Hace pocos días el ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, almirante en jefe Remigio Ceballos Ichazo, declaró duramente contra la comunicadora social y activista en defensa del medio ambiente Valentina Quintero, por exponer con coraje ante la opinión pública la terrible situación a la que se enfrentan quienes transitan las carreteras del país y que se agrava aún más si por alguna razón resultan ser personas que acaban de llegar a Venezuela.

El señor ministro ha dicho que generalizar es un aspecto negativo, que son muchos los policías y funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana de conducta intachable. Particularmente creo que es así, porque conozco a funcionarios éticos en su proceder, con carreras modestas y de amplia honestidad; sin embargo, es un penoso error de quien ejerce una cartera tan importante soslayar lo que está a la vista de todos.

Existe en las instituciones policiales una cacería por conquistar dólares. Son muchas las alcabalas y puntos de control del país que deben pagar cuotas a sus superiores, son puestos negociados y mantenerse en ellos se debe a lo consecuente que sea el aporte. El ministro desconoce absolutamente las calamidades de quienes viajan por carretera, las cuotas que deben pagar los transportistas en los diversos puntos de control para evitar sanciones severas en las que pierden entre 2 y 3 horas, y muchas veces decomisan pertenencias a los viajeros, zapatos, vestimenta, comida, enseres etc.

Con la defensa a ultranza que hace el ministro impulsa los abusos de los cuerpos de seguridad, les da aliento para mantener su comportamiento ante la población indefensa que se ve ultrajada por el constante abuso de las fuerzas policiales, capaces de detener, amedrentar, robar descaradamente en puntos de control improvisados a diferentes horas del día o de la noche. El ministro ignora que en la tarde o la noche más tranquila repentinamente se es sorprendido por alcabalas del Cicpc, el Sebin, la Dgcim, la DIP, la GNB, o alguna policía regional, y a la vista de fusiles te requisan el vehículo y pertenencias para finalmente expropiarte de los dólares que cargues encima o de algunos bienes que se transporten. Confrontarse con una alcabala en Venezuela puede significar el umbral de la vida y la muerte o el encierro y la libertad.

La DIP de la Policía Nacional, una nueva banda que recorre el país

Esta dependencia de la Policía Nacional siembra terror en la población abiertamente sin control alguno, en su mayoría no poseen formación alguna, y abundan las denuncias de funcionarios con expedientes por diversos delitos, algunos de hecho sancionados y destituidos de otras fuerzas policiales. Al ser Venezuela un país ampliamente politizado en todas sus estructuras sociales, ha sido muy fácil para estos individuos de conductas desviadas corromper hasta penetrar estos cuerpos de seguridad, ante la mirada ajena de los altos funcionarios, viceministros y ministros que ocupan su tiempo en adoctrinamiento político y la creación de “consignas revolucionarias”, en vez de diseñar métodos de control para sanear las instituciones y brindar seguridad verdadera a los ciudadanos.

Como muchos venezolanos también he sido victima de la Policía Nacional Bolivariana, y dejaré públicamente de forma resumida mi experiencia. El día 18 de febrero de 2022, aproximadamente a las 11:00 de la mañana, en la avenida principal de Maripérez, Caracas, estacionando en las instalaciones de una droguería en búsqueda de una medicina para mi hija, paciente de anemia drepanocitica, fui sorprendido por dos motorizados con sus respectivos acompañantes, 3 masculinos y una femenina. Eran motos rotuladas de la PNB. Los individuos estaban uniformados, con chalecos y radios de comunicación. Inmediatamente el agente de apellido Maiz, que no debe ser muy difícil de ubicar en la base de datos de la PNB, me golpeó en el estómago y me apuntó a la cabeza con su arma, gritando: «¡Esto es un quieto!», en medio de otras vulgaridades. Este agente Maiz tenía su apellido en el portanombres con 3 estrellas y lo llamaban constantemente por radio por su apellido y la característica de supervisor. Me quitaron mi teléfono y me montaron en el vehículo, junto al agente Herrera, quien intentaba ser bueno pero advertía que le informara claramente cuántos dólares había en el carro, porque nada les costaba darme un balazo y picar la camioneta, con lo que seguramente podían hacer suficiente dinero.

Luego de un par de horas de ruleteo por Caracas y de negociaciones fui llevado a un vagón de la PNB que está frente al estacionamiento del Centro Comercial El Recreo. Sacaron todas las pertenecías del carro, maletas, bolsos y las revisaron al detalle en el vagón. Se apropiaron de un teléfono, de mis documentos de identidad, unos 600 dólares, ropa de mis hijos, juguetes, audífonos y toda la medicina de mi hija. Al final accedieron a dejarme ir, con la amenaza de muerte si cometía el error de denunciarlos. Me escoltaron en las motos hasta el edificio de Banesco para que pudiera ir en búsqueda de mi familia.

Así como esta situación han ocurrido miles en el país, el Estado venezolano y sus más altos funcionarios deberían reconocer con valentía este asunto y confrontarlo para ir saneando los cuerpos de seguridad. Por consiguiente, señor ministro Remigio Ceballos, no sea sinvergüenza y asuma su trabajo con verdadera responsabilidad. No aliente con sus actos a esos delincuentes con uniforme. Y si no puede con su trabajo, ¡renuncie! Seguramente alguien podrá hacerlo con mayor eficiencia, ganándose el respeto y la credibilidad de la ciudadanía.

@jufraga12

 

 

 

 


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