Al aparecer en escena informaciones que parecen contradictorias entre sí, cuando pareciera que las cosas pueden cambiar, es conveniente antes de aceptarlo volver a las bases y a las premisas duras que nos vuelvan a poner en la realidad.

Las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos comenzaron a enturbiarse durante el gobierno de Chávez (aquí huele a azufre), y terminaron de romperse en el gobierno de Maduro. En el ínterin, el presidente Obama nos declaró una “amenaza inusual y extraordinaria” por el riesgo que significaba nuestra relación estrecha con China, Irán y Rusia; pero especialmente por la presunta presencia, en nuestro territorio, de elementos vinculados al terrorismo iraní y sirio.

Luego vino la era Trump, quien realmente se interesó por nuestro caso y nos habilitó las condiciones como para que hubiera una renovación política, que no fue aprovechada por la oposición, y que puso al chavismo a la defensiva, pero que logró sortearlas.

El levantamiento de las sanciones a Malpica Flores tiene como lecturas, entre otras, un gesto de buena voluntad –convirtiendo en ciertos los rumores improbables de la visita de marzo pasado– a cuenta de reacciones positivas de cara al diálogo, y que si no se cumplieran, bueno, “hay más peces para freír” (Story dixit); y también un mensaje, como dice un amigo, a tantos millonarios sancionados, mostrándoles que de las sanciones hay salida, pero que de la justicia no… para que no permitan que sus casos lleguen a la justicia, que se cambien de bando antes, porque de la justicia no hay vuelta atrás.

Porque ese levantamiento de sanciones produjo una ola de inseguridades en los opositores de base (que son millones) que lo vieron como una victoria del chavismo, y una debilidad de Estados Unidos; es tal vez un movimiento de piezas que, eventualmente, pudiera mover el juego en otra dirección, poniendo foco en el chavismo, que está atravesando una transición generacional, por una parte, pero pragmático-ideológica por la otra.

Volviendo a las bases y referencias duras de la situación, no ha habido cambios en la apreciación estructural que el establishment norteamericano tiene del chavismo, porque en realidad los gobiernos (Obama, Trump, Biden) tienen un limitado margen de maniobra, porque las decisiones de fondo son decisiones de Estado y suelen contar con el respaldo de los dos partidos; y eso, en el caso de Venezuela, no ha cambiado.

El caso del avión iraní con bandera venezolana detenido en Buenos Aires, está tomando un color diferente, porque todo indica que el tema va por terrorismo y espionaje; pensando que el piloto es el director de logística de la fuerza Quds (brazo logístico para transporte de armas, equipos y personal para acciones en el extranjero de la guardia revolucionaria de Irán), y el copiloto, dicen desde Argentina, que es un iraquí, miembro de la inteligencia de Hezbolá del Líbano.

Toda la sospecha recae en la posibilidad de un atentado antijudío en territorio argentino, ya sea sobre instituciones o sobre personas… de hecho, hay un abogado amenazado por ellos, que hoy está bajo protección policial.

Toda la información anterior es parte de lo que se llama “inteligencia abierta” (que se consigue en Internet y en los medios), alimentada por inteligencia directa de las agencias internacionales de Estados Unidos (CIA y FBI) y de Israel (Mossad). O sea, que lo del avión era un tema que ya se había anticipado, que países como Brasil, Paraguay y Uruguay conocían, pero que Argentina no; por eso es que el avión entró y salió como quiso, y finalmente fue detenido en Argentina, donde permanece bajo investigación, con el avión y los pasaportes de los tripulantes retenidos, y una causa bajo investigación que pudiera terminar en:

  • Libertad absoluta para todos por falta de méritos
  • Prisión para todos por espionaje, por el perfil de los implicados, y los hallazgos que se pudieran obtener de los datos recabados (caja negra, celulares, computadoras y tablets)

Y la opción que resulte, dependerá del grado de presión política que sean capaces de ejercer, y de recibir.

Entre la cercanía que podría inferirse con el levantamiento de la sanción mencionada más arriba, y el alejamiento resultante de la participación de un avión venezolano en el affaire iraní en Argentina, podría pensarse un saldo negativo para la relación bilateral con Estados Unidos. Tan cerca, por un lado, y tan lejos por el otro.

Nuestra política interna aparenta estar en calma, cuando por debajo están pasando cosas en los dos bandos. Todas las encuestas muestran una caída muy grande en la credibilidad de la dirigencia, chavista y opositora, dejando para repartir entre los dos 30% de las preferencias. El 70% restante no quiere a ninguno, pero si tuviera que votar, se inclinaría por la oposición. Son pocos los que creen que el gobierno puede arreglar esto y sacar al país adelante, así haga esfuerzos para intentarlo.

Entonces, ambos lados de la fuerza tratan de aparentar que tienen una solución, como para atraer al electorado. Y hay campañas, y recorridos por el país como no los había habido en años; y lo hacen convencidos de que lo que están ofreciéndole al país es lo que creen que el país necesita. Y no es así.

Este es un mercado de compradores, que no encuentra una oferta que les haga click. Y esa brecha, deja claro que la dirigencia se desconectó –hace ya mucho tiempo– de las bases y será difícil que con la inercia conceptual que arrastran puedan cambiar la oferta. Porque esa oferta es más de lo mismo, ambos estatistas y rentistas a ultranza, y con el chavismo asustando con neoliberalismo, y la oposición mostrando lo que el gobierno chavista ha destruido en 24 años.

Hay un espacio enorme para la disrupción, para una oferta distinta y novedosa. Que no prometa lo imposible…porque rescatar las empresas del estado. Tal como están,difícilmente pueda suceder. Ya la tecnología cambió, las condiciones del entorno cambiaron; las grandes refinerías y las grandes acerías, están siendo reemplazadas por plantas más pequeñas y modulares, más cerca de los mercados que de las minas o los yacimientos.

Quien pueda ofrecer lo diferente, lo posible, y lo que nos pueda volver a conectar con el resto del mundo, es quien se quedará con ese espacio. Porque así parezca contradictorio, estamos casi en condiciones de comenzar de nuevo desde cero…de un “borrón y cuenta nueva”.

Pareciera que internamente aún no se ha tomado consciencia de la dependencia que tenemos de los países que están en el conflicto europeo que, según sus líderes, derivará en una guerra mundial. Porque el sector privado depende de lo que proveen los aliados, mientras que nuestro sector público depende los otros. Hacemos lobby político con los aliados y firmamos acuerdos con los otros.

Sería interesante hacer algunos ejercicios de tormenta de ideas para evaluar el impacto que la guerra europea que se viene, tendrá en nuestros espacios vitales. En la cadena de suministros, en el abastecimiento interno; en los insumos importados para lograr todo lo que se produce aquí, en el sistema financiero. También en el impacto que tendrá en nuestra burbuja, la recesión global combinada con inflación que se profundizará en nuestros proveedores, no solo de bienes y servicios, sino también de medios de pago.

Lo anterior sin considerar el impacto político que estará asociado a nuestro alineamiento al momento en que no tengamos más opción que definirnos como aliados o como enemigos. Y de esa definición dependerán muchas cosas.

El nuevo comandante en jefe del ejército británico, durante su acto de toma del cargo, instó a las tropas a prepararse para la tercera guerra mundial, que tendrá características similares a la Segunda Guerra, en Europa continental y con preeminencia de combates en tierra, infantería y blindados; y que duraría varios años.

Biden en su cierre de la Cumbre de la semana pasada, les advirtió a los presidentes latinoamericanos sobre la inminencia de la tercera guerra mundial, tema que ninguno mencionó al regreso de su viaje. Los alemanes, el jefe de la OTAN y el propio Papa, coinciden en que habrá guerra. Y Putin, en su última intervención cerró el circuito, como recogiendo el guante.

Si de los dos lados están de acuerdo en comenzar una guerra, pues entonces comenzará. Porque los dos principales, uno de cada lado, Biden y Putin, están de acuerdo…pues entonces comenzará.

Y si bien la guerra será en Europa, aquí en nuestra región habrá que prepararse desde el punto de vista de los cambios en el comercio, en la inversión y en la necesidad de los alineamientos, ya no con la ideología, sino con el pragmatismo del amigo-enemigo. En una guerra, los enemigos son tratados muy mal, y sin reglas ni democracia, ni derechos humanos; sino el derecho de guerra… la ley del más fuerte. Y si no ajustamos nuestra posición, pues lo pasaremos mal.

El chavismo nos ha mostrado, últimamente, una capacidad de mimetización importante. Con un amigo revisábamos por qué Maduro no se había reunido con Putin, estando tan cerca, y siendo evidente y hasta necesario; y no llegábamos a una conclusión si había sido Putin que no lo recibió, o si, por el contrario, fue un gesto de Maduro hacia Estados Unidos, y decidió no hacerlo.

Cualquier acercamiento es bueno para que la guerra no nos agarre del lado equivocado de la ecuación, y terminemos invadidos; pero no por lo que creíamos, sino por lo que -seguramente para los gringos- debíamos… por las malas juntas y la “amenaza inusual y extraordinaria”.

Recomendación

Al gobierno:

Que complementando la intencionalidad que se manifiesta de reactivar con apoyo privado las empresas del Estado (“necesitamos inversión y tecnología”, Maduro dixit), inicie una reforma del Estado para hacerlo más ágil y que cueste menos. Es un Estado muy grande para un país que se volvió muy pequeño. Y le daría más profundidad y consistencia a la voluntad de mejorar la economía.

A la dirigencia de la oposición:

Que se preparen para convertirse en una fuerza opositora capaz de ofrecerle a la sociedad un cambio casi radical que rompa la continuidad, pues ofrecer más de lo mismo beneficia al chavismo, que es el que detenta el poder. Y no renunciará a ese poder, de ninguna manera.

A los dirigentes empresarios:

Que revisen su estructura patrimonial y tecnológica al cierre del primer semestre. Hoy más que nunca, tal vez, hay que buscar alianzas, tanto de integración vertical, como de integración horizontal, vía las finanzas corporativas. Cada uno por sí solo –salvo honrosas excepciones– no logrará superar esta etapa. Hay demasiada capacidad subutilizada como para no pensar en optimizar las inversiones y hacerlas más sólidas y competitivas.

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