Nicolás Maduro junto a su nomenklatura ha venido proclamando la fortaleza de su gobierno y la lealtad de la institución militar. Al mismo tiempo, se ha cultivado en el espíritu del régimen un ambiente contrario a la demanda de amnistía, paz y convivencia que reclama una parte de la nación, que está por encima del 70% de la sociedad.

También el presidente de la República exhibe su poder al controlar todas las instituciones constitucionales, sin excluir a todos los jueces del sistema judicial. Y aquí cabe la pregunta: ¿cómo es que un sistema tan fuerte no puede ampliar la base de su legitimidad declarando una amnistía general y liberando a los presos políticos? O es fuerte, sólido y seguro de sus lealtades el sistema político o se siente psicológicamente inseguro y le tiene temor a una política de amplitud, de convivencia que le permita atender a una demanda de justicia, de equilibrio, para que la nación se sienta más segura y el gobierno no sea una fracción intransigente, que es solo una porción del país, en lugar de darle libertad a los presos políticos, que son perseguidos por enfrentar al socialismo.

Bueno es recordar que Hugo Chávez fue beneficiario de un sobreseimiento otorgado por el presidente Rafael Caldera, después de que el cardenal arzobispo de Caracas, todos los candidatos a la presidencia de la República en 1993 y grupos de intelectuales habían solicitado esa medida de benevolencia. Existe la confusión de que esa fue la causa de que el beneficiario fuese electo presidente más de cuatro años después.

De acuerdo con la Constitución de 1961, si el sobreseimiento no hubiese tenido lugar, en nada se hubiese afectado la elección de Chávez porque la disposición de la Constitución se aplicaba solo a los casos en que la condena fuese por otros motivos, como los que llevaron al enjuiciamiento de Pérez Jiménez, por delitos cometidos en funciones públicas y mediante condena por sentencia definitivamente firme. (Enmienda número 1 de la Constitución de 1961). La elección de Chávez se debió a que durante cuatro años el sector político no fue capaz de producir una fórmula electoral para resistir su ascenso popular; y cuando intentó finalmente una respuesta lo hizo mal y con daño a la existencia vital de la República.

Algo parecido es lo que ocurre actualmente con las luchas internas de la oposición. En lugar de unirse en torno a una política de unidad que permita derrotar a Nicolás Maduro, está inmersa en un conflicto mezquino sobre el control del interinato. Estamos ante una cadena de errores que se repiten uno tras otro.

Apoyados en la liberación de Chávez y de los golpistas del 4 de febrero, Maduro no puede negar que los líderes de la insurrección fueron beneficiarios de medidas de amplitud. Contrario a lo que ocurrió con los insurrectos, el actual presidente demuestra insensibilidad ante la situación de los presos políticos y violación de los derechos humanos. Solo libera a aquellos que son producto de un canje de prisioneros con Estados Unidos

La salud política de la República se beneficiará de una amnistía general, amplia, completa, integral y del esfuerzo que puedan hacer todos los que piensan que la defensa e integridad de la dignidad humana es posible y que es vital hacer los esfuerzos para lograrla.

Una amnistía general que permita la liberación de los presos políticos sería el mejor aporte para comenzar el año 2023.


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