A mediados del siglo XIX el puerto disfrutaba de un buen sistema de alumbrado. En 1842 se celebró un contrato entre la municipalidad y Pedro A. Valbuena, quien optó por cambiar el aceite de pescado, usado hasta entonces para el alumbrado, por aceite de coco vegetal mejorando, al mismo tiempo, la forma de los faroles. De manera que en 1853, cuando la ciudad tiene unos diez mil habitantes, posee una iluminación mejor que la de Caracas y La Guaira, según el decir del ilustre visitante Consejero Lisboa. En 1860, el aceite de coco es sustituido por el kerosene como carburante. Proyectos para introducir mejoras en el servicio los hubo y muchos, aunque no pasaron de ser simples ideas; en 1879 una Resolución del Ministerio de Fomento da cuenta de la solicitud de Sebastián Viale-Rigo de modificar ciertos artículos del contrato firmado entre él y el Gobierno Nacional, para establecer el alumbrado por gas en las ciudades de Caracas, La Guaira, Valencia y Puerto Cabello. En 1885, el porteño Augusto Silva propuso al Concejo Municipal de Valencia cambiar “el actual alumbrado por el de gas”; ofreciendo establecer el servicio público y particular de gas en el término de dos años, con posibilidades de extenderlo a otras localidades.

No conocemos, al menos por ahora, cuándo los porteños comenzaron a disfrutar de las bondades de la energía eléctrica, pero de lo que sí hay certeza es que en enero de 1886 la municipalidad y Francisco de Paula Quintero firmaban un contrato para el alumbrado público de la ciudad de Puerto Cabello –considerado por Rodolfo Tellería Villapol uno de los primeros contratos de suministro de luz eléctrica suscrito en América del Sur– mediante el cual este empresario se comprometía a establecerlo “con las condiciones de perfección puestas en prácticas últimamente en la ciudad de Nueva York”, distribuyéndolo convenientemente en toda la ciudad y, en particular, en el interior de la Casa Municipal, Cárcel Pública, Calzada y Matadero. El contratante, además, se obligaba a poner el alumbrado del Teatro Guzmán Blanco (hoy Municipal); para el alumbrado de las casas particulares, teatro y edificios públicos se emplearían lámparas incandescentes, siendo que el alumbrado público duraría todas las noches desde la puesta del sol hasta las 5:00 de la mañana. El contrato tendría una duración de 25 años, fijándose para el establecimiento del alumbrado 6 meses prorrogables por 6 meses más, a juicio del Concejo. Un proyecto de vanguardia para la época, sin duda, que no se materializó, correspondiéndole a Maracaibo y Valencia inaugurar el servicio eléctrico en el interior a partir de 1888 y 1889, respectivamente.

La modernidad, entonces, deslumbra a los habitantes de la provincia, tal como le ocurre a Elisabeth Gross residenciada en la capital zuliana, quien en 1891 le escribe a una amiga: “Tengo que contarte rápidamente que el 31 de diciembre dimos un gran baile. Para esta fiesta nos instalaron la luz eléctrica dentro de la casa. Ya llegó aquí la luz eléctrica también. Cuando obscureció y yo la encendí era tal la claridad que, después de una media hora, tuve que usar un gran sombrero, como protección, dentro de las habitaciones pues me dio un fuerte dolor de cabeza. La iluminación era increíblemente bella. Todos lucíamos completamente diferentes que a la luz de las tristes lámparas de petróleo”.

El contrato de Francisco de Paula Quintero será traspasado ese mismo año 1891 al ingeniero W. H. Volkmar, quien se comprometió con ligeras modificaciones a darle cabal cumplimiento, constituyendo dos años más tarde la “Compañía Anónima Alumbrado Eléctrico de la Ciudad de Puerto Cabello” que habría de continuar con la explotación del contrato. Uno de los primeros edificios públicos en disfrutar del servicio será el Teatro Municipal que, muy pronto, también sufrirá los riesgos asociados, pues experimentando desperfectos en su techo producto de una de las tantas revueltas armadas y habiéndose producido una fuerte lluvia, “al encenderse las lámparas de luz eléctrica del salón de damas, se electrizaron los cielos rasos metálicos, las columnas de hierro del gran salón, produciendo llamas que quemaron el empapelado del salón, y que hubieran destruido por completo los cielos rasos y abrasado las vigas del techo, si no se hubiera ocurrido en tiempo y quitado la corriente eléctrica”, como lo reportaba en 1895 su administrador a la municipalidad. Cuando a finales del año siguiente se negocia con un nuevo concesionario la apertura de un café en el teatro, se le exige la instalación de dos lámparas de luz eléctrica en el cielo raso, correspondiendo a aquel el pago del alumbrado entendiéndose para ello con la “empresa de luz eléctrica”. Afirma Tellería Villapol en su bien documentado trabajo Historia del Desarrollo del Servicio Eléctrico en Venezuela 1880-1998, que Puerto Cabello es señalado como la quinta ciudad electrificada en el país, pero lo datos anteriores que sugieren que la prestación efectiva del servicio se remonta al menos a 1893, invitan a revisar esta idea.

En 1907, se celebra un nuevo contrato entre la municipalidad y la empresa M. A. Villarroel, concediéndosele el derecho exclusivo para establecer en la jurisdicción “el sistema de energía eléctrica como fuerza motriz para uso científicos, industriales, domésticos y para todos aquellos a que sea aplicable”, pudiendo producir esta fuerza por medio de máquinas a gas o máquinas de vapor o hidráulicas, según les conviniera, utilizando de ser necesario y sin indemnización alguna, las vertientes y caídas de agua pertenecientes al municipio, sin perjuicio de terceros. Esta empresa comienza a prestar el servicio y en julio de 1910 lo traspasa a los generales Eloy Anzola y Félix Galavís, quienes designan gerente de la empresa “Anzola Galavís y Cía.” al general Juan Casañas, cambiando la empresa su denominación al año siguiente por C.A. Luz y Fuerza Eléctrica de Puerto Cabello (Calife). La compañía contaba con un motor generador de 75KW ubicado en las cercancías del Teatro Municipal, adquiriendo más tarde turbinas de vapor para la generación de la energía requerida. Sin embargo, en 1935, la empresa decidió contratar la compra de energía adicional de una planta hidroeléctrica ubicada en Borburata.

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@PepeSabatino


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