La rebelión sentimental de las masas, el odio a los mejores, la escasez de estos. He aquí la raíz verdadera del gran fracaso hispánico.

José Ortega y Gasset

Amigo que no da pan y cuchillo que no corta, aunque se pierda no importa.

Refranero del castellano

 

La derrota es huérfana, no tiene padre alguno, mientras que la victoria sí tiene muchos padres y pretendientes. Este dicho al parecer lo han repetido desde Napoleón Bonaparte hasta John F. Kennedy.

En efecto, desde hace mucho tiempo, los partidos tradicionales, el llamado G-4 (AD, Primero Justicia, Voluntad Popular, y Copei), vienen arrastrando grandes carencias. En primer lugar, todos son semisocialistas, socialdemócratas, etc., con lo cual les es difícil diferenciarse ideológicamente del actual gobierno, que es socialista puro, y además regala comida y tiene una masa de empleados públicos a los cuales puede “convencer con facilidad”.

También se aduce que el gobierno los ha infiltrado y produjo la absurda falta de unidad y división entre los mismos. Otros líderes políticos sin mucha vergüenza como Henri Falcón provienen del chavismo y se declaran ellos mismos ¾sin querer queriendo¾  “chavistas” sin Chávez. Y así es más difícil de convencer a ciudadanos comunes que voten por ellos y no por los candidatos del gobierno.

También la llamada MUD en manos del excopeyano Ramón Guillermo Aveledo, que estuvo viajando mucho al exterior, tratando de convencer a políticos europeos y gente importante de que el gobierno de Chávez era autoritario, pero jamás mencionó en el exterior que era una verdadera   dictadura y que llevaría el país a la quiebra.

Posteriormente, se presentaron las elecciones del año 2015 y volvieron a llamar a votación al pueblo, para elegir una nueva Asamblea Nacional. Ganaron, estuvo esto bien. Pero, por arte de birlibirloque, el gobierno inventó una Asamblea Constituyente traída por los cabellos, y así anularon a la nueva Asamblea Nacional. Se estableció un “gobierno paralelo”, y en vista de la cantidad de países que reconocían a Juan Guaidó como presidente legítimo y transitorio de la nación, hasta se le dieron unos activos para administrarlos. Sea como fuere, esto trajo problemas de reputación, y de inmediato surgieron acusaciones por el indebido manejo de dichos activos. Y mientras tanto, seguían los grandes problemas del país: 1) hiperinflación; 2) destrucción del poder adquisitivo del salario; 3) tasa de desempleo del 50%;4) servicios públicos semidestruidos; 5) inseguridad pública; 6) prepotencia del gobierno (alcaldías y gobernaciones paralelas); 7) inseguridad jurídica; 8) reducción de los ingresos fiscales de origen petrolero. ¿La ciudadanía venezolana aspiraba que estos nuevos alcaldes pudieran resolver¾todos o casi todos¾ estos problemas de vieja data? Nos preguntamos esperando que algún alma caritativa nos dé la respuesta.

Un editorial de Analìtica.com expuso con dureza y franqueza que “los grandes derrotados son aquellos que impusieron a dedo candidatos e impidieron candidaturas únicas en algunas regiones. y hay que decirlo con nombre y apellido, los derrotados son Henrique Capriles Radonski, Julio Borges y Henry Ramos Allup, líderes del pasado que demostraron ser solo líderes de papel.”

Otro editorial esta vez, de El Nacional,añadió lo siguiente:

“¿Por qué no escuchan a la gente? ¿Lo harán ahora que la abstención fue tan importante o seguirán echándole la culpa al ciudadano de que no fue a votar? Lo dijeron muchos analistas, a la gente no le interesa elegir concejales o alcaldes porque saben que eso no va a cambiar ni terminar con la tragedia que viven. Y a pesar de estar esto tan claro, el grupo que decidió participar incluso se peleó entre sí. ¡Qué espectáculo tan deprimente!”

Por lo tanto, creemos que elecciones sin unidad y sin condiciones mínimas de pulcritud electoral no sirven sino para fortalecer al régimen, que no se cansa de su hegemonía, y de sus patrañas y engaños.


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