El miércoles pasado se cumplió otro aniversario de la muerte de un hombre que luchó por la democracia hasta el último día de su vida y al que le correspondió la difícil tarea de dirigir al partido Acción Democrática en la clandestinidad, luego de que la policía política de Pérez Jiménez asesinara al “guerrillero de la libertad”, Leonardo Ruiz Pineda. El 20 de mayo de 1953, luego de una larga y cruel agonía, falleció don Alberto Carnevali, encerrado en la Penitenciaría General de Venezuela, en San Juan de los Morros.

Carnevali, quien nació en el pueblo merideño de Mucurubá, fue un hombre con mérito excepcional. Con apenas 21 años, en 1935, dirigió la Asociación General de Estudiantes, punto de encuentro de generaciones de luchadores estudiantiles que perseguían un mismo ideal.

En el año 1938, en la capital merideña, lideró junto con Rigoberto Henríquez Vera la divulgación de los tres principios del Partido Democrático Nacional (PDN): democracia política, nacionalismo económico y reforma agraria; encarrilando la conformación y organización del partido Acción Democrática.

El merideño se radicó en el estado Zulia, donde consiguió su titulo de abogado en 1944 y logró la fundación del partido Acción Democrática, una demostración de solidez ideológica y madurez política, en palabras de Edilberto Moreno.

Con la Revolución de Octubre, en 1945, Rómulo Betancourt asumió la Junta de Gobierno y designó a Carnevali como gobernador de Mérida, una responsabilidad nada fácil, pero que consiguió impulsar la modernización política del estado y poner fin a los vestigios del parrismo, el lopecismo y el medinismo.

A partir de 1948 tomó un papel protagónico en la Dirección Nacional de Acción Democrática y la Cámara de Diputados del Congreso, lugar donde enunció uno de sus más importantes discursos sobre la participación política que hoy debe servir de reflexión para todos los actores que luchamos sin descanso por la recuperación de la democracia en Venezuela. El 2 de febrero de aquel año reafirmó su compromiso como líder democrático resaltando la importancia de todos los grupos políticos.

“Nosotros no vamos a incurrir en el error de menospreciar la importancia política de ninguno de los grupos políticos aquí representados… Creemos que una democracia no puede ser completa, por lo menos en su aspecto funcional, si no pueden intervenir libre y eficazmente todos los grupos políticos”.

La incursión de la democracia en Venezuela fue muy breve, y el 24 de noviembre de 1948 un grupo de tenientes coroneles ponían fin al gobierno democrático y expatriaban al entonces presidente de la república, Rómulo Gallegos; al presidente del Congreso Nacional, Valmore Rodríguez; al presidente de Acción Democrática, Rómulo Betancourt y a unos 500 venezolanos más. Carnevali definió aquel momento como el “día de la innoble hazaña”.

Desde el exilio, Carnevali sintió el reclamo interior que solo grandes hombres como él son capaces de escuchar, y con la consigna de que era fácil derribar un gobierno popular, pero no destruir un partido popular, regresó al país en 1952 para comandar con Ruiz Pineda la lucha clandestina y de resistencia, sin imaginar el poco tiempo de vida que le quedaba.

Meses antes de su muerte, el 24 de diciembre de 1952, firmó el comunicado “A la rebelión civil llama Acción Democrática”, un documento que planteaba la necesidad que tenía el pueblo de defender su libertad a cualquier precio y con los medios que tuviera en sus manos; reflexiones que nos obligan a hacer comparaciones con el presente y a rescatar la imagen de lucha, unidad y compromiso del liderazgo de aquella época.

39 años de existencia le bastaron a don Alberto Carnevali para escribir su nombre en la historia de Acción Democrática y en la de Venezuela, con una vida dedicada a un ideal colectivo que no logró ver consolidado, pues como lo afirmó el presidente Rómulo Betancourt ante su tumba en 1958: “Alberto Carnevali se llevó a la tumba el secreto de su destino futuro”.


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