Creo tener bastante certeza que pese a que puedan existir las más variadas perspectivas y opiniones sobre también variados temas, existen algunos de los que resulta mayor consenso, entre  estos, la gran importancia que para las sociedades tienen la noción de amistad y de amor.

Mucho se ha estudiado, se ha escrito y reflexionado sobre estos temas, y así  seguirá ocurriendo toda la vida, temas que en realidad son uno solo, ya que su relación es tan íntima que hasta se ha afirmado que la amistad es una clase de amor, cuando en realidad es lo contrario, el amor es una especial clase de amistad, de la cual deviene, lo que pasa es que en ocasiones en intentos por destacar una preeminencia del amor, principalmente romántico, sobre la amistad, suelen ubicarse en planos distintos que incluso pudieran considerarse en conflicto, cuando a lo sumo, si en efecto se generasen tensiones, las mismas son hasta necesarias para la reafirmación de la importancia de la amistad como esencia de la humanidad y necesaria para superar complejas situaciones.

Las ideas de amor y más específicamente la amistad, constituyen tan importante objeto de reflexión que no en vano han transcendido las cavilaciones de pensadores como Sócrates -nuevamente a través de la pluma de Platón-, Aristóteles, Cicerón, San Agustín o Santo Tomás hasta las más recientes de Hanna Arendt y muchos tantos otros, que en ocasiones preocupa como en ciertos entornos puede confundirse la amistad con mera complicidad, lo que afectaría de mala manera su noción de excelsa virtud.

Complicidad no es amistad, por eso entre la gente vil no puede  haber amistad sino complicidad, así lo afirmaba Aristóteles.

Aquí quiero detenerme y formular una pregunta:

¿Cuál es la naturaleza jurídica de la amistad y el amor? ¿Qué tratamiento habría de dárseles? ¿Cuál es su base legal?

¿Siendo tan importante así la amistad y el amor para la sociedad no sería conveniente que contase con una buena y detallada regulación? No lo sé, algo así como una Ley Orgánica de Regulación de la Amistad y el Amor, ¿qué tal una Superintendencia de la Amistad que como «ente rector» establezca un registro único de amistades y las normas que han de regir la amistad, como se ha visto que en otras materias se hace basadas en su gran importancia? ¿Y qué pasaría si existe una disputa entre amigos? ¿Se va a una suerte de jurisdicción especial amical para interponer una demanda de resolución o cumplimiento de amistad?

Imagino que mientras leías las ideas anteriores, lo mínimo que pasaba por tu mente era que una sociedad así en la que se pretenda regular mediante legislación algo como la amistad y el amor sería cuando menos irracional, una impostura, a ver, ¿y por qué? ¿Es que acaso no estaríamos ante un vacío legal o laguna jurídica? ¿Por qué entonces el matrimonio está regulado mediante legislación, las relaciones estables de hecho, y hasta se pretende que así se haga con los llamados matrimonios igualitarios? La respuesta es simple, porque así se mantienen como instrumento de control político, pero no naveguemos esas aguas ahora.

Tanto la amistad como el amor se rigen por las normas que establezcan los amigos y los amantes de manera autónoma, conforme a su «auto-nomia», es decir, su autorregulación, que es todo lo contrario a la «hetero-nomia», que es la imposición, esencialmente coercitiva y hasta coactiva, de una norma, una voluntad ajena, como suele ocurrir con la idea de legislación como producto político de los Estados, ello incluso aunque se nos diga e insista que tenemos formas de participar en la formación de duchas «nomias», que sabemos no siempre es así.

Necesario es recordar que el Derecho no se agota con la legislación, es decir, no solo crea derecho la ley como producto político, sino que existen múltiples otras formas de regulación  mucho más efectivas, eficaces y mejor aún, más libres, pero que lamentablemente ante la generalizada supersticiosa creencia que tenemos sobre el derecho, la ley y la regulación nos parece inconcebible.

Pues así como creo que no existe mayor dificultad en concebir que existen realidades que son absolutamente «alegales», es decir no se rigen, se norman, o se regulan mediante «ley», es decir «legislación» como producto político y monopólico de los estados, encontrándose aquí la amistad y el amor, en la actualidad, existen otros fenómenos que corren igual suerte y que pueden ir desde el contenido que podamos plasmar por un documento y transmitirlo a otra persona, hasta las más recientes tecnologías que han dado como resultado otros maravillosos fenómenos como el Internet y las criptomonedas, entre  otros.

Por alguna extraña razón que desconozco, los humanos padecemos de cuando menos una paradójica apreciación entre la libertad y la necesidad de estar regulado, paradoja que principalmente se presenta cada vez que logramos crear y perfeccionar algún instrumento que es útil para obtener o mantener nuestra libertad, de manera casi automática nos autosaboteamos y buscamos bajo la excusa de que se necesita una regulación, nos sean impuestas normas y conductas que terminan restringiendo, a veces aún más, esas libertades logradas.

En modo alguno se está insinuando que no exista un absoluto estado de caos y total irresponsabilidad, que muy distinto es a la idea de anarquía que tantas veces se ha intentado satanizar, es que esa regulación no puede ser en modo alguno impuesta por voluntades que nos son ajenas, es decir, por heteronomía, sino más bien han de ser producto de la voluntad de los relacionados, en auto-nomia y libertad, más aún si se cuentan con las propias garantías de transparencia.

Por esa misma razón que desconozco, tal vez por taras que arrastramos de creer que necesitamos esa voluntad exterior que nos apadrine, que no tenemos la madurez o inteligencia para asumir nuestro destino, o tal vez para eludir responsabilidades al achacarlas a esa otra voluntad de la cual somos serviles, es probablemente la razón por la que hemos desarrollado esa supersticiosa creencia en la ley y sus creadores, sean estos divinos o políticos como nuestros salvadores.

La humanidad hoy, y más especialmente la sociedad civil, cuenta como nunca en la historia con herramientas que no solo nos obligan a repensar nuevas formas de interacción, sino buenas y mejores maneras de regular nuestras relaciones, repensar la normatividad, la juridicidad, y en la que cada vez quedan menos espacios para la legislación y sus hacedores, quienes contrariamente en repensarse incurren en la usual práctica de imposición y opresión.

La sociedad civil global digital, como me gusta referirme, nunca antes había tenido en sus manos como producto de su propia creación, instrumentos que le sirvieran a su libertad, a su desarrollo, a su prosperidad.

Así como el vapor y la electricidad hicieron posible tantos progresos, si bien colectivos, más importante aún individuales, hoy con fenómenos como bitcoin (valga cero o valga millones) y ahora con la Web3, y lo más importante aún, como fenómenos alegales, la humanidad global está a pocos pasos de pasar a nuevos estadios que aún no tenemos la capacidad de comprender en su totalidad, pero así como ocurre con el amor y la amistad, la libertad existe y buscará sus maneras para prevalecer.

Tal vez como ocurriese cuando nos referimos a que resultaría del todo irracional pensar que pueda regularse la amistad y el amor mediante legislación, puede que no resulte ahora ni fácil ni intuitivo comprender el alcance de estos fenómenos, pero créanme, los mantendré informados sobre proyectos e investigaciones bastante relacionadas.

Entre estafas, timos, charlatanerías y otros riesgos

Ciertamente, como puede verificarse en cientos, en miles, de ocasiones, han ocurrido, existen, y habrá una gran cantidad de charlatanes y estafadores de estas nuevas tecnologías y sus fenómenos resultantes, así como igual ocurre y ocurrirá con el amor y la amistad. Nadie está exento del llamado mal de amor o desamor, de traición de la amistad, así como tampoco de estar en la mira de los timadores que siempre han existido, lo que nos obliga a prepararnos cada vez más para ser más cautelosos con nuestro bolsillo, y nuestro corazón. Tampoco podemos ser ciegos e incautos ante los verdaderos riesgos que estas nuevas formas de interacción representan ante males mayores como los de su uso con fines no simplemente más que ilegales, ilegítimos, hasta el punto de estar en la mira de grupos que promueven el terror, pero debemos ser en estos precisos casos mucho más cautelosos, ya que frente a muy válidas y plausibles intenciones de evitar esos efectivos riesgos pueden tomarse decisiones o incluso dictarse leyes que restrinjan muchos otros derechos y libertades, lo que complacería aún mucho más a estos viles sectores.

Nadie dijo que sería fácil o sencillo, la vida no lo es, tampoco el amor ni la amistad, por eso jamás se dejará de reflexionar ni de escribir sobre ellos, por ahora: Feliz mes del amor y la amistad a todos, y que ninguna ley nos restrinja sentir y experimentar estos tan humanos y necesarios sentimientos.


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