Anabelle Aguilar Brealey: Rastro de Loba

Rafael Rattia

 

Se trata del más reciente libro de poesía de la eximia escritora costarricense, afincada en Canadá Anabelle Aguilar. La poeta ha cultivado con singular acierto también la prosa narrativa, tanto y con tan magnífica solvencia expresiva y lingüística como lo viene hacindo con su asombrosa originalidad lírica. Del mismo modo cultiva el ensayo literario pero con resultados no tan notables como los que exhibe su prosa poética.

Rastro de Loba está conformada por una magistral Antología políglota, en tres idiomas a saber (inglés, francés y español) y puesta en circulación en el mercado editorial bajo los auspicios y rigurosos cuidados de la editora Diana Manole y del sello editorial Grey Borders Books, en formato Ebook Edition, con sede en Canadá, 2022.

Rastro de Loba está traducido al francés por David Brème y a la lengua inglesa por Diana Manole. La selección original corresponde, como es de esperarse en estos casos, a la propia autora Anabelle Aguilar.

Enhorabuena para el solaz de los lectores de poesía de Iberoamérica, pues, la puesta en circulación de este nuevo libro de Aguilar Brealey en la vertiginosa e instantánea telaraña mundial de la red digital constituye un acontecimiento, ciertamente, de no poca trascendencia dada la notable importancia literaria y cultural que acompaña el nombre de la distinguida poeta en los vastos predios del inmensurable universo de la creación verbal de Hispanoamérica en estos tiempos de pandemia.

La experiencia triádica; pues ya dijimos que se trata de una trilogía de asombros linguísticos se inicia con una selección de textos pertenecientes al libro «ORUGARIO» (1998) en el que se advierte ya tempranamente el prodigioso por expresivo contenido en la cauda semántica de la poeta capaz de sugerir delicadas imágenes de sutiles timbres elocutivos sensuales y sensoriales que se explicitan a través de un extraño empleo de tropos visuales.

Imágenes perturbadoras como por ejemplo:

…» me muevo con la torpeza

de una gacela enferma

me cruzo con árboles fantasmas…»

Son imágenes poéticas de hondas videncias que abren caminos a la clarividencia de lo esencial a través del poema. Textos de inequívocafactura musical orlan estos poemas. Tal este ejemplo por demás elocuente:

….»limpiando la casa con palabras escritas

grita para sordos

se contorsiona

camina

no la miran

no existe.»

El poema en Aguilar Brealey es antídoto contra la locura y el extravío mental que hacen las veces de cortafuegos psíquicos para atajar la demencia que viene de la mano de lo real dado-constituido. La poesía en Rastro de Loba insiste en la risa terapéutica para espantar las acechanzas monstruosas que persisten en pretender inútilmente arrugar el alma del creador.

En la misma sección de los textos correspondiente al libro «ORUGARIO» el lector advierte la constatación de un mundo signado por la ejenidad y el extrañamiento, esto es, el mundo cotidiano cosificado por la alienación y aún más por la enajenación. El poema se erige contracorriente a partir de un postulado dialéctico negativo:

«dentro

tengo la razón de mis tinieblas.»

Leyendo estos poemas de Rastro de Loba es inevitable hacerse cómplice de una racionalidad otra, una razón no domesticada por la razón instituida por la lógica institucionalizada. La trovadora proclama un universo íntimo e intimista de sello personalísimo signado por sus muertos, sus madrugadas, sus lunas nuevas, en fin; sus desconciertos e incertidumbres como elementos simbólicos integradores que organizan un mundo sui generis  caracterizado por una singularidad irreductible.

Hace 22 años la escritora entrega a sus lectores un poemario titulado: Todopoderosa, (2000) donde se postula una poética atormentada, pecaminosa y llamativamente pensativa que habla y escribe desde un impulso vital diríamos que «faquirista» que: …»camina sobre carbones rojos

mira sin querer

el cielo atormentado de van Gogh

sostiene su cuerpo suspendido

en la última hebra.»

El poema en Rastro de Loba es un gesto de rebeldía transgresora; el verso se ciñe a un estro lírico por instantes ateológico que iza la pulsión de un eros omnipotente anclado a un amor terregnum por encima de la «civitas dei«.

Una poética que instaura en el texto un desafío subjetivo. La escritura lírica de Anabelle Aguilar, específicamente en el libro titulado: Hornacina, (2001) proclama una especie de religiosidad sin religión donde la palabra poética ocupa el lugar de Dios.

La madrugada y la mitad de la noche son ejes de temporalidad que atraviesan y distinguen la ética de su poética en no pocos textos de la obra literaria consignada en la trilogía que lleva por título Rastro de Loba. Percibo en este sentido una huella mnémica del poeta romántico francés Gerard de Nerval, (París, 22 de mayo de 1808-26 de enero de 1855)

También los colores de la pintura de Marc Chagall rielan en los versos multicolores y arrebatadamente polícromos de la estética verbal de Anabelle Aguilar y ello le confiere a su poesía un aditamento de extraña plasticidad pinturera que fusiona la belleza visual con la verbal en un solo continuum expresivo.

El discurso poético de Aguilar Brealey no es elusivo de los desafíos que le planta la historicidad empírica y subjetiva del tempus histórico de su contemporaneidad. Veamos un ejemplo.

Pureza

«No era sangre menstrual

era de munición 308

agua fuerte en medio de la calle

resbalosa

pegadiza

aglutinada

negra ya

imposible

licuarla

rezarle

besarla

olerla

lamerla

como la de los santos

imposible

ni siquiera

llorarla.» Sangre, (2002)

No sólo es el tratamiento temático de la propuesta poética de Rastro de Loba; es, también, y con mucho, la tersura de las palabras, la sutileza expresiva del discurso, la elasticidad verbal, la dúctil lingüisticidad lírica empleada para designar y nominar las cosas y entidades susceptibles de ser nominadas, de cualesquiera procedencia lexical.

Apuesto decididamente, con los ojos cerrados, por esta poesía y pongo mis manos en el fuego por sus textos, en el entendido que al fin de cuentas únicamente lo auténtico y genuino en materia de originalidad formal es lo que ha de quedar como valor sustantivo a la hora de los saldos y haberes que dejará el devenir de la palabra en su proceso inevitable de incesante decantación para orgullo de la especie humana.

 


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