaciones. Además, sería el antídoto perfecto para contrarrestar una de esas movidas del régimen aplicadas en el pasado (2018), como el adelanto de las elecciones presidenciales en momentos de extrema fragmentación y división de las fuerzas democráticas.

Es más, es muy posible que el lanzamiento de la candidatura de Mendoza haga innecesario la celebración de las primarias por el consenso que generaría, no en los sectores políticos opositores, sino en una población cansada de tanto de lo mismo.

¿Será que sí, Lorenzo?

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