La manipulación no nació en los medios ni en las redes. En el mundo analógico (ese que no recordamos), donde no existían las redes sociales, donde las relaciones solían ser directas y donde los intentos manipulatorios eran evidentes. Un familiar o una persona cercana, quizás un político, o el sinvergüenza de turno intentaban manipular. Lo que ha hecho la red es invisibilizar al manipulador, Internet permite enmascararlo sin posibilidad de localizarlo o de obligar un contacto físico.

Nuestros hijos enfrentan sin apoyo uno de los riesgos más importantes en su vida, ese fantasma se denomina la manipulación mediática, y lo que es peor, sucede frente a nuestras narices sin que nos percatemos y sin que podamos tomar medidas oportunas para evitarlo. Hasta la aparición de la red de redes, las conversaciones de nuestros menores eran sujetas a una supervisión más cercana, en consecuencia cualquier alerta era mucho más temprana y fácil de detectar. En el ambiente virtual niños y jóvenes pueden estar sosteniendo conversaciones y contactos con personas desconocidas  que ocultan intenciones innobles detrás de un juego o en una red social.

Pero, ¿qué es la manipulación y cómo evitarla? Durante años, un importante número de científicos sociales han estudiado este tema desde la óptica de la sociología, la psicología, y otras disciplinas, buscando definirla adecuadamente para protección de la juventud a nivel mundial. El diccionario de la real academia de la lengua, define a la manipulación como el acto de “intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares”.

Una primera dificultad para delimitar la noción de manipulación es distinguirla de otros conceptos como la influencia o la persuasión.

Cuando usted conversa con su hijo estableciendo normas del hogar, cuando un compañero de trabajo le explica una norma laboral, o incluso cuando exponemos un punto de vista en una celebración, estamos frente a un acto de influencia. Cada una de las partes está buscando exponer sus puntos de vista en el acto comunicativo.

En otro ejemplo, cuando decidimos comprar un vehículo y al llegar al concesionario, un hábil vendedor nos invita a pensar en las bondades de un modelo diferente, o en un color distinto al que originalmente deseamos, estamos frente a un acto de persuasión. Sin embargo, es importante que destaquemos que el vendedor no debe habernos engañado, porque es eso lo que constituye el siguiente paso para llegar a la manipulación. Sabemos que esa persona intenta vendernos otro tipo de vehículo y su ejercicio retórico se enfoca en convencernos. Salimos del concesionario con un vehículo que tiene otras características, pero no fuimos estafados sino convencidos de una acción distinta, que es cierta.

Hasta acá no existen sorpresas, el interlocutor está intentando abiertamente realizar un acto de habla para producir en el oyente, lo que Pablo Porto y Cristhian Santibañez (2019) denominan, un efecto ilocucionario.

El manipulador por el contrario, busca engañar en un acto fraudulento y fuera de la ética. Ángel Rivière y María Núñez (1996) explican que “en la manipulación se llega a provocar en el otro un conocimiento, o representación equivocada, para aprovecharse y sacar partido en propio interés y beneficio, al predecir el comportamiento del otro a partir del conocimiento erróneo que éste tiene”.

Es posible apreciar la manipulación en falsos profetas que se aprovechan de la debilidad humana, o de problemas por lo que puedan estar pasando sus feligreses, cuando a cambio de fórmulas milagrosas o de actos de brujería los obligan a dejar una parte importante de sus recursos. Lo vemos igualmente en muchas de las ofertas electorales imposibles de cumplir, donde de las necesidades de la población, o de la ilusión de un cambio, solo sirven para depositar una confianza que desaparece justo después de obtener la preferencia del electorado.

Stella Martínez (2005), añade que “la manipulación pretende, en general, dominar a personas y grupos en algún aspecto de la vida con el fin de dirigir su conducta”, y agrega, “el manipulador no habla a la inteligencia, no respeta la libertad ajena; actúa astutamente sobre los centros de decisión de su público con el fin de arrastrarle a tomar las decisiones que favorecen sus propósitos”.

En el caso que nos preocupa, la manipulación mediática puede venir de múltiples frentes que buscan aprovecharse de la inocencia de una audiencia que puede no haber sido formada para protegerse contra ataques arteros de sus principios familiares. Steven Mithen (1998), identifica como “real malicia”, a el término que se utiliza para la manipulación a través de la comunicación.

Para lograr su objetivo, el manipulador mediático mostrará su contenido en el más hermoso de los empaques, o como el más apetitoso de los platos. Pero cuidado, estos chefs digitales pueden ofrecerle un plato muy apetitoso pero dañino; el mejor de los postres mediáticos puede contener un alimento dañado o venenoso, y eso se lo pueden presentar por error, o para hacer que mucha gente compre, o lo peor, para hacerle daño con fines perversos, o económicos.

¿Quién está en capacidad de manipular?, ¿se manipula a través de los medios y de las redes sociales o lo hace el emisor de contenido? Siendo importante identificar el manipulador, lo esencial es identificar el evento manipulatorio, lo que permite activar las defensas cognitivas e impedir la intención de quien, o quienes lo intentan.

Evitar la manipulación mediática es posible si logramos desarrollar un correcto discernimiento mediático. La escuela debe ser un lugar de formación para la protección de los niños venezolanos.

La educación en medios o educomunicación debe ser considerada con prontitud como una materia obligatoria y necesaria en los subsistemas educativos de nuestro país.


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