No es una exageración que a la fecha, 2024, el educador venezolano sea un ser despreciado. Económicamente inmantenibles y políticamente un estorbo para una dirigencia a la que hemos calificado de “Diente Roto”, a propósito del cuento de Pedro Emilio Coll –un malandrín que recibiera una pedrada en un diente por sus vagancias y desde entonces no hablaba, diagnosticándose que sufriría el mal de pensar y así se hizo hombre, diputado, ministro y por adelantársele la muerte no fue presidente de la República–, que ahora priva sobre los escasos estadistas que hemos tenido, a extremos que tiene sentido interrogarse ¿en qué momentos comenzó a derrumbarse el sistema educativo venezolano? Y leamos un informe de la Comisión de Ética de Acción Democrática, sobre una asociación para recaudar fondos de su Secretaría de Educación Nacional, donde «sus educadores sufren hasta cuatro y cinco descuentos mensuales por intermedio de gremios, y sindicatos…cobro de comisiones para lograr subsidios a institutos y enseñanza, cobro de subsidios para apertura de Institutos de Educación Superior, indiferencia o protección de personas que cobran sin trabajar, clientelismo etc…Venta de notas y título a nivel de Educación Superior y Educación Media», quedándose todo en comisiones parlamentarias sin conclusiones, lo que constituía un desprecio al educador que posiblemente era un tanto selectivo, porque aquel desprecio hoy es colectivo, incluyendo al estudiantado, personal administrativo, obrero y la estructura física, todo lo cual incide en la formación del alumno en general. Tan dantesca realidad nos remite a la célebre película inglesa Al maestro con cariño (1967) que trata de un ingeniero que busca empleo como profesor en una escuela que es un desastre, «donde recibían a cuantos alumnos eran rechazados en otras, por indisciplinados, flojos, venidos de hogares distorsionados que no los soportaban los mismos docentes y solo la paciencia del profesor, innovando estrategias al final lograría crearles conciencias saliendo airosos».

El cuento viene al caso, no porque nuestros alumnos tengan comportamientos disímiles a los de la historia, sino porque muchos van a la escuela sin tomarse un café, sin un calzado decente, sin nada previsto para la merienda o sin dinero para el pasaje; pero vayamos ahora al docente, con peores condiciones porque debe mantener a una familia. Sumemos el deterioro físico de la escuela o liceo sin sanitarios, agua y luz. Otro ingrediente es que no existen evaluaciones continuas, a los alumnos hay que regalarles las notas; por supuesto, con sus excepciones. Basta con evaluar a un alumno de cuarto o quinto grado de una escuela pública y una privada y se verá el resultado. En esa situación la educación venezolana no aguanta una auditoría académica y el responsable de ello es el régimen chavista militarista que ha hecho de nuestros educadores, incluyendo a sus afectos, unos indigentes que pululan por la plazas por un salario digno para formar ciudadanos y no “dientes rotos”. Dejamos de ser un “Estado Docente”, el concebido por el pedagogo Mariano Picón Salas y una legión de educadores chilenos junto, a Luis Beltrán Prieto Figueroa, el gran inspirador de la doctrina educativa de Acción Democrática que, desde su fundación se propuso: «Planificación de la educación nacional y modernización de los sistemas de enseñanza…Estabilidad del Magisterio. Mejoras reales en sus sueldos y seguros para protegerlo »

Ahora nos encontramos en un “Estado Indecente” porque al decir del filósofo chino Lao Tsé «La gente educada es difícil de gobernar porque tiene demasiado conocimiento.» y esto no le conviene al régimen y a su dirigencia colaboracionistas déspotas dictadores de todo tipo no les interese invertir en educación, sustituyéndola por propaganda, “asumiendo el papel de «guías del pueblo» para el vasallaje y el control.”

Este Día del Maestro fue uno más de protestas por un salario justo, mientras los partidos políticos que tenían en sus educadores, dirigentes natos de la sociedad, al formar nuevas generaciones de ciudadanos, ya no les representan porque se perdió el discurso y se compraron conciencias. Aún con ello, los educadores seguirán en la calle democráticamente y el reto, de este año 2024, no sólo está en derrotar al régimen, enemigo de la educación sino obligarse a la «Declaratoria de Emergencia Educativa» porque al buen decir del profesor Justo Mendoza: «La lucha de los educadores venezolanos hoy es una confrontación para impedir el embrutecimiento colectivo; contra el empobrecimiento general económico social y contra el autoritarismo político y por la democracia»…

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