Qué duro la tuvo Platón, pisando la huella profunda del pensamiento socrático y teniendo como predecesor a Aristóteles. Un reto del que solo un genio como él podía salir airoso.

En el siglo IV a. C., el problema fundamental de Platón era el ser de las cosas y el mundo de las ideas. Las cosas no existen si no hay una idea previa sobre ellas. Una de las claves de la profundidad de su pensamiento está en la manera como presentó sus doctrinas filosóficas, ya que lo hizo a través de alegorías y mitos, escribiendo sus obras en forma de diálogo. Es una de estas alegorías denominada la alegoría de la caverna, que se encuentra en el libro VII de la obra La República, escrita hacia el año 380 a. C., la que nos sirve para ilustrar la necesidad del desarrollo de la educación mediática en la sociedad moderna.

En la alegoría de la caverna, Sócrates y su hermano Glaucón discuten el efecto del conocimiento en la sociedad y en los individuos. En ella se establece de modo mítico la distinción entre dos mundos: el mundo visible y el mundo inteligible. Ever Arrieta (2021) indica que Platón crea el mito de la caverna para mostrar en sentido figurativo que nos encontramos encadenados dentro de una caverna desde que nacemos; así mismo, cómo las sombras que vemos reflejadas en la pared componen aquello que consideramos real.

Platón describió la caverna como el lugar en el que se encuentran un grupo de hombres prisioneros desde su nacimiento; pesadas cadenas les sujetan al cuello y a las piernas; de esta forma se les imposibilita girar la cabeza y únicamente pueden mirar hacia la pared que se encuentra al fondo de la caverna.

Detrás de ellos se encuentra un muro con un pasillo, luego una hoguera y posteriormente la entrada de la cueva hacia el exterior. Por el pasillo del muro circulan hombres que portan todo tipo de objetos. Debido a las circunstancias de su prisión, estos hombres encadenados consideran como verdad las sombras proyectadas por la iluminación de la hoguera.

Continúa la narración explicando lo que ocurriría si alguno de estos hombres fuere liberado y obligado a volverse hacia la luz de la hoguera, contemplando de esta manera una nueva realidad más profunda compuesta solo de apariencias sensibles.

Una vez que el hombre ha asumido esta nueva situación, es obligado a encaminarse hacia fuera de la caverna. Allí puede apreciar una realidad exterior que se identifica con el mundo inteligible y a continuación vuelve a ser obligado a ver directamente «el sol y lo que le es propio», metáfora que encarna la idea del bien.

La alegoría finaliza al hacer entrar de nuevo al prisionero al interior de la caverna para liberar a sus antiguos compañeros de cadenas; son estos quienes se ríen del prisionero liberado, indicando que sus ojos se han estropeado por quedar cegado ante el paso de la claridad del sol a la oscuridad de la cueva. Platón narra que cuando este prisionero intenta desatar y hacer subir a sus antiguos compañeros hacia la luz estos lo asesinan. Se comenta que mediante esta figura Platón describió el esfuerzo de Sócrates por ayudar a los hombres para llegar a la verdad y su fracaso al ser condenado a muerte.

A través de estas metáforas, Platón hace una  distinción entre mundo sensible y mundo inteligible, intangible o mundo de las formas o ideas (dualismo ontológico). La Enciclopedia Herder (s/f) indica que es una división efectuada por Platón “para distinguir entre las ideas y el mundo puramente físico. El mundo inteligible es el mundo de las ideas, que solo puede ser conocido por la razón, por oposición al mundo sensible que es conocido a través de los sentidos”. En el mundo inteligible existe una jerarquía que encabeza la idea del bien, así como la belleza, la verdad, las ideas fundamentales, las ideas matemáticas y finalmente el resto de las ideas.

Así mismo, establece la distinción entre opinión y saber (dualismo epistemológico). En el mundo sensible se encuentran las imágenes o huellas producidas por objetos como el lenguaje, la imaginación o la memoria. El instrumento del conocimiento de los objetos sensibles es la percepción u opinión (doxa). En la otra acera nos encontramos el mundo inteligible, donde se encuentra el conocimiento racional basado en los conocimientos sensibles; el instrumento del conocimiento es la razón, fundamento de la epistemología de la ciencia.

Ambos mundos son reales, pero el inteligible posee más entidad, siendo fundamento de todo lo sensible. Pertenecen a este mundo las esencias o ideas; entre ellas la idea del bien es fundamento de todas las demás ideas y por ende de lo sensible. “conocimiento de las normas objetivas y de los parámetros ideales de justicia, capacidad de orientarse según el criterio del valor supremo, la idea de lo bueno, y hacerla servir como paradigma en la práctica” (Vegetti, 2012, p. 128).

¿Y la relación con la educación mediática?

Es obvia. En una sociedad de audiencias embelesadas y embobadas por el contenido de los medios, es fácil encontrar el símil con individuos encadenados y con la vista puesta permanentemente hacia una pared que solo permite la visualización de imágenes mediáticas que buscan ocupar el mayor período atencional. Las redes y los medios montados en Internet, al igual que los medios radioeléctricos tradicionales, buscan afanosamente la repetición del consumo, así como el alargamiento en la permanencia de sus audiencias. Solo que en el campo publicitario tiene nombre diferente pero concepto similar. Se les denomina “alcance y frecuencia” y son dos términos mercadológicamente medibles.

A tal punto ha sido esa lucha despiadada, que líderes de la industria digital confiesan abiertamente su disputa contra las horas de descanso de la gente. En los nuevos oficios digitales existe ahora el grow hacking, esa figura que busca estudiar permanentemente alargar el consumo y hacer que  estos nuevos medios pasen a parecerse a sus audiencias en vez de que las audiencias se parezcan a los medios.

Nuevamente, Arrieta (2021) aporta al comentar: “Los prisioneros son una metáfora de las personas que están atadas a sus percepciones y las imágenes que se les presentan. Las sombras son el mundo físico que perciben y que creen es el conocimiento verdadero. Sin embargo, aquello que observan dentro no es más que un conocimiento subjetivo… su ascenso desde el interior de la caverna es una metáfora de su paso de la ignorancia al mundo de las ideas”.

El desarrollo de la educación en medios, tan necesaria en la actualidad, busca el discernimiento digital. Ese “sol” al que se refería Platón. Esto se hace a través de la formación y la conversión de las audiencias, procurando la adquisición de las competencias y el desarrollo de los hábitos mediáticos. Los gobiernos de la región latinoamericana deben reconocer la enorme importancia que es proteger a la juventud de las sombras permanentes que se proyectan en los valores, costumbres y hábitos desde algunos de los contenidos digitales.

Sin embargo, la lucha es intra e inter. Un converso formado educomunicativamente debe luchar no solo contra el consumo irresponsable e indiscriminado, sino contra el uso social intenso que desprecia a quien no comparte esos valores mediáticos que se consumen en redes, videojuegos u otros tipos de medios.

La educación en medios o educomunicación debe ser considerada con prontitud como una materia obligatoria y necesaria en los subsistemas educativos de nuestro país.


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