Alex Saab

El 2 de septiembre de 1972 –después de una batalla de 17 meses y 9 días contra su extradición– Auguste-Joseph Ricord fue trasladado de Paraguay a Estados Unidos, donde lo esperaba una condena de 20 años de presidio.

El ciudadano francés era el jefe de la Conexión Latina, una organización criminal que se consolidó en la nación suramericana protegida por la dictadura del general Alfredo Stroessner (1954-1989).

Acusado de ser uno de los cabecillas del tráfico internacional de heroína –con su carga de miseria y muerte para miles de jóvenes en Estados Unidos y muchos otros países– la condena contra Ricord quedó firme a finales de enero de 1973, después de que un jurado federal lo declaró culpable el 15 de diciembre de 1972.

El juez John Cannella, de la corte de Nueva York, dijo al dictar sentencia que el expistolero marsellés era “el mayor traficante que haya sido juzgado hasta hoy en Estados Unidos y la destrucción que causó es indescriptible”.

Pero el acusado, que respondió por medio de un intérprete, se quejó: “He sido víctima de la intriga y la injusticia”. Y apeló el fallo diciendo: “Yo jamás he estado en este país y por lo tanto jamás he cometido un delito dentro de su territorio”.

Alex Saab, extraditado después de 16 meses de Cabo Verde a Estados Unidos acusado de lavado de dinero a través del sistema financiero norteamericano, curiosamente expone una queja muy similar a la del mafioso Ricord al insistir en que le han violado los derechos humanos y que su arresto es ilegal. “No he cometido ningún delito en Estados Unidos ni en ningún país”, dijo un día después en una carta que su mujer, Camilla Fabri, leyó ante unas escasas 200 personas concentradas por el chavismo el domingo 17 de octubre en Caracas.

El recordado amigo Rogelio García Lupo, que en su libro Paraguay de Stroessner (Ediciones B S.A., Buenos Aires, 1989)  cuenta la historia criminal de Auguste-Joseph Ricord, considera que este probablemente colaboró con Estados Unidos para que la DEA golpeara la red mundial de tráfico de heroína.  “En marzo de 1983, después de cumplir diez años de condena, Ricord salió sigilosamente del centro médico de la penitenciaría de Springfield, en Misouri”.

La cancelación del resto de la pena fue atribuida a razones humanitarias. Y Ricord, que tenía 61 años de edad cuando fue condenado, regresó el 10 de marzo de 1983 a Paraguay mudo a causa de un cáncer de laringe y postrado en una silla de ruedas. Así falleció en agosto de 1985 en la capital Asunción. No había denunciado a sus protectores “y el dictador le devolvió la oportunidad de morir en Paraguay a cambio de ese silencio imponente de la mafia corsa”. Su fama, recuerda García Lupo, había dado la vuelta al mundo con French Connection, que en 1975 mereció cinco Oscar de Hollywood e hizo célebre al director William Friedkin.

Como contra Ricord, Estados Unidos ha dicho que tiene un caso “muy fuerte” en relación con Saab, el testaferro de Maduro, a pesar de que este, como los defensores del marsellés, alega “secuestro”.

El empresario barranquillero, que el 21 de diciembre cumplió 49 años de edad, tiene  grandes incentivos como el de su familia por rescatar para colaborar con la justicia norteamericana. De manera que con la ayuda de su memoria, su experiencia en el lavado del dinero negro de la mafia que secuestró las instituciones en  Venezuela para robar y traficar con drogas, así como buena disposición para hablar, pueden quedar al descubierto secretos demoledores para los jerarcas del régimen, acosados por el temor creciente de que el encargado de los negocios sucios los traicione. Al fin y al cabo Alex Saab no es Ricord.


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