Cuando hablamos del poder velado de los mensajes digitales, y muy especificamente de los bulos o fake news, debemos considerar el desarrollo de las falsas memorias, término que se le asigna a la posibilidad que se tiene de  introducir falsos recuerdos en la memoria a través de la sugestión digital.

Trabajos de psicología cognitiva como los desarrollados por  la matemática y psicóloga estadounidense Elizabeth Loftus (1974) se han centrado en estudiar la posibilidad de recuerdos sembrados en personas que pueden ser falsos o modificados.

La doctora Loftus a través de un experimento social solicitó a su grupo de estudio la visualización de videos donde se mostraban choques entre vehículos, para posteriormente interrogarlos sobre el recuerdo de las escenas, pero utilizando frases cortas con adjetivos distintos. A un grupo se identificaba el evento con la frase «contactado» o «golpeado», mientras que a otro con «chocado» o «estrellado». Como resultado, Loftus observó como las personas a las que se les presentaba la frase con los primeros dos adjetivos, recordaban el suceso a una velocidad mucho menor a los del segundo grupo.

En otro experimento, y con ayuda de familiares y amigos, Loftus le narró a las personas cuatro historias de su infancia, con la salvedad que una de ellas referida a un evento, en donde se habían perdido en un centro comercial era falsa. En una segunda entrevista se les solicitaba a las personas hablar de sus recuerdos, y una de cada cuatro personas habían incorporado a su memoria la historia falsa; incluso al alertarlos sobre la falsedad de una de las historias, varios de ellos no eran capaces de identificar cuál de ellas era la falsa.

Loftus demostró en el ámbito judicial que los recuerdos de víctimas, testigos y hasta de los jurados pueden ser distorsionados sin que nos demos cuenta, y que por lo tanto la información de primera mano dada no es necesariamente fiable. En este sentido, de acuerdo con las conclusiones de su trabajo las imágenes falsas o falseadas en los medios y redes sociales pueden mezclarse con otras informaciones al punto de modificar los recuerdos.

Reyna & Brainerd (1998) distingue dos tipos de falsas memorias. Por un lado, las que denomina “falsas memorias implantadas”, que son creadas por la influencia de información externa como algunas informaciones en la red, y por otro lado, las “falsas memorias espontáneas” que son eventos de memoria que han sido alteradas por aspectos internos, propios del funcionamiento de la memoria.

El síndrome del falso recuerdo es todavía un tema en discusión por la comunidad científica internacional; este síndrome no es totalmente aceptado por todos los profesionales de la psiquiatría, sin embargo, en una clasificación distinta, Nerea Larrea, investigadora de la Universidad del País Vasco, destaca varias tesis como:

  • El sesgo de confirmación, que es la tendencia a favorecer, buscar, interpretar, y recordar la información que confirma las creencias propias, dando desproporcionadamente menos consideración a posibles alternativas (expuesto por Scott Plous, 1993).
  • Los recuerdos prestados (descritos por Brown, Croft, Fields y Marsh en 2015) mediante el cual una persona puede apropiarse inconscientemente de un recuerdo autobiográfico de otra persona y sentirlo como uno propio.
  • El efecto Google (analizados por Sparrow, Liu y Wegner, 2011), que es un fenómeno por el cual tendemos a olvidar la información que sabemos que podemos encontrar buscando en Internet.
  • El efecto memoria selectiva (desarrollado por Hastie y Park, 1986), a través del cual se tiende a interpretar que las pruebas ambiguas apoyan la postura existente. Incluso si alguien ha buscado y ha interpretado pruebas de manera neutral.
  • Finalmente, el sentimiento endogrupal (o sesgo de grupo), que nos lleva a pensar que si todos recordamos lo mismo deberá ser verdad. Sin embargo, este pensamiento no tiene por qué ser cierto.

El tema de los falsos recuerdos o falsa memoria da para análisis desde distintas ópticas, desde el trastorno creado por el condicionamiento, que se relaciona muy habitualmente con abusos sexuales, violaciones y otros aspectos de índole muy delicada y de un marcado carácter legal (Campillo, 2016), o hasta tesis que asumen la posibilidad de su desarrollo por drogas como la marihuana.

En el caso que nos motiva, que es la posibilidad del desarrollo de recuerdos falsos a través de los medios y de las redes, y entendiendo que la memoria no es perfecta y que en consecuencia puede ser manipulable, la introducción de  falsas memorias es un instrumento comunmente usado para la manipulación política o financiera. La memoria se refuerza o se altera mediante la comunicación. Implantar falsos recuerdos a través de bulos en las redes sociales es una estrategia vil, pero efectiva, y es usada para la obtención de réditos en una población que no está formada mediáticamente para prevenirlo.

No es posible evitar los intentos de introducir falsas memorias, y menos en un entorno donde las audiencias pueden no distinguir la importancia de las fuentes de las noticias que consumen. Es por ello que su prevención pasa por la formación de las audiencias, para que estas contemplen la posibilidad de los intentos de desarrollo de falsas memorias por parte de quien le hace llegar un mensaje, principalmente en las redes sociales.

La educación en medios o educomunicación debe ser considerada con prontitud como una materia obligatoria y necesaria en los subsistemas educativos de nuestro país.


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