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El incansable luchador, como pocos, por la libertad de Venezuela, así como de otros países del continente, Luis Almagro, «disidente de cada dictadura», abonó a su propuesta de la cohabitación política de la oposición con el régimen de Nicolás Maduro: «… no puede ser cómo se saca a Maduro, sino cómo sigue». El diálogo sería la fórmula prevista por el secretario general de la Organización de Estados Americanos.

Ante su planteamiento anterior al respecto, cuando esbozó por primera vez la cohabitación como alternativa válida, respondí con un artículo («Almagro, desde la impotencia») cuyo sentido esencial sostengo: no se ha generado razón alguna para que el régimen del terror instalado en Venezuela cambie su proceder de secuestro institucional.

Desde luego que buena parte de la humanidad está preocupada por la situación de los migrantes venezolanos, por la desatención en salud, en alimentación, en seguridad, en abandono del territorio y en cuanto al proceder terrorífico del régimen que ha convertido a Venezuela exactamente en un «infierno sin salida». No existe bifurcación ni la habrá ante el diálogo ficticio posible, ni ante el panorama electoral como está planteado porque no existe necesidad para el régimen de Maduro para procurar cambios en su esquema de dominación. ¿Cuáles elementos tendría para ceder? ¿Cuáles elementos tendría para entregar una elección libre? ¿Cuáles serían los elementos que obligarían a un diálogo productivo que termine en, incluso, la aceptación de la cohabitación? Maduro ni sus secuaces sienten ningún peso de conciencia -claro está- ante nada, su carencia de escrúpulos políticos o humanos han demostrado que termina siendo ilimitada. ¿Cómo conseguirá Almagro, junto a quien, llegar a ese fin de la cohabitación con contrapesos, más allá de otra arada improductiva en el mar?

Conseguir la aceptación por parte del régimen del terror de una propuesta como la del muy valioso Luis Almagro requiere de una presión mucho mayor que las sanciones. Ya lo determinó el gran amigo de nuestro país: es este un «infierno sin salida» así. Desechar la postura del «todo o nada» luce imposible en la situación actual. Juego trancado que impide también mantener la idea democrática, llegar a concretarla, de la indispensable alternancia en el poder.

Se cifran esperanzas electorales, con una inaudita cantidad de aspirantes a ser presidentes, como lo indica el líder uruguayo, ¿vacías esperanzas? Hasta ahora así luce, por cuanto no se ha producido un despeje de las posibilidades. El Consejo Nacional Electoral sigue siendo el mismo, controlado desde quienes manejan el poder en esta concentración en pocas manos de todos los poderes que impide la posibilidad de «un Estado para todos».

Por supuesto que los políticos venezolanos, junto a toda la ciudadanía, le debemos una alternativa al país. Mucha «probidad republicana». Es nuestra obligación insistir en lograr que el camino se bifurque. Como también es responsabilidad compartida con entes multilaterales, con países que han venido ayudando a solventar la crisis. Todos debemos hacer más, mucho más, a diario, venezolanos y amigos nuestros desde el exterior, no solo por salvar las necesidades inmediatas en esta situación de emergencia humanitaria compleja, sino por lograr un definitivo camino bifurcado. Considero, lamentablemente para Almagro en su planteamiento, que será todo o nada la alternativa cuando finalmente se presente. Cohabitar, así sea como posibilidad de último remedio, con quienes han sido señalados como delincuentes de lesa humanidad, nos situaría, además, también, como inescrupulosos bichos políticos. La insistencia deberá ser por ese todo o nada, aunque el resultado sea favorable a quienes administran el terror, entonces sería mantenernos en este «infierno sin salida”. Finalmente confío, debemos confiar, en que no es este ningún infierno definitivo; la salida la labraremos entre todos, dentro y fuera, incluso con los aportes intelectuales y de acción de nuestro Luis Almagro.

 


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